martes, 4 de noviembre de 2014

LOS APÓSTOLES Y LOS DONES por Daniel Chamberlin


El siglo XX fue testigo de un crecimiento generalizado de lo que muchos consideran como los dones milagrosos del Espíritu Santo. Después de un silencio de aproximadamente 1800 años en la cristiandad bíblica, los dones apostólicos aparentemente se han vuelto a manifestar. Este fenómeno se ha introducido de tal manera en la corriente principal del pensamiento religioso actual, que hasta sorprende a muchos cuando se cuestiona la validez de esta manifestación. Invitamos a todos los cristianos serios a reflexionar nuevamente sobre estos temas a la luz de la Escritura y preguntar con toda honestidad: “¿De veras se manifiestan nuevamente los dones milagrosos de los apóstoles?” Para nuestra respuesta, debemos mirar a la Escritura que tiene la última palabra.

En primer lugar, encontramos tres relaciones de dones en el Nuevo Testamento de la siguiente manera:

Rom.12:6-8
1 Cor. 12:28-30
Efesios 4:11
Profecía
apóstoles
apóstoles
servicio
profetas
profetas
enseñanza
maestros
evangelistas
exhortación
milagros
pastores-maestros
donaciones
curaciones

presidir
ayuda

hacer misericordia
administración


don de lenguas


interpretación


Conforme examinamos estas listas, encontramos que algunos de los dones pueden ser clasificados como milagrosos o extraordinarios (los que aparecen en negrillas), y otros son no-milagrosos u ordinarios. Nuestro propósito aquí es ocuparnos de los dones milagrosos. Los dividiremos en cuatro partes.

I Apóstoles:

1. ¿Quiénes eran ellos? La palabra “apóstoles” literalmente quiere decir mensajeros, enviados o delegados. No cualquiera podía ser apóstol simplemente por voluntad propia; tenían que ser personalmente elegidos para esa investidura por el Señor Jesucristo. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles (Lucas 6:13). Todos eran hombres; ningún apóstol era mujer.

Según el libro de Hechos 1:21-22, un apóstol tenía que ser un testigo ocular de Cristo a lo largo de todo su ministerio público incluyendo la etapa posterior a su resurrección.

A la iglesia del Nuevo Testamento se le permitía nombrar diáconos (Hechos 6:5) y constituir ancianos (Hechos 14:23), pero no podían nombrar apóstoles. El nombramiento de apóstoles venía directa y únicamente de Cristo. Aun en el primer capítulo de Hechos la decisión final para sustituir a Judas Iscariote fue dejada en manos del Señor. Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido (Hechos 1:24).

También nos damos cuenta que en el Nuevo Testamento la misma palabra griega “apóstoles” se utiliza para describir hombres elegidos por las iglesias para llevar información o ayuda de una iglesia a otra. (Ver 2Cor. 8:23; Fil. 2:25; Hechos 14:14). Sin embargo, no debemos confundir a estos últimos con los doce personalmente elegidos por Cristo como sus apóstoles.

Pablo gozó de un apostolado único. Aunque no había seguido a Cristo durante su ministerio público, vio efectivamente a Cristo resucitado y fue especialmente nombrado por El, tal como lo afirma en Gálatas 1:1, Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo...). De nuevo Pablo explica, y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. (1 Cor. 15:8).

Cristo llamó a Pablo aun cuando la época de nombrar apóstoles había concluido. Nótese que Pablo fue el último de todos sobre la tierra en ver al Señor de una manera visible como testigo ocular de su resurrección. Nadie ha visto a Cristo de igual manera desde la experiencia de Pablo. Es así como Pedro pudo suponer que ninguno de sus lectores había visto al Señor: A quien amáis sin haber visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso (1 Pedro 1:8). Ninguno de los así llamados apóstoles hoy en día, cumple con estos requisitos bíblicos.

2. Su propósito: Según Efesios 2:20 correspondió a los apóstoles desempeñar un papel fundamental y especial en el desarrollo inicial de la iglesia neotestamentaria: edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. Este papel incluía al menos tres funciones. En primer lugar, estos hombres eran testigos indiscutibles de la resurrección de Cristo, ya que todos ellos habían visto personalmente al Señor en su cuerpo resucitado. En segundo lugar, a ellos fue revelado el misterio de la economía del Nuevo Pacto: la iglesia, compuesta a la vez de judíos y de gentiles (Efesios 3:1-10). En tercer lugar, ellos recibieron la inspiración para escribir la Santa Escritura infalible, que pudiera ser leída por todas las generaciones venideras. Cada libro del Nuevo Testamento fue escrito ya sea por un apóstol o por alguien directamente relacionado con un apóstol. Un poco antes de su muerte, el último apóstol sobreviviente nos dice que este aspecto de su trabajo fue completado de una vez y para siempre (Apocalipsis 22:18-19). A partir de entonces no ha habido revelaciones inspiradas o genuinas.

