martes, 5 de agosto de 2014

ORÍGENES DEL “JUDAÍSMO” MODERNO por Jose Grau


Max I. Dimont, autor del libro «JEWS, GOD AND HISTORY» (Los Judíos, Dios   y   la   Historia),   afirmó   que   «la   historia   de   los   judíos   askenazi   es esencialmente la historia del Judaismo asentado al Este del Rhin a partir del siglo XV». ¿Y de dónde procede este grupo humano? De los Jázaros.Dimont  relata  la  conversación  de  los  Jázaros  (o  Kázaros)  al  Judaismo  y explica cómo el poeta hebreo Judá Haleví de Toledo escribió, en el año 1075, un poema  filosófico  que  celebraba  la  conversión  de  los  Jázaros  al  judaísmo.  El poeta  dice  que  la  temática  de  su  obra  se  la  dio  «un  fantástico  episodio  en  la historia del pueblo judío, tan extraordinario que lo tildaríamos de fábula si no fuera por lo bien probado y comprobado que está».
Dimont prosigue y nos cuenta la derrota de los Jázaros en el 969, cuando su territorio  fue  incorporado  al  nuevo  Estado  ruso  que  nacía  entonces.  No  nos conduce,  sin  embargo,  más  allá.  No  obstante,  reconoce  que  el  Judaísmo askenazi es el asentado al Este del Rhin a partir del siglo XV.
JÁZAROS, ASKENAZIS Y JUDÍOS
J.  Graetz  escribió  una  historia  de los judíos tenida durante muchos años como   una   autoridad   en   la   materia. Graetz también nos informa del hecho histórico de los Jázaros convertidos al judaismo y la subsiguiente leyenda de que  eran  descendientes  de  las  diez tribus  perdidas.  Escribe  Graetz:  «Es muy   posible   que   las   circunstancias que llevaron a los Jázaros a abrazar la religión judía hayan sido embellecidas por  la  leyenda,  pero  el  hecho  mismo de  la     conversión   se  halla definitivamente  probado  en  todos  los puntos,   y   ello   hasta   tal   grado   de certeza  que  no  podemos  permitimos dudar  de  ello.  La  conversión  de  los Jázaros   a!   judaismo   es   un   hecho histórico   perfectamente   demostrado. Primero fueron los nobles del reino y poco   a   poco   loa   habitantes   de   las ciudades  jazaras  acabaron  haciéndose judíos.  Durante  bastante  tiempo  los judíos de otras partes del mundo —tan incomunicado  en  aquella  época—  no tuvieron  conocimiento  de      la conversión  de  este  poderoso  reino  al judaismo,   y   cuando   los   primeros rumores llegaron al resto de la judería mundial   comenzaron   a   formular   la leyenda de que Jazaria era la tierra del remanente   de   las   diez   tribus».   (J. Graetz.  HISTORY  OF  THE  JEWS, Jewish  Publication    Society, Philadelphia, Pa., 1902, pp. 140-141).
«No hay tal cosa como una raza judía (Enciclopedia Británica)»
Solomon  Grayzel,  otro  autor  que escribió   para   la   Sociedad   Judía   de Publicaciones  en  América,  afirma  de los   Jázaros   que   su    historia es básicamente «el relato de la extensión del   Judaísmo   en   aquellos   siglos», extensión del Judaismo como religión y penetrando en otra cultura no hebrea (S.  Grayzel,  A  HISTORY  OF  THE JEWS.  Jewish  P.  Society,  Ph.,  1947, pp. 280-281).
¿EXITE   TAL   COSA   COMO UNA RAZA JUDIA?
La respuesta parece ser negativa si escuchamos   los   datos   históricos   y científicos   de   la   investigación   más seria.
Los aficionados a la «Esca-tología ficción»  no  prestan  atención  a  estos hechos   históricos; probablemente   los desconocen.
Pero  los  hechos  son  los  hechos  y no podemos soslayarlos.
La  inmensa  mayoría  de  judíos  en el  mundo  moderno  es  askenazi;,  y esto    significa que, independientemente de   sus   diversas nacionalidades  actuales,  el  origen  de la  mayor  parte  de  ellos  es  Jázaro,  no semita.
Calcular  la  exacta  proporción  de sangre  Jázara  en todos los  askenazi a la manera como los esbirros de Hitler querían  detectar  la  pureza  de  la  raza aria,    sería     absurdo.  Pero los entendidos  afirman  que,  si  no  todos los  askenazis,  la  inmensa  mayoría  de ellos son    de    origen   Jázaro.  El trasfondo histórico señalado por todos los  investigadores  de  las  migraciones judías     apunta en  esta   dirección inequívoca.    Los    descendientes    de aquellos   Jázaros   convertidos   a   la religión   judia   —pero   no   de   raza semita—,  se  hallan   incluidos actualmente  en  los  askenazi  de  hoy. Añádase a ello el constante cruce con otras  razas  y  pueblos  por  medio  de matrimonios   y   mezclas   de   sangres. Nadie puede decir que los askenazi — la mayoría del Judaismo mundial en la actualidad—   son     verdaderos descendientes  de  los  hijos  del  Israel bíblico.
De    ahí    la    afirmación    de    la «Enciclopedia   Británica»;   «No   hay tal cosa como una raza judía». En esta«Enciclopedia»  aprendemos  que  «los hallazgos   de   la   antropología   física demuestran  que,  contrariamente  a  lo que  es  la  opinión  popular,  no  hay  tal cosa como una raza judía («there is no Jewish         race»).Las  mediciones antropométricas   de   los     diferentes grupos  judíos  en  muchas  partes  del mundo      indican   que      difieren grandemente    unos  de  otros  con respecto   a   todas   las   características físicas     importantes».Toda     esta sección  debería  ser  objeto  de  estudio para   cuantos   se   interesan   por   los judíos  como  raza,  especialmente  los que  creen  que  lo  que  hoy  se  llama «pueblo     judío»      en el  mundo constituye una verdadera «raza judía».
La Enciclopedia afirma más adelante:
«la única raza con la que los judíos no han   alcanzado   un   alto   grado   de asimilación es la  nórdica». ENCYCLOPEDIA  BRITTANICA (1973), vol. 12, p. 1054.
Max  I.  Dimont  en  «JEWS,  GOD AND  HISTORY»  escribió:  «Tal  vez más de un tercio de los judíos de Italia no  sen  descendientes  de  Abraham  ni de Moisés, sino de Rómulo y Rémulo. Sus  antepasados  fueron  paganos  que se   convirtieron   al   judaismo   en   el primer   siglo   de   nuestra   era.   Y   la historiafue idéntica en las Galias y en Alemania».
En la misma línea, Camille Honig, un erudito judío que ha estudiado los tipos   y   las   comunidades   judías   en cinco continentes, decía: «es del todo absurdo…  así  como  anticientífico,  el hablar de una raza judía. La verdad es que  los  judíos,  hoy,  no  pertenecen  a ningún   grupo   homogéneo  ni singular».    Y    el    antropólogo    Dr. Asheley   Montague   afirma   que   los «judíos      provienen      de      orígenes probablemente  más  heterogéneos  que ningún  otro  grupo  identificable  en  el mundo».
EL TESTIMONIO DE UN GRAN ESCRITOR: A. KOESTLER
Arthur Koestier, autor de numerosas obras entre las que descata EL  CERO  Y  EL  INFINITO,  escribió en   relación   con   nuestro   tema   un interesante      libro  titulado  THE THIRTEENTH    TRIBE,     (Random House,   1976).   No   olvidemos   que Koestier   era   judío.   Su   testimonio tiene, pues, un doble valor.
