EL ARREPENTIMIENTO BÍBLICO
La Necesidad de esta Hora
L.R. SHELTON JR.
(1923-2003)
1. LA NECESIDAD DE ARREPENTIMIENTO
¿Por qué es el arrepentimiento bíblico
la necesidad de esta hora? Porque vivimos en una época en que la
mayoría de los líderes religiosos realmente niegan la necesidad de
arrepentimiento. Si es que lo predican lo debilitan como el presidente de un
seminario que dijo que el arrepentimiento no significa más que “un caballero
decirle a Dios que lamenta haber hechos lo que hizo”. Otros dicen que el
arrepentimiento es únicamente para los judíos y no para nosotros en la
actualidad. Algunos dicen que el arrepentimiento es sólo para los hijos de Dios
y que no tienen nada que ver con los pecadores perdidos, mientras que otros
predican justo lo contrario: ¡dicen que el arrepentimiento es sólo para
pecadores perdidos pero no para los hijos de Dios! ¡Y aún otros afirman que
arrepentimiento es meramente una forma de obras y que ningún grupo lo necesita!
Por lo tanto, mi propósito es refutar estos errores fatales que están engañando
a las almas preciosas para su destrucción eterna.
Ahora escuchemos el testimonio
de la Palabra de Dios. Veamos las palabras de nuestro Señor en Lucas 13:3 y 5,: Antes si no os arrepentís,
todos pereceréis igualmente”. Lo que está diciendo es esto: “A menos
que renunciéis a vuestras armas de rebelión contra Dios, moriréis en el
infierno porque permanecéis bajo la ira de Dios. ¡Confesad vuestros pecados y
no los cometáis más o moriréis para siempre!”
Por lo tanto, para empezar, tengo que
presentar el efecto del pecado sobre la raza humana, especialmente sobre ti y
sobre mí. ¿Qué es el pecado?
En esencia, el pecado es rebelión contra
Dios. Esto significa creer que tenemos el derecho de hacer con nuestra vida lo
que nos da la gana y de actuar independientemente de Dios y su santa ley. Como
dice el apóstol Juan: “Todo aquel que comete
pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción a de la ley” (1ª
Juan 3:4). De hecho, el pecado es una manera de decirle a Dios: “No te metas con mi
vida; no te necesito”.
La doctrina del efecto del pecado sobre
ti y sobre mí y sobre toda la raza humana es muy seria. Así
como ningún corazón lo puede concebir apropiadamente, así la boca no puede
expresar adecuadamente el estado de perdición y ruina que el pecado ha causado
al hombre culpable y desdichado. Te preguntas: “¿Qué ha hecho?” ¡Oh,
mi amigo, nos ha separado de Dios! ¡Ha desfigurado y
arruinado nuestro cuerpo, alma y espíritu! El pecado ha llenado
nuestro cuerpo de enfermedades y dolencias. El pecado ha desfigurado la imagen
de Dios en nuestra alma. ¡El pecado ha cortado nuestra comunión con él quien
nos hizo a su propia imagen moral! El pecado ha hecho que por naturaleza tú y
yo seamos amantes del pecado y aborrecedores de Dios, quien es el único bien.
¡Si, es cosa muy seria considerar el pecado a la luz de la Palabra de
Dios, ver lo que le ha hecho al hombre, a Dios y su Cristo, y a la creación de
Dios! El pecado nos ha desligado de Dios y ha abierto las puertas del infierno.
Es serio porque el pecado le ha costado al hombre su bien más precioso: su
alma imperecedera.
Además, la doctrina del
pecado revelada en la Palabra de Dios es una muy humillante.
¿Por qué? Porque la Biblia no nos presenta meramente como ignorantes
y necesitados de enseñanza. Ni nos presenta como débiles y necesitados de un
tónico. En cambio, revela que tú y yo estamos espiritualmente muertos y que
carecemos de cualquier justicia y rectitud que nos dé algún
mérito ante Dios.
Esto significa que espiritualmente
carecemos de fuerza, somos totalmente incapaces de mejorarnos a nosotros
mismos, estamos expuestos a la ira de Dios y no podemos realizar ni una obra
que sea aceptable para un Dios santo (Rom 3:10-18).
La imposibilidad de
que alguno pueda ganarse la aprobación de Dios por medio de sus propias obras
resulta claro en el caso del joven rico que se acercó a Jesús (Mat. 19). Cuando
juzgamos a este joven según las normas humanas, era un modelo de virtudes y de
logros religiosos. Pero, como tantos otros que confían en sus propios esfuerzos
y su propia justicia, desconocía la espiritualidad y lo estricto de la ley de
Dios. Cuando Cristo le mostró la codicia de su corazón, se fue triste, porque
poseía muchos bienes. Era humillante descubrir que sus mejores
estudios religiosos no eran más que trapos de inmundicia al olfato de Dios
(Isa. 64:6). Este joven no quiso confesar que su moralidad y que sus mejores
acciones no eran más que obras de tinieblas condenatorias por las que
necesitaba sentir pesar y a las que tenía que renunciar.
¡Qué humillante es descubrir que Dios
requiere la verdad en lo
íntimo (Salm. 51:6)! ¡Qué humillante es
que no podemos librarnos nosotros mismos del pecado en nuestro corazón y en
nuestra mente! Qué humillante es que nosotros, como todos los demás, tenemos
que comparecer ante Dios como pecadores y declararnos culpables ante
él. No queremos confesar que somos pecadores – perdidos,
descarriados, indefensos y culpables – ante Dios. ¡El moral y farisaico no
quiere confesar que está en la misma situación ante Dios que el violador, la
prostituta y el borracho! No obstante, somos pecadores por naturaleza y en la
práctica.
No podemos librarnos del pecado por
medio de una resolución, una orden, un sacrificio ni por medio de apararnos
totalmente del mundo, porque es nuestra naturaleza. Jeremías
13:23 dice: “¡Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también,
¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?
Este hecho humilló al apóstol Pablo. Lo
llevó a arrepentirse y confesar que ante Dios era un pecador merecedor del
infierno. En Romanos 7 nos cuenta que en una época vivía sin la ley; pero que
cuando conoció el mandamiento de que no debía codiciar, se llenó de codicia.