3. Su duración. El ministerio de apóstol fue de duración limitada debido a que su labor estaba limitada al período del establecimiento de los fundamentos de la iglesia. Los fundamentos se ponen una vez únicamente, y a partir de ellos se construye los demás; no ponemos fundamentos de manera repetida y sin término. No hay lugar para apóstoles hoy día, porque los fundamentos fueron puestos hace mucho tiempo. El cristianismo bíblico ha construido sobre esos fundamentos durante aproximadamente 2000 años. Es una locura completa y arrogancia descarada atreverse a compararse con Pedro y Pablo y adoptar el título de apóstol hoy en día.

II. Profetas:

1. Quiénes eran: El Nuevo Testamento no declara cuáles eran los requisitos para este ministerio; sin embargo, los profetas son mencionados varias veces en relación con apóstoles: Les enviaré profetas y apóstoles (Lucas 11:49). Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas... (Efesios 2:20). ... como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu (Efesios 3:5).

2. Su propósito: Los textos que hemos visto muestran que los profetas participaban de la estructura fundamental de la iglesia conjuntamente con los apóstoles. Ellos enseñaron la verdad recibida por revelación divina. Sin embargo, a ellos no se les confió redactar la Sagrada Escritura, sin la supervisión de los apóstoles.

3. Su duración: Siendo cimientos al igual que los apóstoles, su ministerio cesó a la par del de los apóstoles, toda vez que el cimiento ya había sido puesto. Casi toda secta fundada en la época moderna ha sido iniciada por un profeta o apóstol que se ha asignado a sí mismo ese título. Si creemos que la profecía se sigue desarrollando en nuestros días, entonces no contamos con ninguna norma para refutar sus descaradas herejías. ¡Después de todo es imposible refutar a un profeta!

III. Las lenguas y su interpretación:

1. Lo que significaron: El don bíblico de lenguas consistía en una habilidad milagrosa de hablar una lengua o dialecto hasta ese momento desconocido para el que habla, pero vigente para un grupo étnico sobre la tierra en ese momento. Las palabras habladas tenían un contenido real y un significado. No fueron expresiones incoherentes. En el día de Pentecostés, cada uno les oía hablar en su propia lengua [literalmente, dialecto] (Hechos 2:6). Aun mas, cuando Pedro explica este milagro a la multitud, equipara el don de lenguas con la profecía, citando a Joel: En aquellos días también derramaré mi Espíritu sobre los siervos y las siervas. (2:18). De igual manera, 1Cor. 14:5 considera iguales los dones de profecía y de lenguas cuando estas últimas son interpretadas: porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.

1Cor. 12:30 refuta la noción popular de que cada creyente hablaba en lenguas. Aun en Corinto, Pablo preguntaba: ¿todos hablan en lenguas? ¿Todos interpretan?

La idea moderna de que hay otro tipo de don de lenguas, un “lenguaje celestial”, no se encuentra en las Escrituras y debe ser rechazada. La plática incoherente de esta época no es el verdadero don de lenguas.

2. Su propósito: Un propósito de las lenguas era como señal para los judíos de que el juicio de Dios vendría a ellos como nación. Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos (1Cor. 14:22). Desde Abraham, Dios les había hablado en hebreo; pero ahora, después de Cristo, Dios les estaba hablando en otras lenguas – lenguas gentiles – para mostrar a los judíos que sus privilegios nacionales estaban llegando a su fin; los gentiles iban también a participar del pacto de la gracia. El fin de la nación judía se completó plenamente con la destrucción de Jerusalén en el año 70 A. D. En ese momento la señal de juicio nacional, es decir, las lenguas, dejó de ser relevante y necesaria.

Otro propósito de las lenguas, cuando fueron acompañadas del don de interpretación, era edificar a los creyentes en la asamblea local. Las lenguas debidamente interpretadas, al igual que la profecía, servían como un medio directo para recibir una parte de la verdad. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos (1Cor. 13:9). Dios dio estas medidas temporales como una fórmula de alimento infantil (gerber) para la vida inicial de la iglesia. Posteriormente fueron desechadas al darse la revelación perfecta de toda la verdad una vez que los libros del Nuevo Testamento fueron completados. Más cuando venga lo perfecto [literalmente, maduro o totalmente desarrollado] entonces lo que es en parte se acabará (v.10). La Palabra escrita de Dios es la dieta perfectamente balanceada para los cristianos de hoy. El hablar en lenguas que se practica en esta época nos reduciría a una infancia perpetua.