«El problema es en relación con la suerte de los judíos Jázaros después de la destrucción de su imperio entre los siglos  XII  y  XIII.  Las  fuentes  son escasas,   pero   tenemos   noticias   de varios         asentamientos      Jázaros   en Crimea,  Ucrania,  Hungría,  Polonia  y Lituania en la Edad Media. El cuadro global que nos ofece este conjunto de datos fragmentarios de información es el de una migración de tribus Jázaras a estas    regiones    del    Este    europeo,principalmente  de comunidades establecidas en Rusia y en Polonia. La verdad es que en los comienzos de la Edad  Media,  la  mayor  concentración de   judíos   se   encontraba   en   dichos países.   Esto   ha   llevado   a   muchos historiadores  a  tener  que  conjeturar que  una  parte  sustancial  —y  tal  la mayoría    de    los    judíos    del    Este europeo,   y   de   ahí   de   la   judería mundial— podría ser de origen Jázaro y no semítico» (pp. 15-16).
El libro  de Koestier está documentado   con   gran   cantidad   de datos   sacados   de   fuentes   históricas serias y valiosas. Koestler nos informa de la derrota de los Jázaros frente a los rusos  en  el  965,  pero  nos  documenta igualmente el hecho de que los judíos Jázaros,     a    pesar    de     la    derrota, mantuvieron   cierta   independencia   y conservaron  intacta  la  religión  judía. Tenemos  datos  en  este  sentido  que llegan    hasta    el    siglo    XIII.    Fue entonces cuando  comenzaron a emigrar   a   las   tierras   eslavas.
El proceso  de  disolución  en  el  seno  de estos  pueblos  eslavos  y  la  posterior asimilación de sus elementos humanos y   culturales   fue   continuo.   Y   así nacieron  los  grandes  centros  judíos del Este de Europa.
Los    asentamientos Jázaros en Ucrania  y  otras  regiones  del  sur  de Rusia  sobrevivieron  hasta  el  día  de hoy. Aunque grandes masas emigraron  hacia  Hungría  y  Polonia, quedaron importantes comunidades en Crimea   y   en   el   Caúcaso.   Si   bien, asegura Koestler, la mayoría de judíos Jázaros     fueron    principalmente    a Polonia y a Lituania. Tanto es así que al llegar a los siglos XVI y XVII, del millón   de   judíos   que   se   contaba entonces  en  el  mundo,  la  mayoría  de ellos se encontraba en Polonia, Lituania   y   los   Balcanes.   Con   el tiempo,   esta   gran   comunidad   judía oriental se convirtió en la mayoría de los judíos de todo el mundo. Historiadores   y   eruditos polacos concuerdan con Koestler en que estos asentamientos en Polonia y en el resto de    la  Europa  del  Este, fueron fundados  por  gente  de  religión  judía procedente  de  los  antiguos  dominios Jázaros y de Rusia.
De     acuerdo   con    Koestler     es equivocada  la  idea  de  que  los  judíos del  occidente  europeo  emigraron  a  la Europa oriental, y que esta emigración explicaría  el  gran  número  de  judíos que  encontramos  luego  en  el  Este  de Europa. Para contrarrestar  esta equivocada  tradición,  Koestler  aporta estos hechos: la mayoría de los judíos españoles  —sefardís— expulsados de la Península Ibérica a finales del siglo XV,   acosados   por   la   Inquisición, fueron  en  su  mayoría  a  Inglaterra  y Francia. Cuando luego fueron también expulsados de Inglaterra, no eran más de 2.500. En cuanto a Francia, ningún historiador ha podido documentar que los  judíos  franceses  o  residentes  en este país hayan huido nunca a Polonia. Las  comunidades  judías  del  Rhin,  en Alemania, eran   muy pequeñas; escasamente  superiores  a  las  juderías inglesas.  En     su    casi   totalidad desaparecieron  por  exterminio,  o  por suicidio. Estos son los datos históricos y  de  ahí  que  Koestler  no  admita  la tradición   sin   comprobación   de   una supuesta   migración   masiva   de   los judíos   alemanes   a   Polonia.   Dicha tradición   pudo   prosperar   debido   al poco conocimiento  que  se  tenía  de la historia   de    los   Jázaros   en   aquel entonces.  Los  historiadores  judíos  no podían    encontrar    una    explicación satisfactoria    para  la  «gran concentración     sin    precedentes   de judíos   en   el   este   europeo»   y   así imaginaron    que   procedían  de Alemania.  Pero  Koestler  subraya  que no  hay  ninguna  fuente  histórica  seria que muestre ninguna migración desde el   Rhin   hasta   Polonia.   Los   pocos judíos   que   quedaron   en   la   Europa Occidental  fueron  diezmados  por  las terribles plagas medievales de la Peste negra,  sobre  todo  entre  1348  y  1350. Fueron    años    espantosos    para    las colonias  judías  que  no  sólo  sufrieron estas  plagas  sino  que  fueron  asoladas además  bajo  la  acusación  de  haber envenenado los pozos.
El punto central del argumento; de Koestler es evidente: La mayor parte de    quienes   constituían   esta   gran concentración de judíos en Polonia y en el Este de Europa  tenía que ser de origen   Jazaro,   mezclados   con   los pocos judíos semitas de la zona.
Alrededor    del    año    1648    esta concentración de  judíos Jázaros comenzó a trasladarse, en parte, hacia el Occidente: en dirección a Bohemia, Hungría,  Rumania  y  Alemania.  Y  así continuaron    establecidos    en    estas tierras durante casi tres siglos, hasta la Segunda Guerra Mundial. Esta mezcla de  Jázaros  y  Eslavos  en  la  Europa central  y  oriental  que  constituía  el mayor número de judíos en el mundo «se convirtió en la fuente principal de as comunidades judías existentes hoy en  el  mundo,  especialmente  las  de Europa,  Estados  Unidos  y  el  Estado de  Israel,  concluye  Koestler.  (Arthur Koestler,    The         THIR-TEENTH TRIBE, Random House 1976).
No   olvidemos   que Koestier   era   judío.   Su   testimonio tiene, pues, un doble valor.
«El problema es en relación con la suerte de los judíos Jázaros después de la destrucción de su imperio entre los siglos  XII  y  XIII.  Las  fuentes  son escasas,   pero   tenemos   noticias   de varios         asentamientos      Jázaros   en Crimea,  Ucrania,  Hungría,  Polonia  y Lituania en la Edad Media. El cuadro global que nos ofrece este conjunto de datos fragmentarios de información es el de una migración de tribus Jázaras a estas    regiones    del    Este    europeo,principalmente   de  comunidades establecidas en Rusia y en Polonia. La verdad es que en los comienzos de la Edad  Media,  la  mayor  concentración de   judíos   se   encontraba   en   dichos países.   Esto   ha   llevado   a   muchos historiadores  a  tener  que  conjeturar que  una  parte  sustancial  —y  tal  la mayoría    de    los    judíos    del    Este europeo,   y   de   ahí   de   la   judería mundial— podría ser de origen Jázaro y no semítico» (pp. 15-16).
El      libro       de      Koestier      está documentado   con   gran   cantidad   de datos   sacados   de   fuentes   históricas serias y valiosas. Koestler nos informa de la derrota de los Jázaros frente a los rusos  en  el  965,  pero  nos  documenta igualmente el hecho de que los judíos Jázaros,     a    pesar    de     la    derrota, mantuvieron   cierta   independencia   y conservaron  intacta  la  religión  judía. Tenemos  datos  en  este  sentido  que llegan    hasta    el    siglo    XIII.    Fue entonces  cuando  comenzaron   a emigrar a   las   tierras   eslavas.   El proceso  de  disolución  en  el  seno  de estos  pueblos  eslavos  y  la  posterior asimilación de sus elementos humanos y   culturales   fue   continuo.   Y   así nacieron  los  grandes  centros  judíos del Este de Europa.