Comprendió que era carnal, que se había vendido al pecado. Confesó que era
humillante enterarse de que lo que quería hacer –vivir justa y
rectamente—no podía hacer. Y lo que no quería hacer
–pecar contra un Dios santo, recto y justo—eso es lo que hacía. Confesó
tener la voluntad de hace lo bueno, pero no el poder para
hacerlo. Su voluntad estaba depravada, y su naturaleza pecaminosa lo tenía
cautivo: “Porque no hago el bien que quiero, sino el
mal que no quiero, eso hago” (Rom. 7:19). Por más que luchaba contra él, tomaba
resoluciones contra él, lo denunciaba y hacía todo lo que podía en su contra
–no se podía librar de él.
De la misma manera, cuando nosotros, por
el pode iluminador del Espíritu de Dios, vemos el terrible poder del
pecado en nuestra vida, es humillante.
¡La Biblia declara el efecto del
pecado sobre el hombre es tal que nuestro corazón es comparable a
algunas de las cosas más repugnantes que nos podamos imaginar! Se vale
de estas descripciones para mostrarnos cómo considera Dios nuestros pecados.
¡Sabes que la Palabra de Dios
nos describe como gusanos? Lo hace en Job 25:4-6: “¿Cómo, pues, se
justificará el hombre para con Dios? ¡Y cómo será limpio el que nace de mujer?
He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas sin
limpias delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano, y el
hijo de hombre, también gusano?” EL significado de la raíz de la palabra usada
aquí como gusano en el hebreo es “gusano de podredumbre”. Esta
es la forma como Dios nos ve; en proceso de putrefacción, fuera de Cristo.
Además, ¿sabías que Dios nos describe en
nuestra naturaleza depravada como una “podrida llaga”. Así lo hace en Isaías 1:4-6:
“¡Oh
gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos
depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron
atrás.¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza
está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza
no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están
curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.”
Las Escrituras también muestran que el
pecado ha hecho al hombre como bestias ignorantes y estúpidas. Leemos en el
Salmo 73:22: “Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante
de ti”. También leemos en el Salmo 49:20: “El hombre que está en honra t no
entiende, semejante es a las bestias que perecen”. Si todavía
estás jugando con el pecado, condenas tu alma al infierno. Y eres como las
bestias que perecen porque no entiendes.
Alguien me dice: “¡Esta no es una manera
agradable de decir las cosas!” Lo sé, pero es lo que dice la
Palabra de Dios. Tenemos que despojarnos de todo nuestro orgullo y
fariseísmo y renunciar para siempre a querer algo en nosotros que nos
recomiende a Dios.
¡Qué cuadro del hombre depravado! ¡Qué
imagen de ti y de mí por naturaleza! Viéndonos en este estado de putrefacción,
Dios tiene que ordenar que nos arrepintamos.
Quiero razonar contigo: Si no te ocupas
de la eternidad y no piensas en el mundo venidero, entonces de seguro la
Palabra de Dios te retrata con exactitud en estas descripciones. Eres un
gusano, como una llaga podrida y como una bestia que perece. ¡Oh que supieras
tu final (Deut. 32:29) y acudieras ya mismo a Dios arrepentido, y te
encomendaras a su misericordia en Cristo! ¡Oh que te presentaras hoy
ante el Dios Santo, humillándote ante él, y clamando a él como verdadero
arrepentimiento!
Entonces ya ves que el hombre está en
una posición de rebeldía contra la soberanía y la autoridad de Dios. Por eso es
que nuestro Señor Jesús vino al mundo predicando: “Arrepentíos, porque
el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Ordena a cada pecador
que abandone sus armas de rebelión y enarbole la bandera blanca de rendición
para entrar al Reino de Dios. En otras palabras, el pecador tiene que cambiar
de parecer en lo que respecta al pecado.
Y esto es exactamente lo que significa
arrepentirse: cambiar de parecer en lo que respecta al pecado y a Dios, lo
cual da como resultado el apartarse del pecado y acercarse a Dios ¡Y qué
apartarse es éste! El arrepentimiento afecta la totalidad de la
vida del pecador.
Arrepentimiento incluye que el
pecador asuma la culpa de su condición pecaminosa ante Dios y
ponerse del lado de él en contra de sí mismo. El penitente no culpa a ningún
otro de su condición, sino que se condena a sí mismo bajo la ira eterna de Dios
porque se lo merece.
Arrepentimiento incluye sentir
gran tristeza por el pecado. Segunda Corintios
7:10 dice que “la tristeza que es según
Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse”. Y mateo 5:4 dice: “bienaventurados los que lloran,
porque ellos recibirán consolación.”
El arrepentimiento lleva a confesar
los pecados. No escondiendo nada el pecador se hace responsable de sus
pecados y abre su corazón pecaminoso a Dios.
Además, el arrepentimiento lleva a renunciar
al pecado. El pecador arrepentido toma la determinación de no volver a
él. Por lo tanto, en el arrepentimiento bíblico, el pecador convicto y
convencido asume su lugar ante Dios como un condenado con justicia. Aborrece su
pecado, anhela ser libre de él. Siente gran tristeza por su pecado, anhela ser
libre de él. Siente gran tristeza por su pecado y toma la determinación de no
volver a él. Y demuestra que su arrepentimiento es
real andando en la senda de justicia y en auténtica santidad. “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” es la
evidencia de que ha ocurrido un cambio radical en nuestra vida (Mat. 3:8)
En Hechos 17:30 leemos estas palabras: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de
esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se
arrepientan”. Dios dice que todos los hombres –no sólo los gentiles,
sino todos los hombres, lo cual incluye a todo pueblo, lengua,
nación y tribu. Y en el v.31 encontramos porqué Dios ha ordenado que todos los
hombres en todas partes se arrepientan: ¡El juicio se acerca! “¡Arrepentíos!”
dice Dios. “El Rey viene para juzgar! Arrepentíos si valoráis
vuestra alma” ¿Por qué? “Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al
mundo con justicia, por aquel varón a quien designó (Jesucristo), dando fe a
todos con haberle levantado de los muertos”. Sí, Dios ordena que todos los
hombres en todas partes se arrepientan y produzcan fruto digno de su
arrepentimiento lo cual es una vida santa. ¡o se enfrentará con ellos en un
juicio sin misericordia!
La cuestión es que Dios es soberano en
su salvación. Sólo él establece los términos bajo los cuales recibe a pecadores
rebeldes en su reino. Su Palabra declara que él es amante, gentil,
misericordioso y generoso; pero es también santo, recto y justo. Por lo tanto,
ordena a los hombres que se arrepientan. A menos que el pecador rebelde se
arrepienta y crea el evangelio, no hay perdón. Pero ¡alabado sea su nombre
precioso, es a este tipo de pecador que él mirará! El Señor dice en Isaías 66:2 “Pero miraré a aquel que es pobre y
humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”. También el Salmo 51:17 nos dice: “Los sacrificios de Dios son el
espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh
Dios”.