3. Su duración: Puesto que las lenguas debidamente interpretadas funcionan de la misma manera que la profecía, y puesto que la profecía cesó conjuntamente con los apóstoles, asimismo el don de lenguas ha cesado. Esto es precisamente lo que Pablo dijo a los Corintos que sucedería: Pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará (1Cor. 13:8). Las lenguas eran una piedra de los cimientos totalmente colocada en los tiempos apostólicos. O, para usar la analogía de Pablo, estos dones milagrosos pertenecieron a la infancia de la iglesia, pero Dios nunca pretendió reducirnos a una permanente condición infantil. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. (v. 11).

El hecho de que 1Cor. 14 proporcione instrucciones para el uso de este don en la congregación no sirve de argumento a favor de su permanencia. Más aun, estas instrucciones son raramente obedecidas por quienes profesan hablar en lenguas hoy en día. Solamente a los varones se les permitía hablar en lenguas, y solamente en los casos en que hubiera un intérprete, y solamente a tres personas durante un servicio, y no todos a la vez, sino siguiendo un orden, uno después de otro. (Vea 1Cor. 14:28-37)

IV. Milagros y Curaciones:

1. Quiénes los hacían: Una lectura cuidadosa del Nuevo Testamento nos revela que usualmente los apóstoles ejercían estos dones especiales. Por ejemplo, y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles (Hechos 2:43)Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo (Hechos 5:12).Pablo pudo decir a los corintios, con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre nosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros (2Cor. 12:12). Si todos los creyentes pudieran obrar estas señales, entonces el argumento de Pablo en este texto no tendría significado.

2. Su propósito: El propósito primordial de estos milagros era validar la autoridad de los apóstoles como los enviados verdaderos de Dios. En Hebreos 2:3-4 leemos que la verdad de la salvación enseñada por Cristo nos fue confirmada (la salvación) por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad. Igual que en los tiempos de Moisés, así en los días de Cristo y de los apóstoles, los judíos piden señales (1Cor. 1:22) como prueba de autenticidad, y Dios suministró esa prueba.

3. Su duración: Hechos 8 nos enseña que solamente los apóstoles tenían el poder de transmitir un don milagroso a otra persona, y esa otra persona no podía transmitir a su vez ese don a un tercero. Felipe el evangelista podía hacer milagros en Samaria (Hechos 8:6-7), pero no fue sino hasta que vinieron dos apóstoles de Jerusalén, que los dones pudieron ser impartidos a los nuevos creyentes en Samaria (Hechos 8:14-19).Los dones de hacer milagros cesaron con la generación que siguió a los apóstoles. 

Observaciones Adicionales:

Hacer milagros en sí mismo no es ninguna garantía de salud espiritual. Los magos de Faraón parece que copiaban los milagros que se hacían a través de Moisés. El hombre de pecado in 2Tes. 2:9-10 es descrito como aquel inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden. Nuestro Señor enseñó que a muchos que afirman que son profetas de Cristo, y que son exorcistas, en el día del juicio no les será permitido entrar al cielo debido a que realmente son hacedores de iniquidad (Mateo 7:22-23).

Es digno de notarse que quienes afirman que poseen dones apostólicos hoy en día, raramente hablan de ciertos milagros que pueden presentar riesgos como tomar en las manos serpientes venenosas y beber alguna cosa mortífera (Marcos 16:18). Su silencio acerca de estos temas es ensordecedor.

Nos podemos preguntar, “¿Pero no deberían ser manifiestos los dones el día de hoy ya que Jesús es siempre el mismo?” La respuesta es que su carácter esencial no puede cambiar, pero eso no significa que Él está obligado a hacer siempre lo mismo a través de las generaciones sobre la tierra. Como ejemplo, ya no ofrecemos sacrificios de animales como lo hicieron los santos del Antiguo Testamento.

A aquellos que pudieran argumentar, “yo lo he experimentado, y no me importa lo que la Biblia u otras personas puedan decir,” respondemos con las palabras de Isaías 8:20. ¡A la ley y al testimonio! Si ellos no hablan de acuerdo con esta palabra, es que no les ha amanecido. La Escritura es la norma por la cual debemos medir nuestra experiencia, y no a la inversa.

¿Se manifiestan nuevamente los dones milagrosos de los apóstoles? No. Ahora no hay ni apóstoles ni dones apostólicos. Cuando se pusieron los cimientos de la iglesia, se completó el Nuevo Testamento y se desintegró la nación judía, cesó también la necesidad de ministerios especiales y de dones milagrosos. Ciertamente Dios puede realizar milagros ahora, pero el don de hacer milagros no es dado a nadie en este tiempo.