Los    asentamientos     Jázaros     en Ucrania  y  otras  regiones  del  sur  de Rusia  sobrevivieron  hasta  el  día  de hoy.    Aunque      grandes           masas emigraron  hacia  Hungría  y  Polonia, quedaron importantes comunidades en Crimea   y   en   el   Caúcaso.   Si   bien, asegura Koestler, la mayoría de judíos Jázaros    fueron    principalmente   a Polonia y a Lituania. Tanto es así que al llegar a los siglos XVI y XVII, del millón   de   judíos   que   se   contaba entonces  en  el  mundo,  la  mayoría  de ellos   se  encontraba  en Polonia, Lituania   y   los   Balcanes.   Con   el tiempo,   esta   gran   comunidad   judía oriental se convirtió en la mayoría de los  judíos de   todo     el   mundo. Historiadores  y    eruditos polacos concuerdan con Koestler en que estos asentamientos en Polonia y en el resto de  la Europa  del  Este,  fueron fundados  por  gente  de  religión  judía procedente  de  los  antiguos  dominios Jázaros y de Rusia.
Alrededor    del    año    1648    esta concentración de           judíos     Jázaros comenzó a trasladarse, en parte, hacia el Occidente: en dirección a Bohemia, Hungría,  Rumania  y  Alemania.  Y  así continuaron    establecidos    en    estas tierras durante casi tres siglos, hasta la Segunda Guerra Mundial. Esta mezcla de  Jázaros  y  Eslavos  en  la  Europa central  y  oriental  que  constituía  el mayor número de judíos en el mundo «se convirtió en la fuente principal de  las comunidades judías existentes hoy en  el  mundo,  especialmente  las  de Europa,  Estados  Unidos  y  el  Estado de  Israel,  concluye  Koestler.  (Arthur Koestler,  The  THIR-TEENTH TRIBE, Random House 1976).
Los    argumentos    aportados    por Koestler son los mismos que manejan los historiadores  para  fundamentar  su creencia de que la inmensa mayoría de judíos,  hoy  en  el  mundo,  no  son  en absoluto   descendientes   del   antiguo Israel  bíblico  sino  que  provienen  del antiguo  reino  Jázaro  del  Cáucaso.  Se les  conoce  como  «judíos  Askenazi» («askenazi» significa oriundo  de Alemania  en  hebreo)  por  causa  de  la errónea  tradición  que  los  imaginaba venidos de tierras germánicas.
De  manera  que,  salvo  el  pequeño grupo  de  judíos  españoles  (sefardís) que  emigraron  en  1492  a  Italia,  el norte de África, Turquía y otras tierras del Asia Menor, todos los otros judíos que  hay  en  el  mundo  son  de  origen Jázaro y no semita.
De  manera  que,  salvo  el  pequeño grupo  de  judíos  españoles  (sefardís) que  emigraron  en  1492  a  Italia,  el norte de África, Turquía y otras tierras del Asia Menor, todos los otros judíos que  hay  en  el  mundo  son  de  origen Jázaro y no semita.
LA RAZA JUDIA, UNA ETNIA DILUIDA
Parece  probado  para  los  autores más serios que no existe tal cosa como una  raza  judía  en  la  actualidad,  o  lo que  es  igual:  un  Israel  étnico.  Los avalares  de  la  historia,  a  lo  largo  de dos  milenios,  han  diluido  la  «pureza de sangre» hebrea. Exactamente como ha ocurrido con tantos otros pueblos.
Pero, lejos de ser una desgracia, la mezcla   de   razas   ha   resultado   una ventaja  y  una  bendición  en  múltiples sentidos.  El  sólo  hecho  de  desmentir las   tesis   racistas   que   tanto   daño causaron   al   pueblo   llamado   judío, sería  suficiente  para    considerar positivamente   estos   fenómenos   de dilución  progresiva  de  unas  razas  en otras.
Los   grupos   humanos   que   hoy quieren  llevar  el  nombre  de  «judíos» deben aferrarse a lo cultural y no a lo étnico.    Afortunadamente.   Lo     que sufrieron en su propia carne de manos del    nazismo    racista,    ignorante    y criminal   constituye   una   advertencia bastante clara.
Sería  muy  lamentable   y contradictorio,  que  quienes  sufrieron tanto  del  racismo,  se  volvieran  ahora ellos  racistas.  Esto  les  llevaría  a  las incoherencias  y  contradicciones  más absurdas.       Porque   por          un           lado denuncian el carácter anticientífico de las  teorías  racistas  en  cuyo  nombre fueron  sacrificadas  inhumanamente  6 millones  de  personas  hace  poco  más de   40   años.   Pero   por   otro   lado, paradójicamente,   se   aferran   a   tesis racistas,  a  la  hipotética  «pureza  de sangre    hebrea»,    para    identificarse anticientíficamente.  Una  actitud  más que esperpéntica, trágica.
La  condición  de  «judío»  es  ya  de por sí bastante abstracta y confusa. No se  puede  transmitir  por  vía  genética, porque como ya señaló E. Goligorsky «la sangre judía es un líquido que sólo existe en la imaginación de quienes lo utilizan para       racionalizar sus prejuicios».   ¿No   hacían   lo   mismo, aunque   por   razones   diametralmente opuestas, los nazis?
Un artículo publicado en la prensa de  Buenos  Aires  hace  algunos  años, recogió   los   cálculos   estadísticos   de Arthur  Ruppin  y  otros  investigadores según  los  cuales  entre  el  año  70  y  el 1409 el número de judíos que había en  el     mundo     descendió     de     cuatro millones y medio a un millón y medio. Si  el  crecimiento  demográfico  de  los judíos    hubiera  sido        el     de     las poblaciones   de      los   países  que habitaban,   hoy   deberían   ser   unos ciento ochenta millones.
Pero son sólo 17  millones.  El  número  de  «judíos» no   crece   como   debería   crecer.   Ya dejando de lado la horrible tragedia de las matanzas —concluye dicho trabajo —  se  llega  al  descubrimiento  de  que con  demasiada  frecuencia  los  judíos dejan de ser judíos, muy a menudo. Es algo que se repite, y se comprueba, a lo  largo  de  la  historia.  Para  muchos hebreos  no  hubo  cosa  más  fácil  que transformarse,  por  un  acto  de  simple «conversión»,.    o    abandono    de    la práctica          religiosa judía,      en     un miembro respetado —y hasta, a veces, dirigente— de la comunidad cristiana o musulmana.
La    historia    de    España    ofrece muchos ejemplos que corroboran estas masivas  incorporaciones  de  judíos  a las  sociedades  «cristianas»  del  país. Los  «xuetas»  de  Mallorca  son  una clara  y  elocuente  ilustración  de  este proceso de disolución étnica.
Pero  no  sólo  ocurrió  ésto  en  la Península  Ibérica.  En  muchos  otros países  de  Europa  todavía  es  posible rastrear   la   genealogía   de   muchas  familias  —entre  las  que  se  cuenta,  a veces, ilustres prelados e inquisidores—   hasta   descubrir   lejanos   orígenes judíos .
Esta  asimilación  pertenece   a  un largo   proceso   del   pasado   que   hoy, guste  o  no,  es  ya  irreversible.  Y  no hay     que    llorar           por    ello.             Dicha disolución  de  la  raza  hebrea  en  las demás  razas  será  interpretada  como una  tragedia  solamente  por  quienes sustentan    la    quimera    de    que    el judaísmo   en   vez   de   constituir   una digna,  respetable  y  hermosa  cultura tiene    asignada     una   misión trascendente en el mundo.
La perspectiva bíblica, cristiana, es otra. Para el lector sin prejuicios, tanto de     las           profecías               del          Antiguo Testamento  como  cumplimiento      en     el      Nuevo,     la situación  es  clara  y  no  deja  lugar  a dudas:  «No  todos  los  que  descienden de de    Israel    (según    la    carne)    son israelitas   (en   el   sentido   espiritual), porque   no   son   los   hijos   según   la carne  los  hijos  de  Dios,  sino  los  que son    hijos    según   la    promesa    los contados   como   descendientes»   (Ro.9:6-8).