¡Alabado sea el Señor! Nunca rechazará
al pecador arrepentido y creyente. Cristo vino a buscar y salvar a justamente
este tipo de pecador. Esucha a Isaías 55:6,7: “Buscad a Jehová mientras pueda
ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el
hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia,
y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. Nota que en estos
versículos hay nuevamente un mandato de que dejemos nuestro propio camino y nos
volvamos a Dios. ¡Deja tu camino y vuélvete a Dios!
Debo recalcar también otra verdad: el
arrepentimiento bíblico es perpetuo –el hijo de Dios se arrepentirá
hasta que Dios lo lleva a su morada. El arrepentimiento es un modo de pensar
permanente, un aborrecimiento continuo del mal.
¡Oh, cuantas almas preciosas han sido
condenadas aquí mismo! Parecen arrepentirse por un tiempo. Dejan sus antiguas
compañías y dejan los lugares donde competían sus pecados: el bar, el salón de
baile, la casa de la prostituta. Parecen aceptar a Cristo. aun predican,
enseñan y testifican de él. pero porque son “oidores
pedregales” (Mar. 4:5, 6, 16, 17), solo duran un tiempo. Empiezan a
enfriarse, volviendo gradualmente a sus costumbres de antes. Vuelven al pecado,
vuelven a aquello a lo que habían renunciado. Uno a uno vuelven a sus antiguos
pecados y compañeros, y vuelven al mundo. Eso es porque su arrepentimiento no
era perpetuo: no surgió del nuevo nacimiento sino de la carne. La
Palabra de Dios los describe:
Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de
las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador
Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene
a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el
camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del
santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero
proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el
cieno. (2ª Pedro 2:20-22)
En muchos casos, ese volver es lento.
¡Pocos vuelven una sola vez! Primero, anhelan la “libertad”; escudriñan la
Palabra de Dios para averiguar cuanta libertad tienen, para poder vivir lo
más cerca posible al pecado. Luego, poco a poco vuelven a este pecado y a aquel
otro. Por último, ya no tienen un testimonio para Cristo, sino solo una
confesión de fe externa. El pecado ya no los molesta. No lo aborrecen ni
están en contra de él. se dicen así mismos que Dios ya no quiere que se
arrepientan y aborrezcan al pecado, piensan que están en el camino de vida, no
obstante, ¡el pecado ya no los molesta! Entonces vuelven a esos pecados de los
cuales una vez se habían arrepentido, diciendo: “¡Ahora tenemos libertad para
andar en estos caminos!” Pero, ¡oh, amigos, esto no es libertad, sino un
permiso para hacer lo que siempre has querido hacer, permiso para
andar en el pecado sin restricciones! ¡Has jugado con fuego y tu corazón está
ahora endurecido por el engaño del pecado! (Heb. 3:12).
También te advierto: ¡cuídate del
arrepentimiento que no continúa! No es un arrepentimiento bíblico
auténtico, tu corazón volverá a estar satisfecho con la basura del mundo: “De
ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma,
ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?” (Isa. 44:20).
Por lo tanto, nunca lo olvides: el verdadero arrepentimiento es perpetuo.
Si te has convertido de verdad, aborrecerás y dejaras tus pecados por el resto
de tu vida. Y anhelarás ser santo, ser como Cristo y agradar a Dios.
Yo te pregunto: “¿Alguna vez has poseído
tú el arrepentimiento bíblico auténtico que Dios ordena de todos los hombres?”
Ahora debo agregar que el
arrepentimiento es un don de la gracia que obra en el corazón por el
poder de Dios el Espíritu Santo. Hechos 11:18 nos dice: “De manera que también
a los gentiles a dado Dios arrepentimiento para
vida!” El Espíritu Santo nos muestra nuestra condición pecaminosa ante Dios y
pone en nosotros la voluntad de renunciar a nuestro odio de Dios y su
autoridad. Y por su gracia nos da el anhelo d andar con él en novedad de vida y
santidad.
Como ya hemos visto, nos ordena
arrepentirnos porque tú y yo somos rebeldes contra Dios por
naturaleza. Todo hombre aparte de Cristo es un rebelde contra
el trono de Dios (Rom. 8:7). Debido a nuestra naturaleza pecaminosa hemos
determinado vivir nuestra vida apartados de Dios. Por eso tenemos que cambiar
radicalmente nuestra manera de pensar con respecto a vivir independientemente
de él. ¡Esto lo demostramos por medio de nuestro clamor a Dios pidiéndole que
sea nuestro Señor y el Soberano de nuestra
vida!
Porque le hemos escupido en el rostro,
blasfemado su nombre, inclinado ante los dioses del oro y del placer, pasado su
día como nos place y andado con orgullo y arrogancia contra él. Dios nos manda
arrepentirnos y creer en el Señor Jesucristo. Tenemos que cambiar nuestra
manera de pensar acerca del orgullo y la arrogancia, acerca de la codicia y los
placeres mundanos y acerca de andar por nuestro propio camino.
Tenemos que clamar a él para que obre su amor e santidad en nosotros.
Sí, mi amigo, porque no lo hemos amado a
él con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas y hemos derrochado nuestro
amor en el yo y en el mundo, Dios nos ordena arrepentirnos y confiar en el
Señor Jesús para remisión de nuestros pecados. Porque, fíjate bien, el
arrepentimiento auténtico quita el yo del trono y entroniza
a Cristo como Señor sobre cada área de la vida.
3. LA CONEXIÓN
DE ARREPENTIMIENTO CON LA FE
En la Palabra de Dios, el
arrepentimiento y la fe se hallan conectados inseparablemente, y deben ser
predicados juntos. No separemos lo que Dios a juntado (Mat. 21:32; Mar. 1:15;
Hech. 2:38; 5:31; 20:21; 2ª Tim. 2:25).
La Palabra de Dios enseña
claramente que Dios ordena “a todos los hombres en todo lugar, que se
arrepientan” (Hechos 17:30). Además, la Biblia enseña claramente
que el arrepentimiento es tan necesario como la fe en
el Señor Jesucristo. Pablo les dijo a sus oyentes en Hechos 20:20,21: “y como
nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por
las a casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para
con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”. Por lo tanto, el
arrepentimiento y la fe son ordenados por Dios en el llamado del evangelio.