Desde una perspectiva positiva, la Escritura ciertamente ofrece algo a los creyentes que es aún más excelente que los dones extraordinarios que ya cesaron. Ofrece gracias ordinarias – tales como fe, esperanza y amor, que ahora permanecen (1Cor. 12:31; 13:8, 13). Aunque “ordinarias”, estas gracias son sin embargo sobrenaturales, y Dios puso un valor especial en ellas. Sin santidad nadie verá a Dios (Hebreos 12:14). Es nuestro deber anhelar y cultivar estas gracias.

PRAGMATISMO: ¿TENDENCIA O TRAMPA? por John MacArthur


Por la gracia de Dios, he sido el pastor de la misma iglesia por casi cuarenta años. De esa posición ventajosa, he presenciado el nacimiento y el crecimiento de tendencias amenazadoras dentro de la iglesia, algunas de las cuales han convergido bajo lo que llamaría el pragmatismo evangélico – un acercamiento hacia el ministerio que es generalizado en la cristiandad contemporánea.
¿Qué es el pragmatismo? Básicamente es una filosofía que dice que los resultados determinan el significado, la verdad, y el valor – lo que funcione se convierte en una pregunta más importante que lo que es verdad. Como cristianos, nos sentimos llamados a confiar en lo que el Señor dice, predicamos ese mensaje a los demás y le dejamos los resultados a Él. Pero muchos han hecho a un lado esto. Buscando relevancia y éxito, le han dado la bienvenida a un enfoque pragmático y han recibido el caballo de Troya proverbial.
Déjeme tomar algunos minutos para explicar un poco de la historia guiándolo hasta la trinchera actual del enfoque pragmático en la iglesia evangélica y mostrarle por qué no es tan inocente como aparenta.
La Historia Reciente
Los 1970s, en su mayor parte, fueron años de avivamiento espiritual en América. El esparcimiento del evangelio a través de los campus de muchos colegios y universidades marcó un movimiento fresco y dinámico del Espíritu Santo para llevar a las personas a la salvación en Cristo. Los bautismos masivos fueron transmitidos en ríos, lagos, y en el mar, varias versiones nuevas de la Biblia inglesa fueron lanzadas al mercado, y las publicaciones cristianas y programas radiales experimentaron un crecimiento notable.
Tristemente, el avivamiento evangélico ferviente desaceleró y fue sombreada por la avaricia y la depravación de los años ochenta y años noventa. La cultura circundante rechazó los estándares bíblicos de moralidad, y la iglesia, en vez de afirmar su cualidad distintiva y llamar al mundo al arrepentimiento, suavizó su postura sobre la santidad. El fracaso en mantener una identidad característicamente bíblica fue profunda – condujo a la apatía espiritual general y a una disminución marcada en la asistencia de la iglesia.
Los líderes de la iglesia reaccionaron a la indiferencia del mundo, no por un regreso hacia la predicación fuertemente bíblica que enfatizaba el pecado y el arrepentimiento, sino por un acercamiento pragmático para “hacer” iglesia – un acercamiento conducidos más por el mercadeo, la metodología, y el buscar resultados más que por la doctrina bíblica. El nuevo modelo del ministerio giraba en hacer a los pecadores sentirse a gusto y cómodos en la iglesia, luego convenciéndoles de los beneficios de convertirse en un cristiano. El anterior silencio ha dejado paso a la conformidad y al apaciguamiento cultural.
Aun el ministerio de la iglesia ha cambiado por sí mismo. El entretenimiento ha secuestrado a muchos púlpitos a través del país; los enfoques contemporáneos agasajan los antojos inconstantes de los creyentes profesantes; y muchas iglesias locales se han convertido en nada menos que clubes sociales y centros comunitarios donde el enfoque está en las necesidades sentidas del individuo. Aun en la radio cristiana, programas de participación del público con llamadas telefónicas, música, y psicoterapia en vivo comienzan a reemplazar la enseñanza de la Biblia como elemento básico. “Cualquier cosa que funcione”, el mantra del pragmatismo, se ha convertido en el nuevo estandarte del evangelicalismo.
La Controversia del Declive
Usted pudiera sorprenderse al enterarse de que lo que vemos ahora no es nuevo. El predicador famoso de Inglaterra, Charles Haddon Spurgeon, trató con una situación similar 100 años atrás. Entre iglesias que alguna vez fueron sólidas, Spurgeon y otros pastores fieles notaron una actitud conciliatoria hacia una cooperación abierta con el movimiento modernista. ¿Y qué motivó al compromiso? Trataron de encontrar aceptación adoptando las tendencias “sofisticadas” de la cultura. ¿Suena eso familiar para usted?