¿TIENE ISRAEL UN DERECHO DIVINO PARA EL TERRITORIO QUE OCUPA? Por Juan Stam


¿Tiene Israel un derecho divino para el territorio que ocupa?
Muchos evangélicos — probablemente la mayoría, por lo menos en los EUA — defienden desde la Biblia al actual estado israelí. Por los mismos argumentos, rechazan los reclamos palestinos de una parte del territorio que antes ocupaban. Estos evangélicos ven la formación del estado israelí como un evidente cumplimiento profético, maravilloso e impactante, y hasta una prueba de la veracidad de la Biblia. Es, para ellos, también una señal de la pronta venida de Cristo. En esa teología sionista-evangélica, “Israel es el reloj de Dios”. En cuanto a este tema, hay algo que me sorprende mucho. Ningún pasaje del Nuevo Testamento enseña tal cosa. Jesús profetizó la destrucción de la ciudad de Jerusalén por los romanos (Mr 13; Lc 21; Mt 24), pero no procedió a anunciar la reconstrucción de esa ciudad, mucho menos el establecimiento de un futuro estado israelí. Según la versión en San Lucas, después de su destrucción “los gentiles pisotearán a Jerusalén, hasta que se cumplan los tiempos señalados para ellos” (Lc 21:24), A eso sigue, en los tres evangelios sinópticos, no un estado israelí sino el retorno de Cristo. Eso me parece muy significativo. ¿Cómo es posible que las escrituras hebreas (Antiguo Testamento) dicen una cosa, y las escrituras cristianas (Nuevo Testamento) digan otra cosa? Quiero hacer unos comentarios al respecto, sin pretender agotar el tema y las evidencias al respecto. Son numerosos los pasajes del AT que prometen tierra a Israel. A inicios de la historia de la salvación, Dios llama a Abraham a “la tierra que te mostraré” (Gén 12:1,7) para formar ahí un pueblo como una nación grande (12:2; 18:18). Los defensores evangélicos del sionismo citan una larga cadena de textos muy explícitos: Yo te daré a ti [Abram] y s tu descendencia, para siempre, toda la tierra que abarca tu mirada… Ve y recorre el país a lo largo y lo ancho, porque a ti lo daré. (Gén 13:15,17; cf. 17:8; 48:3-4) Tú les prometiste [a Abraham, Isaac y Jacob] que a sus descendientes les darías toda esta tierra como su herencia eterna. (Ex 32:13) Tal como le prometí a Moisés. Yo les entregaré a ustedes todo lugar que toquen sus pies. Su territorio se extenderá desde el desierto hasta el Líbano, y desde el gran río Éufrates, territorio de los hititas, hasta el mar Mediterráneo, que se encuentra al oeste. (Jos 1:3-4; cf. Deut 11:24-25; cf. 34:4)
¿No fuiste tú quien les dio para siempre esta tierra a los descendientes de tu amigo Abraham? (2Cron 20:7; cf. Esd 9:12) Cf. entre muchos otros textos Isa 34:17; Jer 7:7; 25:5; Ezq 37:25; Joel 3:20 Siendo tan enfática y tan repetitiva esta enseñanza de las escrituras hebreas. ¿Cómo podemos explicar su ausencia en las escrituras cristianas, aun cuando Jesús profetiza la destrucción de Jerusalén? En los tiempos del NT, toda la tierra de Israel estaba ocupada por el imperio romano. Después de la caída de Roma, pasaron largos siglos, hasta el XX, sin existir ningún estado israelí sobre la faz de la tierra. Si la promesa fue “para siempre”. ¿Cómo pueden caber tales paréntesis de muchos siglos en una promesa supuestamente perpetua? El requisito primero e indispensable para entender el AT es el de siempre interpretarlo en primer lugar dentro de su propio contexto y sólo después en el contexto del NT o del Siglo XXI. Eso debe aplicarse a la semántica de su lenguaje, la problemática a que responden sus afirmaciones, y el contexto de cada pasaje. Comencemos con un detalle importante en cuanto al idioma hebreo. Aunque parezca extraño, el idioma hebreo no contiene la palabra “siempre” en su vocabulario, ni mucho menos la palabra “eterno”. Para esa idea empleaba mayormente la frase “por los siglos” o “por los siglos de los siglos” o frases similares. La idea básica de “siglo” (yoLaM en hebreo) es “un tiempo largo”, a menudo “pasado remoto” o “futuro remoto”. Puede ser un período largo sin principio ni fin (“el Dios sempiterno”, Deut 33.27), pero también largo con principio (desde pasado remoto) o con fin (hasta un futuro remoto). La ocupación por Israel de Palestina tuvo un principio y puede tener un fin, en lo que al adjetivo “siempre” se refiere. Por eso, la palabra “siempre” o términos similares en las promesas de tierra no significan necesariamente que dicha promesa constituye un “título de propiedad” para el actual gobierno israelí. Un pasaje revelador para este tema está en Jeremías 31: Vienen días — afirma el Señor — en que haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y con la tribu de Judá. No será un pacto como el que hice con sus antepasados… ya que ellos lo quebrantaron a pesar de que yo era su esposo… Así dice el Señor, cuyo nombre es el Señor Todopoderoso, quien estableció el sol para alumbrar el día, y la luna y las estrellas para alumbrar la noche, y agita el mar para que rujan sus olas: Si alguna vez fallaran estas leyes — dice el Señor — entonces la descendencia de Israel ya nunca más sería mi nación especial. — Así dice el Señor — Si se pudieran medir los cielos en lo alto y en lo bajo explorar los cimientos de la tierra, entonces yo rechazaría a la descendencia de Israel por todo lo que ha hecho — afirma el Señor –. (Jer 31:31-32, 35-37) Este pasaje interpreta proféticamente dos pactos divinos. La primera promesa, en prosa, anuncia un nuevo pacto de Dios con Israel, y específicamente con Judá. Éste nuevo pacto, de carácter ético-espiritual, reemplazará al viejo pacto, anulado por la desobediencia del pueblo. La segunda promesa, en verso, asegura, en los términos más enfáticos, la existencia “eterna” de la nación judía, co-extensiva con la duración del pacto de Dios con la creación (Gén 1;16; 9:8-13).