¡Escucha estos versículos en que estas
grandes verdades son presentadas juntas en la Palabra de Dios! En Marcos 1:15: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de
Dios e ha acercado, arrepentíos, y creed en el evangelio” “Porque vino a vosotros
Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las
rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para
creerle” (Mat. 21:32). Dios da este testimonio de su ministerio: “Testificando
a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en
nuestro Señor Jesucristo” (Hech. 20:21). La epístola a los Hebreos dice: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina
de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento
del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios” (Heb. 6:1). Y uno de los últimos
mandatos de nuestro Señor a sus discípulos antes de ascender al cielo se
encuentra en Lucas 24:46-48: “y les
dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y
resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde
Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas.”
La Biblia nos da ilustraciones de
los que se acercaron a Cristo con arrepentimiento y fe; estos acudieron a él
para que los perdonara de sus pecados. El ladrón en la cruz se arrepintió y
creyó, el hijo pródigo se arrepintió y creyó, y por lo tanto pedimos a los
hombres hoy que se arrepientan y crean.
El Arrepentimiento y El Perdón del Pecado Deben Ser
Predicados Juntos
Nuestro Señor les dijo a sus discípulos,
así como a nosotros también, que siguieran su ejemplo en la predicación del
arrepentimiento y la remisión de pecados por medio de la fe en Cristo
porque esto muestra realmente su ministerio mientras estaba en la tierra. Su
primer mensaje según lo registra Marcos 1:15 fue “el tiempo
se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en
el evangelio”. Y sus últimas palabras a sus discípulos y a nosotros fueron que el
arrepentimiento y la remisión de pecados por medio de la fe en Cristo debían
ser predicados en su nombre entre todas las naciones comenzando en Jerusalén
(Luc. 24:46-48). Pero parece que muchos en la actualidad tienen miedo de
predicar el arrepentimiento. Nuestro Señor no tenía miedo de llamar a los
hombres a arrepentirse, y nos ha comisionado a nosotros para que hagamos lo
mismo. Entonces anhelamos proclamar a todos los hombres que deben arrepentirse
y creer en el nombre de Cristo para la remisión de sus pecados.
“Y
que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en
todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Luc. 24:47). Estas son palabras
llenas de significado que necesitan ser proclamadas hoy tal como en aquel
entonces. Hay una verdadera remisión de los pecados por medio de la fe en
Cristo para los que se consideran a sí mismo pecadores. El pecador impío
–perdido, sin Dios y sin esperanza, lleno de pecado, lleno de perversidad- debe
acudir a Cristo, renunciando a las armas de rebelión y enarbolando la bandera
blanca de rendición. A él Dos le brinda la remisión de los pecados. Lo invita a
venir, como al hijo pródigo, de regreso a su hogar.
Arrepentimiento y remisión están
entrelazados, de modo que cuando encontramos uno, encontramos el otro. Donde no
hay arrepentimiento, podemos estar seguros que no hay fe en
Cristo. Pero donde hay arrepentimiento auténtico, podemos estar seguros de que
hay una fe que confía en Cristo para el perdón total y gratuito de todos los
pecados. Nuestro Señor Jesucristo declaró con autoridad que “todo pecado … será perdonado a los hombres” (Mat.
12:31). Está escrito en los Hechos de los Apóstoles.
“A éste, Dios ha exaltado con su diestra por
Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de
pecados” (Hechos 5:31)
“Sabed, pues, esto, varones hermanos: que
por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que
por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo
aquel que cree.” (Hechos 13:38-39)
“Y cómo nada que fuese útil he rehuido de
anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a
gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor
Jesucristo.” (Hechos 20:20-21)
Los apóstoles lo declararon, y nosotros
hoy declaramos esta misma verdad.
El Arrepentimiento Es un Don de la Gracia
Ahora, basado en la autoridad de la
Palabra de Dios, quiero declarar que el arrepentimiento debe
ser predicado en el nombre del Señor Jesús como una gracia otorgada desde lo
Alto.. es otorgada por Dios. Sí, por lo tanto, el arrepentimiento ha
sido dado a los gentiles igual que a los judíos porque es un don de la gracia (Hech.
11:18). No nos lega por las obras de la ley, sino que nos llegar total y
completamente del corazón generoso de Dios. No debe ser predicado en el nombre
de Moisés como una obligación legal, sino que debe ser predicado como lo
predicó Jonás, sin ninguna esperanza –porque éste proclamó que Nínive sería
destruida en solo 40 días- sino que debe ser predicado en el nombre
de Jesús como la gracia de Dios.
El arrepentimiento es un don dado por la
gracia de Dos, igual como la fe es dada por la gracia de Dios. Nuestro Dios
generoso y Padre celestial ha exaltado grandemente a su Hijo y le ha dado un
nombre que es sobre todo nombre., habiéndolo puesto a su diestra para ser “Príncipe y Salvador, para dar a Israel
arrepentimiento y perdón de pecados” (Hech. 5:31). Por lo tanto, es la
gracia de Dios, la bondad de Dios lo que
lleva al arrepentimiento (Rom. 2:4)
Dondequiera que haya verdadera tristeza
por el pecado, dondequiera que haya un cambio radical en la manera de pensar
con respecto al pecado, puedes estar seguro de que esto ha sido producido por
el Espíritu de Dios. Es un don del pacto de gracia tanto como lo es
el perdón que lo acompaña. Y recuerda, Dios otorga esta gracia únicamente a
pobres pecadores. Lo hace tener conciencia de que lo necesitan. El escritor del
canto lo expresó así:
Venido, necesitados,
venid y bienvenidos,
Venid, la dádiva de
Dios glorificad;
Verdadera fe y
verdadero arrepentimiento.
Son gracias que a él
os acercan;
Sin dinero, venid a
Jesucristo y comprad.
Por si gracia, Dios usa la
Ley para mostrarle lo que eres y luego te acerca a Cristo. Su Espíritu con
su gracia usa la Ley para darte conocimiento del pecado (Rom. 3:19,
20; 7:7-25). Por lo tanto, ¡nunca descartes la Ley de Dios! Sí, te
coloca bajo la ira de Dios y te condena al infierno. Pero, alabado sea Dios,
por la Ley de Dios ves, admites y comprender tu estado pecaminoso, tu
gran distanciamiento de Dios y tu gran necesidad de un Salvador. Gálatas 3:24
dice que la Ley es el ayo que te conduce a Cristo como tu única
esperanza. Entonces, es la gracia de Dios lo que produce arrepentimiento en ti
corazón y fe en el Señor Jesucristo.