Un artículo, publicado anónimamente en la revista mensual de Spurgeon The Sword and The Trowel, notaba que cada avivamiento de la fe evangélica verdadera que había sido seguida por una generación o dos desviada de la sana doctrina, finalmente fue dirigida a una apostasía al por mayor. El autor comparó que esta dirección de la verdad hacia un declive, y así le designó “declive”. El ataque del modernismo a la iglesia echó a perder noventa por ciento de las principales denominaciones dentro de una generación a la muerte de Spurgeon. Spurgeon mismo, alguna vez el heraldo famoso y venerado de la Unión Bautista, fue marginado por la sociedad y  eventualmente se retiró de su membresía
Los Efectos del Pragmatismo
Muchos líderes de la iglesia de hoy han acogido la sutileza del pragmatismo sin reconocer los peligros que plantea. En lugar de atacar de frente la ortodoxia, el pragmatismo evangélico da servicio de labios a la verdad al mientras que silenciosamente menosprecian los fundamentos de la doctrina. En lugar de exaltar a Dios, denigran en efecto las cosas que son preciadas a Él.
En primer lugar, hay en la moda hoy una tendencia de hacer el fundamento de la fe otra cosa aparte de la Palabra de Dios. La experiencia, la emoción, la moda, y la opinión popular son a menudo más autoritativas que la Biblia en determinar lo que muchos cristianos creen. Desde la revelación privada e individual a una mezcla de psicología secular con “principios” bíblicos, los cristianos escuchan la voz de la serpiente que una vez le dijo a Eva, “la Palabra de Dios no tiene todas las respuestas”. La consejería cristiana refleja ese sentido, frecuentemente ofrecen nada más que una terapia experimental y antibíblica de autoayuda en lugar de respuestas sólidas de la Biblia.
La obra misionera cristiana está a menudo plagado de pragmatismo y compromiso, porque mucho en las misiones evidentemente han concluido que lo que obtiene resultados es más importante que lo que Dios dice. Eso es verdad entre iglesias locales igualmente. Se ha puesto de moda renunciar a la proclamación y la enseñanza de la Palabra de Dios en los servicios de adoración. En lugar de eso, las iglesias sirven un régimen insignificante de drama, música, y otras formas de entretenimiento.
En segundo lugar, el pragmatismo evangélico tiende a conmover el centro de la fe lejos del Hijo de Dios. Usted ha visto esto repetidamente si observa seguido la televisión religiosa. El evangelio de riqueza, salud y  prosperidad apoyado por muchos tele-evangelistas son el ejemplo máximo de esta tipo de fe de fantasía. Este evangelio falso apela imperturbablemente a la carne, corrompiendo todas las promesas de la Sagrada Escritura y alienta la avaricia. Hacen de las bendiciones materiales el objeto de los deseos del cristiano y no Jesucristo.
La fe-fácil maniobra el mensaje de manera diferente, pero el efecto es lo mismo. Es la promesa del perdón sin las demandas duras del evangelio, el mensaje perfecto para los pragmatistas. Ha hecho mucho para popularizar el “creer” pero poco para provocar una fe sincera.
Cristo ya no es el centro del mensaje. Mientras que Su nombre es mencionado de vez en cuando, el centro real es  hacia dentro, y no hacia arriba. Las personas son estimuladas a mirar hacia dentro; para intentar comprenderse; para enfrentarse con sus problemas, sus daños, sus decepciones; tener sus satisfechas sus necesidades, conceder sus deseos, sus demandas suplidas. Casi todas las versiones populares del mensaje promueven y legalizan una perspectiva egocéntrica.
En tercer lugar, hoy la Cristiandad es contagiada por una tendencia para mirar el resultado de la fe como algo menos que el estándar de Dios de vida piadosa. Derribando la importancia de vida piadosa – tanto por el precepto como por el ejemplo – la doctrina bíblica de la conversión es socavada. Piense acerca de esto: ¿Qué más pudo hacer Satanás para intentar destruir la iglesia que el socavar la Palabra de Dios, desplazando a Cristo como foco central, y minimizando la vida santa?
Todas esas cosas ocurren lentamente y firmemente dentro de la iglesia hoy mismo. Trágicamente, la mayoría de los cristianos parecen inconscientes de los problemas, satisfechos con una cristianismo que está muy de moda y altamente visible. Pero la iglesia verdadera no debe ignorar esas amenazas. Si peleamos por mantener la pureza doctrinal con un énfasis en un ministerio y predicación bíblica, podemos conquistar los ataques externos. Pero si el error es permitido en la iglesia, muchos más en las iglesias se declinarán al grado de sufrir el mismo destino que las denominaciones que oyen, pero ignoran, la súplica apasionada de Spurgeon.
Hágalo su petición habitual de oración para que el Señor eleve la autoridad de Su Palabra, la gloria de Su Hijo, y la pureza de Su pueblo en la iglesia evangélica. Que el Señor nos avive y nos manténganos lejos del terreno resbaladizo del pragmatismo.
Publicado originalmente aquí.