La primera promesa, del nuevo pacto, se cumple muy explícitamente en la última cena del Señor, cuando declara, “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre… que es derramada por muchos para perdón de pecados” (1 Cor 11:25; Mat 26:28; Luc 22:20; Mat 26:28). Pero, ¡qué sorpresa!, Jeremías no hubiera reconocido este cumplimiento de su profecía. Aquí no hay nada del pueblo de Israel ni de la tribu de Judá, ni de escribir la ley en los corazones. Ahora el nuevo pacto tiene un contenido totalmente diferente. Es un pacto en la sangre derramada del Mesías, de lo que Jeremías no parece haber sabido nada. Es un pacto para la remisión de pecados, algo medular al sentido de la muerte de Jesús pero ausente en la promesa original de un nuevo pacto. Es indispensable — ¡estrictamente obligatorio!, ¡urgentemente imperativo! — interpretar a cada pasaje del Antiguo Testamento en su contexto histórico, como mensaje profético a sus contemporáneos y no primeramente a nosotros. Jeremías, como los demás profetas en general, quiso comunicar a sus oyentes un mensaje de amonestación y esperanza, de denuncia y anuncio. Si Jeremías hubiera dicho, por revelación divina, “Dios hará un nuevo pacto a un nuevo pueblo, redimido por la sangre del Mesías, y ese pacto se celebrará en algo nuevo que va a llamarse ‘iglesia'”, no hubiera comunicado a sus contemporáneos el mensaje que ardía como fuego en sus huesos. Ni Jeremías ni ningún otro profeta hebreo tenían la menor idea de una “segunda venida” del Mesías, largo tiempo después de su primera venida, ni de una nueva comunidad que iba a llamarse “iglesia” a existir entre la primera y la segunda venida. Si entendemos que la esencia de la profecía no era la predicción futurista sino la exhortación y exigencia, entenderemos también que anuncios de la futura existencia de la iglesia o de una segunda venida del Mesías más bien hubiera bloqueado seriamente la comunicación del mensaje. Eran verdades que en ese momento no hacían falta. Básicamente lo mismo puede decirse de Jer 31:35-37. En primer lugar, debemos tomar en cuenta que estos versículos son una expresión poética, con alguna dosis de hipérbole, de la fidelidad de Yahvéh para con su pueblo. E igual que el nuevo pacto, Dios lo ha cumplido pero no como Jeremías lo entendía o lo esperaba. El NT describe la iglesia como nación santa, tesoro especial, pueblo de reyes y sacerdotes, y otras atribuciones del pueblo de Dios. San Pablo afirma que los verdaderos hijos de Abraham son los hijos de su fe, sean judíos o gentiles, y que los incircuncisos con fe tienen la circuncisión del corazón. Con este nuevo “Israel de Dios” (Gál 6:16) el “Israel” se ha expandido y internacionalizado. A San Pablo, como fiel judío hasta su muerte, le dolía profundamente la condición de su pueblo (Rom 9:2-5; 10:1). Apelando al concepto profético del “remanente”, Pablo afirma que “Dios no rechazó a su pueblo, al que de antemano conoció” (Rom 11:1-2) y que “luego todo Israel será salvo” (11:26). Así queda claro que Dios no ha abandonado a Israel, y que la nación judía sigue presente ante él. Pero una cosa es la nación y otra cosa es el estado. Durante la mayor parte del tiempo después de Jesús, Israel ha sido una nación pero no ha tenido un estado ni ha ocupado territorio. La promesa de Dios sigue fiel, pero en ningún pasaje del NT esa fidelidad de Dios incluye un estado político y un territorio geográfico, ni mucho menos un ejército armado hasta los dientes. Eso es impresionante porque en la época del NT Israel era colonia de Roma, y otros movimientos sí anunciaban la restitución de un gobierno judío. La actitud hacia el judaísmo en el NT parece ser ambivalente. Juan de Patmos, autor del Apocalipsis, era también judío de nacimiento, palestinense de origen, pero tenía otra actitud. Describe a los judíos de Esmirna y los de Filadelfia como “sinagoga de Satanás”, aparentemente por su colaboración con el satánico imperio romano y por haber delatado a los cristianos ante las autoridades romanos. El mismo Jesús, en su polémica contra los poderosos líderes judíos, exclamó, “Por eso les digo que el reino de Dios se les quitará a ustedes y se le entregará a un pueblo que produzca los frutos del reino” (Mat 21:43). Conclusión: Los cristianos/as debemos interpretar los textos del AT dentro de su propio contexto original y la semántica de su lenguaje (como p.ej. el término “siempre”), y después buscar su reinterpretación en el NT, a la luz de la venida del Mesías, su segunda venida y el nacimiento de la iglesia. Bien analizado, ni el AT da base para un derecho divino de Israel a determinado territorio hoy, ni mucho menos la da el NT. Ese error sólo entorpece el análisis del problema entre los israelíes y los palestinos. Ese conflicto debe analizarse, como cualquier otro conflicto político, por los mismos factores históricos, sociales, económicos y éticos, en términos de justicia y promoción de la vida.