El Espíritu Santo te enseñará cuan
terriblemente sufrió Cristo por tus pecados, y esta verdad será el medio que te
lleve a aborrecer el pecado. Comprenderás que el Espíritu Santo, al
luminar tu entendimiento e influenciar tus sentimientos, produce en ti
arrepentimiento -¡aún en ese corazón que parecía tan duro y estéril que no se
podría producir nada en él! Tu corazón será quebrantado y hecho fértil al caer
sobre tu alma el suave rocío de la lluvia de gracia sobre tu alma. Entonces,
por el Espíritu de Dios obrando en ti, verás una hermosura y una gloria en el
Señor Jesucristo que causará que lo desees (2ª Cor. 4:4, 6; Job 23:3). No solo
aborrecerás el pecado y sentirás gran tristeza por él (2ª Cor. 7:10, 11) sino
que voluntariamente te volverás de él por fe en Cristo al
comprender lo que le ha hecho a él.
Entonces, Dios da arrepentimiento al
pecador, es uno de los dones gratuitos de su gracia. Y quien quiere lo posea puede
estar seguro de que la mano del Señor está sobre él para siempre.
Pero vayamos más adelante. ¡Dondequiera
que ay un arrepentimiento real, es evidencia de la fe en Cristo operando en el
corazón! ¡Esto es evidencia de que estás vivo en Cristo! Si tu corazón se ha
apartado del pecado, si te postras en el polvo ante Dios debido a tus pecados,
si acudes a Cristo en el cruz realmente penitente clamando “¡Señor,
acuérdate de mí! ¡Señor, sálvame! Señor, ten misericordia de mí y líbrame de
caer en el pozo”, entonces hay en tu corazón arrepentimiento y fe. No puedes
separarlos, donde encuentras uno, encuentras el otro.
Tenemos esto bellamente ilustrado en el
caso del publicano que encontramos en Lucas: “Mas
el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que
se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que
éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que
se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” (18:13, 14). Fíjate bien, las
palabras del salmista siguen siendo ciertas: “Cercano está Jehová a
los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu” (Sal. 34:18).
Fue por pecadores como estos que nuestro Señor Jesús sufrió en la cruz.
Por lo tanto, salga y sea proclamado el
mensaje en todos los pueblos debajo del cielo: dondequiera un alma se
arrepiente y se vuelve a Jesucristo con fe, la gracia de Dios ya está obrando y
les es otorgado perdón.
Arrepentimiento por la Autoridad de Jesucristo
Sigamos adelante. Nuestro Señor nos
enseñó que el arrepentimiento predicado en el nombre de Jesús es
predicado por la autoridad de Jesús como Señor. ¡Escucha! “Toda potestad [autoridad] me es dada en el cielo y en
la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones… en mi
nombre” (Mat. 28:19,20). Lo que esta diciendo es esto: En el
nombre de Jesús es que se postra todo pecador arrepentido, y todas las
fortalezas amuralladas de su corazón se derrumban ante Dios. En el nombre de
Jesús la legión de demonios fue sacada del hombre que vivía en los sepulcros de
Gadara. En el nombre, y la autoridad del rey Jesús. El pecador es librado por
medio de la fe en su sangre. Todos los pecados son perdonados, su poder es
quebrantado y si dominio desaparece. En la autoridad de su nombre tienes que
acudir a ese Trono de gracia, que ha sido colocado por Dios mismo pata el pobre
pecador (Heb. 4:16).
El evangelio promete al pecador un
perdón total de todos los pecados que jamás haya cometido, ya sea un pecado de
pensamiento, palabra o acción; ya sea un pecado de omisión o comisión. Este
perdón es tan grande como lo es total. Es perdón de las ofensas más horribles y
más repetidas: impureza, robo, blasfemia, violación, borracheara, sí,
prostitución, adulterio y aun homicidio. Es un perdón de los crímenes del peor
tipo, un perdón comprado con la sangre preciosa de Cristo. Cuando nos volvemos a
Dios con un arrepentimiento auténtico y confiamos en Jesucristo que nos limpie
por fe, ¡seremos salvos!
Esto es el evangelio, la esperanza que
Dios nos dice que ofrezcamos al pecador. Esto no es Jonás, quien dijo “¡De aquí
a cuarenta días Nínive será destruida!” –no dijo nada de arrepentimiento. Pero
yo te digo que la ira de Dios viene. Y enseguida te digo también que si te
arrepientes y te vuelves a Dios con un corazón quebrantado y un espíritu
contrito, creyendo la verdad del evangelio. Entonces ha para ti perdón y
remisión absolutos en la sangra del Salvador. Porque
“la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1ª Juan 1:7). Porque todos los que
se arrepienten y creen en él, esta sangre les limpia todos los pecados que
prohíben a los hombres estar en la presencia del Dios tres veces santo. Sí,
proclamo perdón en el nombre de Jesús para pecados como éstos. Nos son
demasiado negros para ser perdonados por Dios. ¡No están arraigados tan
profundamente que no puedan ser lavados por la sangre preciosa de nuestro Señor
Jesús!
Pero alguien puede decir: “no dudo que
el arrepentimiento y la remisión de los pecados deben ser predicado en el
nombre de Cristo, y que tales cosas sean enseñanzas de Cristo. Mi problema es: ¿son
para mí?” pues bien, ésta e suna cuestión que tienes que determinar bajo la
dirección del Espíritu Santo. Pero déjame hacerte algunas preguntas: ¿Te
arrepientes de tus pecados? ¿Sientes gran pesar por los pecados porque son la
plaga de tu corazón y la maldición de tu vida? ¿Aborreces el pecado? ¿Te
vuelves del pecado queriendo vivir como el Santo Dios quiere que vivas?
Entonces te digo a ti: si tienes este
arrepentimiento, entonces cuentas también con esta remisión de tus pecados.
Cristo los puso juntos: “arrepentimiento y el
perdón de pecados” (Luc. 24:47). Y recuerda: Cristo te ha ordenado
arrepentirte y creer (Mar. 1:15). Lo que él ha ordenado, tú por su gracia
puedes llevar a cabo.