LA FIDELIDAD DE DIOS por Arthur W. Pink


“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel” (Deut. 7:9)
La infidelidad es uno de los pecados más predominantes de estos días malos. En el mundo de los negocios, salvo excepciones cada vez más raras, los hombres no se sienten ligados ya a la palabra empeñada. En la esfera social, la infidelidad conyugal abunda por todos lados; los sagrados lazos del matrimonio son quebrantados con la misma facilidad con que se desecha una prenda vieja.
En el reino eclesiástico, miles que prometieron solemnemente predicar la verdad, la atacan y niegan sin escrúpulo alguno. Ningún lector o escritor puede pretender ser inmune a este terrible pecado; ¡de cuántas maneras diferentes hemos sido infieles a Cristo y a la luz y privilegios que Dios nos ha confiado!
Esta cualidad es esencial a su ser, sin ella no sería Dios. Para Dios, ser infiel sería obrar en contra de su naturaleza, lo cual es imposible: “Si fuéremos infieles él permanece fiel: no se puede negar a sí mismo” (2Tim. 2:13). La fidelidad es una de las gloriosas perfecciones de su ser.
Es como si estuviera vestido de ella: “Oh Jehová, Dios de los ejércitos, ¿quién como tú? Poderoso eres, Jehová, y tu verdad está en torno de ti” (Sal. 89:8). Asimismo, cuando Dios fue encarnado, fue dicho: “La justicia será el cinturón de sus lomos, y la fidelidad lo será de su cintura.” (Isa. 11:5).
¡Qué palabra la del Salmo 36:5: “Jehová, hasta los cielos es tu misericordia; tu verdad hasta las nubes!” La fidelidad inmutable de Dios está muy por encima de la comprensión finita. Todo lo concerniente a Dios es vasto, grande, incomparable. El nunca olvida, ni falta a su Palabra; nunca la pronuncia con vacilación, nunca renuncia a ella. El Señor se ha comprometido a cumplir cada promesa y profecía, cada pacto establecido y cada amenaza, porque “Dios no es hombre, para que mienta; ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, “¿y no lo hará?; habló ¿y no lo ejecutará?” (Núm. 23:19). Por ello exclama el creyente: “Nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad” (Lam. 3:22,23).
Las ilustraciones sobre la fidelidad de Dios son muy abundantes en las Escrituras. Hace más de cuatro mil años, Él dijo: “Mientras exista la tierra, no cesarán la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche” (Gén. 8:22). Cada año que pasa es una nueva prueba del cumplimiento de esta promesa por parte de Dios.
En Génesis 15 leemos que Jehová declaró a Abraham: “Entonces Dios dijo a Abram: “Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no será suya, y los esclavizarán y los oprimirán 400 años. Pero yo también juzgaré a la nación a la cual servirán, y después de esto saldrán con grandes riquezas. Pero tú irás a tus padres en paz y serás sepultado en buena vejez. En la cuarta generación volverán acá,” (vs. 13-16).
Los siglos siguieron su curso, y los descendientes de Abraham gemían mientras cocían ladrillos en Egipto. ¿Había olvidado Dios su promesa? No, por cierto. Leamos (Exo. 12:41): Pasados los 430 años, en el mismo día salieron de la tierra de Egipto todos los escuadrones de Jehová. Dios, hablando por el profeta Isaías, declaró: “Por tanto, el mismo Señor os dará la señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel” (Isa. 7:14). De nuevo Pasaron los siglos, “pero venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo, nacido de mujer” (Gál. 4:4).
Dios es veraz. Su palabra de promesa es segura. En todas sus relaciones con su pueblo Dios es fiel. En El, él hombre puede confiar. Nadie ha confiado jamás en Dios en vano. Esta verdad preciosa la encontramos expresada en cualquier lugar de la Escritura, porque su pueblo necesita saber que la fidelidad es una parte esencial del carácter divino.
Este es el fundamento de nuestra confianza. Pero una cosa es aceptar la fidelidad de Dios como una verdad divina, y otra muy distinta actuar de acuerdo con ella. Dios nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, pero ¿contamos realmente con su cumplimiento? ¿Esperamos, en realidad, que haga por nosotros todo lo que ha dicho? ¿Descansamos con seguridad absoluta en las palabras: “Fiel es el que prometió”? (Heb. 10:23).
Hay épocas en la vida de todos los hombres, incluso en la de los cristianos, cuando no es fácil creer que Dios es fiel. Nuestra fe es penosamente probada, nuestros ojos oscurecidos por las lágrimas, y no podemos acertar a ver la obra de su amor. Los ruidos del mundo aturden nuestros oídos perturbados por los susurros ateos de Satanás, que nos impiden oír los acentos dulces de su tierna y queda voz.
Los planes que acariciábamos han sido desbaratados, algunos amigos en los cuales confiábamos nos han abandonado, alguien que profesaba ser nuestro hermano en Cristo nos ha traicionado. Nos tambaleamos. Intentamos ser fieles a Dios, pero una oscura nube le esconde de nosotros. Encontramos que, para el entendimiento carnal, es difícil, mejor dicho, imposible armonizar los reveses de la providencia con sus gratas promesas.
“¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios” (Isa. 50:10). Cuando seamos tentados a dudar de la fidelidad de Dios gritemos: “¡Vete, Satanás!
Aunque no podamos armonizar el proceder misterioso de Dios con las declaraciones de su amor, espera en él, y pídele más luz. Él te lo mostrará a su debido tiempo. “Lo que yo hago, tú no entiendes ahora; mas lo entenderás después” (Juan. 13:79.