ERES AMADO por Paul Washer





Es un gran, gran honor y un privilegio para mi estar hablando hoy acá. Es un gran privilegio. Estoy desbordado por la bondad de Dios que me ha dado la oportunidad de estar acá en este lugar, compartiendo y hablando del evangelio de Jesucristo en comunión con creyentes. Es un privilegio tremendo. Y no se desanimen. Nunca se desanimen. No existe razón para desanimarse. Algunos de los mejores sermones que han sido predicados, fueron predicados para 6 personas. Algunas de las más fantásticas manifestaciones de Dios acontecieron entre un puñado de creyentes. Nosotros no deberíamos usar la sabiduría del mundo. Deberíamos usar la sabiduría de Dios.  Si esto fuera fácil, todos estarían haciéndolo.
Esto no es acerca de cuán útiles podemos llegar a ser, o de cuán exitosos parecen ser nuestros ministerios. Es acerca de ser moldeado a la imagen de Cristo. Absolutamente todo en nuestras vidas es dirigido a moldearnos.


Dios no es servido por manos humanas como si Él necesitara algo de nosotros. Él nos otorga el privilegio de participar en la gran obra que Él está haciendo. Pero, el gran objetivo de Dios no es hacernos siervos exitosos; el gran objetivo de Dios es conformarnos a la imagen de Jesucristo. Fue cuando me di cuenta de que no necesitaba moverme un centímetro a la izquierda o a la derecha para ser amado por Dios; que no necesitaba ser exitoso a los ojos del mundo, o poderoso, o elocuente, o inteligente, o cualquier otra cosa; que simplemente era amado.
Soy tan impuro, tan injusto y tan ignorante sobre las cosas de Dios que me siento tan avergonzado. Dije: “Tu alegría y todo sobre ti, tu comodidad, tu alegría, tu paz, vienen de tu desempeño y de lo que puedes hacer por Dios”. Digo: Mi consuelo, mi alegría, mi paz viene de lo que Dios hizo por mí en la obra terminada de Cristo.”


Dios no permitirá que tu fuente sea cualquier cosa fuera de Él o Su gracia. Hay un sentir de que si no estamos andando con Dios como cristianos, Él va a convencernos de nuestros pecados. Hay un sentir de que deberíamos estar tristes por nuestra falta de obediencia. Pero, al mismo tiempo, tenemos que entender lo siguiente: ¿Sabes qué hace Dios durante gran parte de la vida de los creyentes, después de que son salvos? Él no obra “vida” en ellos tanto como obra “muerte” en ellos. Después de un corto período, llamado por algunos “Luna de Miel”, en el cual Dios nos protege con Su gracia, Él empieza a alejarse un poco para que empieces a ver que no puedes hacer nada y que todo depende de Él.

Es por eso que muchos ministros jóvenes salen a predicar. Ahora, si son hombres de Dios, se encontrarán generalmente con años y años de fracasos. Hay excepciones, como Charles Spurgeon y otros, pero, a la mayoría de nosotros, Dios permite que pasemos por muchos fracasos en nuestras vidas de oración, fracasos en nuestra habilidad de leer la palabra y entenderla, fracasos en nuestras prédicas, fracasos en todas las áreas, para que al final podamos llegar a un punto donde digamos: “Oh, Dios, ¿a quién tengo en el cielo sino a Ti, a quién tengo en la tierra sino a Ti?”; y entonces Dios empieza a trabajar en nuestras vidas y en nuestros corazones.
Eso es lo que quiero que veas. No quiero que obtengas alegría de tu desempeño, sino de la obra concluida de Cristo. Quiero que obtengas todo únicamente de esa Única Persona. Y así tu alegría, tu consuelo, tu paz, serán tan sólidos como una roca que no se altera. Pero mientras tu alegría, tu consuelo y todo lo demás, vengan de tu desempeño, pasarás el resto de tu vida así.
Una vez un hombre se me acercó y me dijo: “¿Sabes?, podrías hacer esto, y esto, y el ministerio se expandirá, y podrías pensar en TV, y pensar en todas estas cosas, sería buenísimo.”
Después que él terminó, le dije: “Pero si hago todo eso, ¿dónde voy a encontrar tiempo para ir de pesca?”
Él me miró, y yo sé lo que él pensaba, era algo así como: “Este es el hombre menos espiritual que he escuchado hablar”.
Lo miré y le dije: “Señor, ya fui así. Ya pasé buena parte de mi vida cristiana trabajando a morir, para que de alguna forma Dios creyera que yo era especial. No necesito ese ministerio o aquel ministerio o de las cosas que me estás hablando. Sé que soy profundamente, eternamente y perfectamente amado. Ahora, si Dios quiere que me vaya a hacer alguna cosa, iré a hacer alguna cosa, porque Él me ama tanto. Pero no necesito ser grande. No necesito ser listo, no necesito ser elocuente, no necesito de un ministerio tremendo, y no necesito ser famoso. ¡Dios me ama! Y eso es suficiente.”
Quiero que sepas, si eres un creyente acá hoy: ¡Dios te ama!
Algunos dicen: “El mayor acto de fe es resucitar a los muertos. ¡Caramba! Si puedes resucitar muertos, ¡sí tienes la fe!”

Y siempre digo: “¿Sí?”. Y si me preguntan: “¿Cuál es el mayor acto de fe?”, digo: “Para mí, es mirar al espejo de la palabra de Dios y ver todas mis fallas, todos mis pecados, todas mis deficiencias, y creer que Dios me ama exactamente como Él dice que me ama.” Él realmente me ama. Eres amado, si estás en Cristo. Eres acepto, si estás en Cristo. Siempre andas con esa seguridad en lo profundo de ti; a los legalistas no les gusta mucho eso. Pero para alguien como yo, eso es algo maravilloso. Para alguien que nunca fue capaz de hacer todo correctamente, como otras personas, este es un mensaje maravilloso.

Leamos 
Romanos 3:23. “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por Su gracia son justificados gratuitamente, mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia, anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por alto los pecados; pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál principio? ¿Por el de la observancia de la ley? No, sino por el de la fe.”

El Dr. Martin Lloyd-Jones dijo: “Esta es la acrópolis de la fe cristiana.” La ciudadela. Posiblemente el pasaje más grandioso de toda la biblia.
 Esto que acabamos de leer, posiblemente sea el pasaje más importante de toda la biblia. ¿Lo has leído? ¿Lo entendiste? ¿Lo has estudiado detalladamente? Porque aquí encontramos la mayor de todas las verdades. Algunas personas leen este pasaje y la única cosa de la que se acuerdan es: “Romanos 3:23″. Y este pasaje, en mi opinión, es el más importante de toda la biblia. Para poder entender la cruz de Jesucristo tenemos que entender este pasaje. Soy tan impuro, injusto e ignorante sobre las cosas de Dios que me siento avergonzado. Pero mi consuelo, mi alegría y mi paz vienen de lo que Dios hizo por mí y de la obra concluida de Cristo. 