Pero si en realidad no has sabido por
experiencia lo que es el arrepentimiento, ¿quisieras elevar esta oración? “Oh
Señor, muéstrame la culpa de mi pecado, y hazme ver a tu Hijo amado pagando
esta culpa en mí lugar. Enséñame a sentir gran pesar mis pecados y a
aborrecerlo, y dame la seguridad, por la enseñanza de tu Palabra y por la
gracia de tu Espíritu de que todos han sido perdonados en el nombre e Jesús.
Haz que pueda seguir mi camino regocijándome por ser un pecador salvado por tu
gracia soberana”. ¿Elevarás al Señor esta oración?
Consideremos ahora el medio por el cual
el arrepentimiento obra en el corazón.
En el arrepentimiento auténtico vemos un
cambio radical en la manera de pensar y en el corazón que lleva a una
transformación total de la vida; esto sucede en el alma por el poder del Santo
Espíritu que convence de pecado. Pero, ¿qué instrumento usa? Mi amigo,
usa la Palabra de Dios de la cual Él es autor, para convencer “de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Fíjate bien: aparte
de la Palabra de Dios no puede haber salvación, ya que leemos en
Romanos 10:17: “Así que la fe es por el
oír, y el oír, por la Palabra de Dios” Y 1ª Pedro 1:23 dice: “siendo
renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la
Palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
Ahora, con la Biblia en la
mano, leamos Hebreos 4:12,13:
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz,
y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y
el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su
presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de
aquel a quien tenemos que dar cuenta.”
Fíjate bien, en el arrepentimiento
auténtico, la Palabra de Dios penetra nuestro corazón por obra del
Espíritu Santo quien nos constriñe con su poder a fin de que podamos ser
salvos. Pablo, escribiendo a la iglesia de los Tesalonicenses sobre este tema,
dice: “Porque conocemos, hermanos amados de Dios,
vuestra elección”. ¿Cómo? “Pues nuestro evangelio no
llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu
Santo y en plena certidumbre” (1ª Tes. 1:4, 5). Y en la salvación,
éste es exactamente el modo como la Palabra de Dios penetra el
corazón de cada pecador por quien murió Cristo.
¿Notaste la descripción que nuestro
texto, Hebreos 4:12, 13, hace de la Palabra de Dios? Dice que es
“viva”, una Palabra Viva. Nuestro bendito Señor la describe de la
misma manera en Juan 6:63: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y
son vida”. Sí, la Palabra de Dios crea conciencia en el
pecador de que necesita volverse a Dios dejando sus caminos rebeldes. Arrojará
al suelo sus armas de rebelión, enarbolará la bandera blanca de la rendición, y
pondrá sus ojos con fe en el Señor Jesucristo para que lo salve, lo limpie del
pecado y lo libre de la ira venidera. Fíjate bien, el Espíritu vivificador de
Dios usa la Palabra para dar al alma el conocimiento de su impiedad
ante Dios y el conocimiento del Dios Santo contra quien ha pecado.
“Porque la
Palabra de Dios es viva y eficaz”, ¡no es meramente un
montón de letras muertas que pronto desaparecerán! ¡No, vive en
la mente de Dios! ¡Vive en los decretos del cielo! Y vive y
vivirá para siempre en el corazón y la mente de todos los redimidos de
Dios porque es la Palabra viva de Dios. Opera en la mente
y los sentimientos y no te dejará tranquilo. Es realmente la ley de Dios en las
manos del Espíritu Santo el ayo que te trae a Cristo (Gál, 3:24).
Nuestro texto sugiere que esta Palabra
es poderosa. Escucha el llamado que Dios mismo te hace en Jeremías
23:29 con respecto a su Palabra: “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y
como martillo que quebranta la piedra?” ¡Y yo digo que si lo es! Sí, creo y se
que todo hijo de Dios dirá que la Palabra de Dios entró como un fuego
en su alma, y que no hubo tranquilidad hasta hacer a los pies de Dios con
auténtico arrepentimiento. ¡El corazón realmente fue quebrantado por la
Palabra poderosa de Dios.
¡La Palabra de Dios en manos del
Espíritu Santo es tan poderosa que da muerte al alma! Pablo
dice en Romanos 7:9: “Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el
mandamiento, el pecado revivió y yo morí”. La Palabra de Dios le dio
muerte, porque como nos dice 2 Corintios 3:7, la Ley es el ministerio
de la muerte. Da muerte a los pecados que amas, a tus ambiciones que amas, a
tus planes que amas, tu fariseísmo, tu egoísmo, tu orgullo, y te deja a los
pies del Dios soberano clamando: “¡Ten misericordia de mí, pecador!”
Fíjate bien, el Espíritu Santo pone esta
Palabra poderosa y viva en tu mente y la escribe en tu corazón (Heb. 8:10;
10:16). No puedes zafarte de ella, te persigue y clama tu alma: “¡Tu eres el
hombre, tu eres el pecador!” Te pregunto: ¿Alguna vez has tenido la experiencia
de la obra de muerte de la Palabra de Dios? Si no, te encuentras
todavía en la hiel de la amargura y la esclavitud de la iniquidad. El Espíritu
Santo usa la Palabra para dar muerte al alma antes de volver a
levantarla para andar en novedad de vida en Cristo Jesús. Tienes que
morir por su mano antes de poder ser levantado a la vida.
Primera de Pedro 1:23 describe esta
palabra preciosa como una Palabra viva. ¿Por qué? Porque por el
poder del Espíritu Santo da vida. ¡Y, alabado sea el Señor, nunca puede ser
destruida ni exterminada! Cielo y tierra pasarán, pero la Palabra de
Dios permanecerá para siempre (Mat. 24:35)
Hebreos 4 también nos dice que esta
Palabra de Dios, en las manos del Espíritu Santo, no solo es viva sino
también eficaz. Es activa, operativa, vigorizante y efectiva.
Trae convicción –convicción de pecado y de la impiedad de la incredulidad-
porque discierne entre el bien y el mal en el pensamiento aun más santo del
mejor de los hombres y le muestra lo que es: ¡un pecador ante Dios!