Los resultados mostrarán que Dios no ha olvidado ni defraudado a los suyos. “Empero Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto será ensalzado teniendo de nosotros misericordia: porque Jehová es Dios de juicio; bienaventurados todos los que le esperan” (Isa. 30:18). “Tus testimonios, que has recomendado, son rectos y muy fieles” (Sal. 129:36). Dios no sólo ha hecho saber lo mejor, sino que no nos ha escondido lo peor. Nos ha descrito fielmente la ruina que la caída trajo consigo.
Ha diagnosticado fielmente el estado terrible que ha producido el pecado. Nos ha hecho conocer su oído arraigado hacia el mal, y que éste debe ser castigado. Nos ha prevenido fielmente que Él es “fuego consumidor” (Heb. 12:29). Su palabra no sólo abunda en ilustraciones de su fidelidad en el cumplimiento de sus promesas, sino que también registra numerosos ejemplos de su fidelidad en el cumplimiento de sus amenazas. Cada etapa de la historia de Israel ejemplifica este hecho solemne.
Lo mismo sucede en lo referente a los individuos: Faraón, Acán y otros muchos son otras tantas pruebas; a menos que hayamos acudido ya, o que acudamos a Cristo en busca de refugio, el tormento eterno del lago de fuego será el que nos espere. Dios es fiel. Dios es fiel al proteger a su pueblo. “Fiel es Dios, por el cual sois llamados a la participación de su Hijo” (1Cor. 1:9). En el versículo precedente se promete que Dios confirmará a los suyos hasta el fin. La fe del apóstol en la absoluta seguridad de la salvación de los creyentes se basaba, no en el poder de sus resoluciones ni en su capacidad para perseverar, sino en la veracidad de Aquel que no puede mentir.
Dios no permitirá que perezca ninguno de los que forman parte de la herencia que ha dado a su Hijo, sino que ha prometido librarles del pecado y la condenación, y hacerles partícipes de la vida eterna en gloria. Dios es fiel al disciplinar a los suyos. Es tan fiel en lo que retiene como en lo que da. Fiel al enviar penas, tanto como al dar alegrías. La fidelidad de Dios es una verdad que debemos reconocer, no sólo cuando estamos en paz, sino también cuando sufrimos la más severa reprensión.
Este reconocimiento debe estar en nuestro corazón, no debe ser de labios solamente. Es la fidelidad de Dios la que maneja la vara con la que nos hiere. Reconocerlo así equivale a humillarnos delante de Él y confesar que merecemos su corrección, y, en lugar de murmurar, darle gracias. Dios nunca aflige sin razón: “Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros” (1Cor. 11:30), ilustra este principio. Cuando su vara cae sobre nosotros digamos con Daniel: “Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro” (Dan. 9:7).
“Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justicia, y que conforme a tu fidelidad me afligiste” (Sal. 119:75). La pena y la aflicción son no sólo compatibles con el amor prometido en el pacto eterno, sino partes de la administración del mismo. Dios es fiel, no solamente a pesar de las aflicciones, sino también al enviarlas. “Entonces visitaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades. Mas no quitaré de él mi misericordia, ni falsearé mi verdad” (Sal. 89:32,33).
El castigo es, no sólo reconciliable con su misericordia, sino el efecto y la expresión de la misma. ¡Cuánta más paz de espíritu tendría el pueblo de Dios si cada uno recordara que su pacto de amor le obliga a enviar corrección cuando es conveniente! Las aflicciones nos son necesarias: “En su angustia madrugarán a mí” (Oseas 5:15). Dios es fiel al glorificar a sus hijos. “Fiel es el que os ha llamado; el cual también lo hará” (1Tes. 5:24). Aquí se refiere a los santos que son guardados enteros sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Dios no nos trata según nuestros méritos (pues no tenemos ninguno), sino según su propio gran nombre.
Dios es fiel a sí mismo y a su propio propósito de gracia: “A los que llamó… a estos también glorificó” (Rom. 5:30). Dios da una demostración plena de la permanencia de su bondad eterna hacia sus escogidos al llamarlos eficazmente de las tinieblas a su luz admirable; y esto debería asegurarles plenamente de la certeza de su perseverancia. “El fundamento de Dios está firme” (2Tim. 2:19). Pablo descansaba en la fidelidad de Dios cuando dijo: “Yo sé a quién he creído, y estoy cierto que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2Tim. 1:12).
La comprensión de esta bendita verdad nos librará de la inquietud. Cuando estamos llenos de ansiedad, cuando vemos nuestra situación con temor, cuando miramos al mañana con pesimismo, estamos rechazando la fidelidad de Dios. El que ha cuidado de su hijo a través de los años no lo abandonará cuando sea viejo. El que ha oído tus oraciones en el pasado, no dejará de suplir tus necesidades en el momento de apuro. Descansa en Job 5:19: “En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará el mal”.
La comprensión de esta bendita verdad refrenará nuestra murmuración. El Señor sabe qué es lo mejor para cada uno de nosotros, y el descansar en esta verdad acallará nuestras quejas impacientes. Dios será grandemente honrado si, cuando pasamos por la prueba y la reprensión, tenemos buena memoria de Él, vindicamos su sabiduría y justicia, y reconocemos su amor incluso en la misma reprobación.
La comprensión de esta bendita verdad aumentará nuestra confianza en Dios. “Por eso los que son afligidos según la voluntad de Dios, encomiéndenle sus almas, como fiel Creador, haciendo bien” (1Ped. 4:19). Cuando depositemos confiadamente nuestras vidas y nuestras cosas en las manos de Dios, plenamente persuadidos de su amor y fidelidad, pronto nos contentaremos con sus provisiones, y nos daremos cuenta que “Dios lo hace todo bien”.