¡NO TOQUES AL UNGIDO DEL SEÑOR! por Josef Urban


Casi todos lo hemos escuchado. El predicador de una mega-iglesia es escandalizado en las noticias seculares por haber cometido un pecado grave. En las últimas dos décadas hemos visto pastores descubiertos con prostitutas, en bares bajo la influencia fuerte e intoxicante del alcohol y aun drogas, divorciando sus esposas para casarse con otras mujeres sin una causa justa (cometiendo adulterio), cometiendo actos homosexuales con otros hombres y hasta abusando sexualmente de niños. Y a menudo, su doctrina no es mejor que su conducta. Las mismas asociaciones de muchos televangelistas han sido notorias por hablar herejías que no son nada menos que blasfemias totales.
Estos predicadores se han protegido del criticismo al enseñarles a sus seguidores que ellos son “los ungidos del Señor”. Según dicen, desenmascarar sus estilos de vida pecaminosos o su falsa doctrina es un acto de rebeldía en contra de su autoridad, la cual, afirman, recibieron de Dios. 1 Samuel 24:6 es un texto que ellos utilizan una y otra vez.

EL TEXTO EN SU CONTEXTO

Saúl, que había sido establecido por Dios como rey sobre Israel, estuvo furioso con David, lleno con una ira celosa. Al escuchar que David se estaba escondiendo en el desierto de En-gadi, Saúl reunió sus soldados y buscó matarle. Mientras Saúl estaba viajando por el desierto, él entró a una cueva para hacer sus necesidades. Sin embargo, ¡Saúl no estaba consciente de que David y sus hombres se estaban escondiendo en esa misma cueva! Los hombres de David le aconsejaron matar a Saúl, pero David rehusó hacerlo, declarando: “Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová” (1 Sam. 24:6). Observamos en esto que lo que impidió a David a hacer daño a Saúl fue el temor de Dios porque Saúl era “el ungido de Jehová”.
En el caso del encuentro entre David y Saúl en 1 Samuel 24, el temor de Dios impidió a David, quien todavía no había asumido el oficio de rey, de hacer violencia física a Saúl, quien en ese momento sí era el rey. Llevar a cabo tal acto hubiera sido insurrección y rebelión en contra de la autoridad civil establecida por Dios. Más adelante, en 1 Samuel 26, otra oportunidad se presentó a David para que se salvara al quitar la vida de Saúl y asumir el oficio de rey en su lugar. Pero David impidió que Abisai matara a Saúl y en lugar de esto encomendó su causa a Dios (1 Sam.26:7-11). Este es un testimonio de la fe, humildad, paciencia y piedad de David. En esto, él ciertamente es un ejemplo digno de imitar. Ahora bien, cómo podemos nosotros emular el ejemplo piadoso de David? ¿Cuál sería la aplicación correcta de esto al cristiano en el siglo XXI?

APLICACIONES CORRECTAS E INCORRECTAS

Una de las reglas más importantes de la hermenéutica bíblica (la interpretación de las Escrituras) es lo que es conocido como “la analogía de la fe”. Este es un principio que declara que ya que todas las Escrituras son inspiradas de manera única por el Espíritu de verdad, todas las Escrituras son armoniosamente consistentes sin contener ninguna contradicción esencial y, por lo tanto, cada interpretación propuesta tocante a cualquier texto en particular debe ser comparada con, y sometido a, lo que el resto de la Biblia enseña. En otras palabras: las Escrituras interpretan las Escrituras. Cualquier interpretación sugerida a cualquier texto debe ser sometida a la clara enseñanza de las Escrituras que se encuentra en otros textos.
Si aplicamos este principio a las interpretaciones comunes de textos como 1 Samuel 24 y 26 (“¡No toques al ungido del Señor!”), descubrimos que esta aplicación común es inherentemente contradictoria a la clara enseñanza del resto de las Escrituras. ¡Insinuar que estos textos enseñan que el pecado obvio y la herejía doctrinal no deben ser expuestas en la iglesia, o aun entre el liderazgo de la iglesia, sería descaradamente contradecir el imperativo bíblico claro!
La Escritura ordena a los creyentes a discernir la verdad del error. Tal discernimiento, ejercido correctamente según los parámetros bíblicos, lejos de ser un vicio, es una virtud. Es por esa razón que Jesús dijo: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” (Mt. 7:15-16). Debemos estar alerta en contra de los impostores en la iglesia, que parecen ser de Dios pero en realidad son embajadores de Satanás (2 Co. 11:13-15). Estamos llamados a prestar atención a sus frutos obvios, que incluyen el contenido doctrinal de su enseñanza (1 Jn. 4:1-6) y su conducta ética (1 Jn. 3:10). Cuando su teología no armoniza con la enseñanza clara de las Escrituras y no cabe dentro de los límites de la ortodoxia cristiana histórica (“la fe que ha sido una vez dada a los santos”, Judas 3) respecto a los puntos esenciales de doctrina, ellos deben ser rechazados (2 Jn. 9-11).
La iglesia también debe practicar la disciplina bíblica y eclesiástica. Los miembros que persisten en la práctica del pecado o en una herejía deben ser confrontados con valentía y en amor (Mt. 18:15-17). Los pecados escandalosos deben ser disciplinados muy firmemente, y los perversos deben ser expulsados de la comunión de ella (1 Co. 5). Incluso, los líderes, pastores y ancianos no están más allá de la posibilidad de tal disciplina: “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman” (1 Ti. 5:19-20). Aunque estos ancianos fueron establecidos en una posición de autoridad en la iglesia, los que practican el pecado persistente y guían mal al pueblo de Dios deben ser expuestos con la Palabra de Dios por el bien de las almas de los santos. Si aplicamos la frase “No toques al ungido del Señor” a estos casos de discernimiento, haríamos que la biblia se contradiga.
David sabía que Saúl era una autoridad civil establecida por Dios, y por lo tanto temía rebelarse contra Dios al rebelarse contra la autoridad. Así como David, las Escrituras nos mandan a someternos a las autoridades civiles en cosas legítimas (Ro. 13:1). La Palabra de Dios también nos manda a estar sujetos a las autoridades de la iglesia que están calificados bíblicamente (He. 13:17). La sumisión mandada aquí incluye la disposición humilde del corazón de cumplir cualquier responsabilidad bíblicamente legítima hacía ellos, con honor y respeto en todas las cosas que no contradicen la voluntad de Dios revelada claramente en las Escrituras.
Este respeto por la autoridad es una virtud que falta cada vez más en nuestra sociedad, caracterizada por rebeldía en todos los niveles: en la familia, en la sociedad y en la iglesia. Aun Cristo nuestro Señor en los días de Su carne se sometió a las autoridades como un ejemplo para nosotros (Mt. 17:24-27). Pero Él también expuso el pecado y la falsa doctrina por lo que era (véase Mateo 23, por ejemplo).
Además, los falsos maestros y falsos profetas en la iglesia no han sido instituidos en su oficio por Dios: son impostores. Sujetarse a ellos constituye rebeldía contra Dios y sumisión a sus doctrinas de demonios (1 Ti. 4:1). En ningún lugar nos mandan las Escrituras a sujetarnos al pecado y la falsa enseñanza, al condonarla y tomar parte de su fruto podrido. En vez de esto, nos manda a no participar con ellos y desenmascararlos (Efe. 5:8-11)
Que Dios nos dé gracia para ser como Cristo, andar en humildad y sumisión honesta, con una conciencia limpia a todas autoridades establecidas por Dios, mientras al mismo tiempo teniendo el amor y denuedo como para exponer a los falsos profetas, al pecado y a la herejía, con un discernimiento sabio por la gloria de Dios y la salvación de almas.
Josef Urban es un misionero sirviendo en México y pastor de la Iglesia del Centro en Guadalajara, Jalisco. Además, sirve y predica en dos otras iglesias en Querétaro y México D.F., y es parte del equipo de Cristianismo Bíblico, un ministerio que procura divulgar el Evangelio bíblico y las verdades del cristianismo histórico en el mundo hispano.