El Espíritu Santo usará la
Palabra para darte la convicción de que eres espiritualmente ciego a
causa del pecado. No puedes ver el peligro en que te encuentras ni puedes ver
ninguna hermosura en Cristo. “Pero si nuestro evangelio
esta aun encubierto, entre los que se pierden esta encubierto; en los cuales el
dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos” (2
Cor. 4:3, 4)
Luego la Palabra te dará
convicción de que eres sordo a causa del pecado. No puedes oír
la voz de Dios fuera de su llamado eficaz (Mar. 8:18). Te dará la convicción de
que eres vil, corrupto y moralmente enfermo por causa del pecado (Gen. 6:5;
Rom. 3:10-12). Y te dará la convicción de que te encuentras en un estado de
parálisis espiritual por causa del pecado. El pecado ha paralizado tu voluntad,
de modo que no tienes poder para levantarte de tu condición impotente. Romanos
5:6 dice: “Cuando aun éramos débiles…”
La Palabra te dará la convicción de
que tus pecados te han separado de Dios (Isa. 59:1, 2) y lo han convertido en
tu enemigo. Te dará la convicción de que el pecado ha llenado tu corazón y tu
mente de rebelión, de manera que reconozcas que Romanos 6:7 es verdad: eres carnal,
enemistado contra Dios, y necesitas un arrepentimiento auténtico.
¡Oh mi amigo, necesitas desesperadamente
la obra poderosa del Espíritu Santo para que escriba en tu corazón la
Palabra eterna de Dios! ¡Necesitas clamar con gran pesar por el pecado,
pidiendo misericordia ante Dios en Cristo!
También, Hebreos 4 nos dice que la
Palabra de Dios en las manos del Espíritu Santo es más cortante que
toda espada de dos filos. Fíjate que la Palabra de Dios abarca
tanto que no hay pensamiento o propósito en toda la creación que no esté dentro
de su alcance: Tú has conocido mi
sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos…Pues aún
no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.” (Sal.
139:2, 4). Porque su autor es espiritual, la Palabra es espiritual. Y
escudriña a los hombres espiritualmente. Cuando el Espíritu Santo hace
penetrar la Palabra en el alma del hombre, lo convence de sus pecados
que antes ni siquiera percibía.
La Palabra de Dios hiere y
da vida. Da muerte al fariseísmo, al pecado y la incredulidad. Te tare a
Idos clamando: “¡Ay de mí porque estoy desecho! ¡Estoy perdido! ¡Dios, se
propicio a mí, pecador!” Escucha el clamor de David en el Salmo 51
cuando la Palabra de Dios penetró forzadamente en su corazón bajo la
convicción de su pecado:
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu
misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis
rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo
he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido
justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido
formado, Y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú amas la verdad en lo
íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con
hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y
alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis
pecados, Y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y
renueva un espíritu recto dentro de mí”
David no culpó de sus pecados a otro, no
culpó a las circunstancias ni al ambiente. Se hizo cargo absoluto de sus
pecados y se arrepintió de ellos ante Dios. Clamó a El pidiendo misericordia y
perdón. Oh, eso es lo que necesitas tú hoy –un arrepentimiento
bíblico auténtico. Tú tienes que hacerte cargo de tu culpa ante Dios por tu
condición espiritual. Tu tienes que confesar: “He pecado y soy culpable.
Necesito la misericordia de Dios en Cristo”.
Muchas gentes con las que me encuentro
en la actualidad buscan “la vida mas profunda”, cuando en realidad lo que necesitan
tan desesperadamente es encontrar su camino a la cruz de Cristo con un corazón
verdaderamente quebrantado por su pecado. Están tratando de circunvalar la
convicción del Espíritu Santo; por lo tanto, ¡han errado totalmente Quiero
decirte de lo profundo de mi corazón que te brindo como compasión: ¡no
existen atajos para superar la vida! Cuando el Señor te confronta con
tus pecados, tienes que arrepentirte. El Espíritu tiene que abrir
tu corazón para que, por medio de la Palabra de Dios, puedas ver tu condición
perdida, desdichada y pecaminosa. Se que no te gusta oír esto porque amas el
pecado. ¡Tu orgullo no te deja admitir que eres un pecador hipócrita, un
pecador merecedor del infierno y el más grande de los pecadores! Pero
recuerda, ¡o vienes por este camino o mueres!
Prueba lo que quieras, blanquea tu
exterior, límpiate todo lo que puedas, asiste a la iglesia, ora, predica,
enseña, da testimonio, ten grandes experiencias y sentimientos religiosos. Pero
todo esto de nada te servirá si el fundamento de tu vida cristiana no esté
puesto en el fundamento del arrepentimiento dirigido a Dios y de la fe en el
Señor Jesucristo. Volvemos a las palabras del Señor en
Lucas 13:5: “Antes si nos os arrepentís, todos pereceréis
igualmente” ¡No hay vuelta que darle! Tienes que hacerle frente: si no te arrepientes,
no tienes salvación en Cristo. ¡Tiene que haber ese cambio radical en tu manera
de pensar y en tu corazón que te lleve a la transformación completa de tu vida!
Esas palabras en Lucas 13 no son palabras mías. Estas son las Palabras de Aquel
que habla desde el cielo. Tienes que prestarle atención o morirás en tus
pecados (Heb. 12:25)
Déjame preguntarte también: ¿Alguna vez
has tomado tu lugar ante Dios como David, implorando su misericordia al
confesar tus pecados, doliéndote arrepentido por ellos? Si desconoces estos
ejercicios del alma, no importa la fe que profesas o que practicas, no importa
en la alta estima en que te tengas a ti mismo o en la que los demás te tengan,
¡Dios dice que sigues muerto en tus pecados!
Pero si, por la gracia de Dios su
Palabra ha penetrado tu corazón y levantado el velo de modo que puedes ver lo
que Dios ha estado viendo todo el tiempo, entonces sé que clamarás pidiendo
misericordia. Implorarás que te vista en su manto perfecto de justicia para
poder presentarte ante el santo Dios. Entonces valorarás al
Cristo del Calvario. Entonces dejarás todo lo demás y serás
encontrado en él, vestido únicamente de su justicia.
Este es el modo en que Dios llama a
pecadores para ser salvos en Cristo. Por su Espíritu y la Palabra, él obra
arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo en sus corazones. Te
pregunto nuevamente: ¿Alguna vez ha tratado Dios a tu corazón de este modo? ¿O
desconoces la convicción que da el Espíritu Santo y el arrepentimiento y la fe
que da Dios?
En conclusión consideremos los
frutos que siempre son el resultado del arrepentimiento bíblico auténtico.