¿QUÉ DEBE HACER UN CRISTIANO CUANDO SE ENCUENTRA EN UNA IGLESIA QUE SE HA TORNADO CADA VEZ MÁS LIBERAL Y MODERNISTA? por William Macdonald


“Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2Co_6:17-18).

Esa iglesia fue fundada por hombres que creían que la Biblia es inerrante, y en todas las demás doctrinas fundamentales de la fe. Tenía una gloriosa historia de fervor evangélico y de esfuerzo misionero. Muchos de sus ancianos eran eruditos bien conocidos y fieles predicadores de la Palabra.

Pero los seminarios e institutos bíblicos los han sustituido por una nueva especie y ahora los pastores que salen de ellos predican un evangelio social. Todavía emplean fraseología bíblica, pero dan a entender algo completamente diferente con ella. Socaban las doctrinas más importantes de la Biblia, ofrecen explicaciones naturales para los milagros y hacen mofa de la moralidad bíblica. Salen al frente defendiendo la política radical y las causas subversivas. Hablan despectivamente de los fundamentalistas.

¿Qué debe hacer un cristiano? Quizás su familia ha estado relacionada con esa iglesia durante generaciones. él mismo ha contribuido generosamente a través de los años. Sus amigos más íntimos están allí. Se pregunta qué les sucederá a los jóvenes de su iglesia, si él se va. ¿No debe permanecer en la iglesia y ser una voz de Dios mientras esto sea posible?

Sus argumentos le parecen plausibles. Sin embargo, su alma justa se aflige al ver que la gente acude a las reuniones de la iglesia en busca de pan semana tras semana, y no consigue sino piedras. Aprecia todo lo que le liga aún allí y se apena al oír que a su Salvador lo condenan con confusas alabanzas.

No hay duda acerca de lo que debe hacer. DEBE DEJAR ESTA IGLESIA. Es el claro mandamiento de la Palabra de Dios. Si se deshace de ese yugo desigual, Dios se encargará de todas las consecuencias. Dios asumirá la responsabilidad por aquellos jóvenes y proveerá nuevas amistades. De hecho, Dios mismo promete serle un Padre con una intimidad que es conocida solamente por aquellos que son obedientes indiscutiblemente. “La bienaventuranza de la verdadera separación es nada menos que la gloriosa compañía del gran Dios”.