LO QUE EL NUEVO TESTAMENTO DICE DE LOS JUDÍOS por Caesar Arevalo


Con la enseñanza dispensacional entre los evangélicos y pentecostales, muchos consideran a Israel como "la nación escogida" de Dios. Muchos falsos “mesiánicos,” maestros, evangelistas y pastores del evangelicalismo apóstata dicen que aquellos que hablamos en contra de los judíos anticristos somos “antisemitas,”  ¡o incluso nos acusan de ser pro-nazis! Veamos la falsedad de esa ridícula acusación, veamos los pasajes bíblicos donde se demuestra la maldad de los Judíos anti-cristianos [esto no implica que todos los Judíos son anti-Cristo]

a) Cristo llamó a ciertos JUDÍOS religiosos "hijos de Satanás", pues dijo que el padre de ellos era el diablo (Jn.8:44).

b) Fueron los JUDÍOS los que condenaron a muerte al Cristo y le entregaron a los romanos para ser ejecutado (Mt.26:58-75).

c) Juan dijo que los JUDÍOS perseguían y querían matar a Jesús, porque él trabajaba en sábado y se hacía Dios (Jn.5:16-18).

d) Eran los JUDÍOS los que siempre buscaban cualquier oportunidad para matar a Jesús (Jn.7:1).

e) Eran los JUDÍOS los que decían que Jesús  estaba endemoniado (Jn.8:48).

f) Los JUDÍOS tenían por costumbre tomar piedras para arrojárselas a Jesús (Jn.10:31, 11:8).

g) Cuando la gente creía en Jesús SE APARTABAN DE LOS JUDÍOS (Jn.12:11), lo cual demuestra de forma irrefutable que los verdaderos cristianos no tenemos que tener ninguna relación con los Judíos anticristianos que rechazan a Jesús como Mesías, sino apartarnos de ellos y de sus diabólicas falsas doctrinas [Talmud].

h) Fueron los guardias enviados por los JUDÍOS los que arrestaron y ataron a Jesús (Jn.18:12).

i) El gobernador romano Poncio Pilato quiso dejar libre a Jesús. Sin embargo, fueron LOS JUDÍOS los que gritaron como energúmenos para que fuera condenado a muerte y ejecutado (Jn.19:12).

j) Fueron los JUDÍOS de Damasco los que se pusieron de acuerdo para asesinar al apóstol Pablo (Hch.9:23). ¡¡Seguro que el escritor del libro de Hechos (Lucas) era otro “antisemita pro-nazi” que odiaba a los judíos!!

k) Fueron los JUDÍOS los que se oponían con maldiciones al Evangelio de la Gracia de Dios predicado por Pablo, y entonces Pablo dijo a LOS JUDÍOS que ellos no eran dignos de la vida eterna, y que entonces se marchaba a predicar el Evangelio a los gentiles (Hch.13:45-46, 50). ¡¡Seguro que el apóstol Pablo era otro “antisemita pro-nazi!!

l) No era el pueblo judío en su totalidad los que se oponían a los apóstoles y al Evangelio, sino solamente los JUDÍOS INCRÉDULOS Y ANTICRISTIANOS, los cuales incitaban a los gentiles para que atacaran a los verdaderos cristianos (Hch.14:2).

m) Eran los JUDÍOS de Tesalónica los que alborotaron a las multitudes cuando se enteraron que Pablo predicaba el Evangelio en esa ciudad (Hch.17:13).

n) Fueron los JUDÍOS de Acaya los que atacaron a Pablo y lo condujeron al tribunal (Hch.18:12).

ñ) Fueron los JUDÍOS los que tramaron un atentado contra Pablo antes de embarcarse hacia Siria (Hch.20:3).

o) El Espíritu Santo dijo que los JUDÍOS de Jerusalén atarían a Pablo y lo entregarían a manos de los gentiles (Hch.21:11). ¿Será el Espíritu Santo otro “antisemita pro-nazi”?

p) Fueron los JUDÍOS los que tramaron una conspiración para asesinar a Pablo (Hch.23:12).

q) Fueron los líderes religiosos JUDÍOS los que acusaban a Pablo y le buscaban desesperadamente para matarlo (Hch.25:2-3, 15).
Por lo tanto, no eran todos los judíos los que odiaban a los cristianos, sino solamente los LÍDERES POLÍTICOS Y RELIGIOSOS de los judíos, los cuales eran anticristianos, malvados, malditos y asesinos, ya que rechazaban a Jesús como el Cristo y perseguían a muerte a las primeras comunidades de cristianos.

r) Las primeras iglesias cristianas fundadas por Pablo sufrían persecución por parte de los JUDÍOS (1Ts.2:14).

Algunos gentiles también perseguían y maltrataban a los primeros cristianos, porque estos eran azuzados y soliviantados por los JUDÍOS ANTICRISTIANOS: "Pero los judíos incrédulos incitaron a los gentiles y les amargaron el ánimo contra los hermanos."(Hch.14:2).

Estos judíos, o sinagoga de Satanás, acusaban falsamente a los sencillos cristianos para que los gentiles los maltrataran y los persiguieran. ¡Esta ha sido siempre la misma táctica de estos falsos judíos hijos de Satanás!, soliviantar o convencer a los gentiles para que persigan y asesinen a los verdaderos cristianos, esto sucedía en el siglo uno, y ha estado sucediendo a lo largo de esta era "cristiana.”