Juan el Bautista advirtió a sus oyentes: “Haced, pues frutos dignos de arrepentimiento”
(Mat. 3:8). Y el apóstol Pablo le dijo al rey Agripa que su mensaje a los judíos y los
gentiles era “que se arrepintiesen y se
convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hech. 26:20). Entonces, por estos
dos pasajes aprendemos que el arrepentimiento bíblico auténtico se demuestras en
la vida del creyente por sus frutos. Por lo tanto, consideremos
algunos de estos frutos. Al hacerlo, oremos pidiendo que el Espíritu Santo abra
nuestro entendimiento para poder comprender su Palabra preciosa y que abra y
escudriñe nuestros corazones. Quiera el Señor mostrarnos si estos frutos son
producidos en nuestra vida por el Espíritu del Dios viviente.
Primero, el fruto del arrepentimiento
bíblico auténtico en nuestra vida es un verdadero aborrecimiento por el
pecado como pecado como pecado y no meramente aborrecimiento por
sus consecuencias, la cual es la separación de Dios en el
infierno para siempre. Este aborrecimiento no es contra ese o aquel pecado,
sino aborrecimiento por todo pecado, y particularmente por la
raíz misma que es la obstinación. En Ezequiel 14:6 leemos: “Y os aborreceréis a vosotros
mismos a causa de todos vuestros pecados que cometisteis”. Fíjate bien, el
cambio de parecer que Dios requiere, el cambio de parecer que complace a Dios,
es un aborrecimiento por el pecado como pecado contra Dios. Por lo
tanto, te pregunto: ¿Tenemos tú y yo un aborrecimiento así por el pecado? En
caso contrario, entonces no hemos dado los frutos del arrepentimiento bíblico
autentico.
En segundo, el fruto del arrepentimiento
bíblico auténtico es una gran tristeza santa por el pecado. Segunda Corintios 7:9, 10 dice: “Fuisteis contristados
para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios… porque la
tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación” Esta gran tristeza es
el pesar por haber despreciado a un Dios tal, por habernos rebelado contra su
autoridad, y por haber sido indiferentes a su gloria. Fue un gran pesar como
éste lo que causa que Pedro saliera y llorara amargamente por haber negado a su
Señor (Mat. 26:75). Y un gran pesar como éste es la que causa que nosotros lloremos
amargamente por nuestros pecados porque son contra Dios. Nos vemos obligados a
clamar como David: “Porque yo reconozco mis
rebelio9s, y i pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he
pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos” (Sal. 51:3,4).
¿Has sentido este pesar porque tus
pecados son contra Dios? Este fruto del arrepentimiento bíblico
auténtico es el que nos causa que crucifiquemos
“la carne con sus pasiones y deseos” (Gal. 5:24) y que sigamos a Dios
en Cristo de todo corazón. Este tipo de gran pesar por el pecado es el único
genuino.
El Arrepentimiento da como Resultado la Confesión de los Pecados
Tercero, el fruto del arrepentimiento
bíblico auténtico es la confesión de los pecados. Leemos en Proverbios 28:13 “El que encubre sus pecados no
prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. Sí, tiene que haber
el fruto de confesar y no esconder nada. Fíjate bien, tú y yo sabemos que es
nuestra naturaleza negar directa o indirectamente nuestros
pecados, y restarles importancia o justificarlos. Pero cuando el Espíritu Santo
obra en nuestra alma y saca a luz nuestros pecados, tenemos que reconocerlos
delante de Dios.
Si el arrepentimiento bíblico auténtico
está obrando en nuestro corazón, no encontraremos alivio hasta confesar
nuestros pecados y exponerlos ante Dios. El
Salmo 32:3,4 destaca esto en la siguientes palabras:
“mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de
día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de
verano”. Fíjate bien, la confesión de nuestros pecados hecha de todo corazón es lo
único que puede darnos paz con Dios es Cristo. Y, mi amigo, esto continúa en
nuestra vida hasta que lleguemos a la gloria. La confesión cotidiana del
creyente cuando reclama la promesa de 1
Juan 1:9 ante el Trono de Gracia: “Si confesamos nuestro
pecados, é es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad”.
Cuarto, el fruto del arrepentimiento
bíblico auténtico es un verdadero volverse del pecado. El
arrepentimiento auténtico es un cambio radical en la manera de pensar y en el
corazón que lleva a una transformación completa de nuestra vida. “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el
que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Prov.
28:13). Si yo realmente aborrezco el pecado y siento gran pesar por él,
entonces renunciaré a él. Tomaré en serio Isaías 55:7 que dice:
“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase a
Jehová, el cual tendrá de él misericordia y al Dios nuestro, el cual será
amplio en perdonar”. Tal es el cambio de rumbo que Dios. Se verá en el hecho de
que el pecador arrepentido y creyente haga caso a la Palabra de Dios
que dice: “Huid de la fornicación” (1 Cor. 6:18),
“Huid de la idolatría” (1 Cor. 10:14) “Huid del amor al dinero” (1 Tim. 6:10,
11), “Huye también de las pasiones juveniles” (2 Tim. 2:22). Y también se verá en
la práctica de las gracias positivas de seguir “la
justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al
Señor” (2 Tim. 2:22). Mi amigo, la pregunta que enfrentamos es: Tú y yo, ¿nos hemos vuelto
verdaderamente del pecado a Dios de todo corazón?
Quinto, los frutos del arrepentimiento
bíblico auténtico se verán en el deseo de poner en práctica las
Escrituras que nos enseñan que hemos de andar en justicia y santidad (Ef.
4:24) y de ser cuidadosos en ocuparnos de buenas obras (Tit. 3:8). Esto, para
mí, es una de las señales que distinguen al arrepentimiento bíblico auténtico:
el deseo de andar en un nuevo camino –de tomar un rumbo diferente del que
andábamos antes en la vida. Leemos en Hebreos 12:14: “Seguid la paz con todos,
y la santidad sin la cual nadie verá al Señor”. Así es que por
la gracia de Dios anhelamos procurar esta paz y santidad porque Dios nos ha
dado un nuevo corazón. En Mateo 1:21 leemos que Cristo vino para salvar a su
pueblo de sus pecados, no en sus pecados.
Entonces el penitente verdadero implora a Dios diariamente para que lo libre del
pecado y del yo. Además, en Efesios 1:4 leemos: “nos escogió en él antes de la
fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”.
Entonces por la gracia de Dios anhelamos ser santos, libres de nuestros pecados
y nuestra obstinación. Y en 1 Tesalonicenses 4:7
leemos “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”. Así es que, por la
gracia de Dios, anhelamos andar dignos de este llamado a la santidad.
Y en 1 Tesalonicenses 4:3 leemos que la
voluntad de Dios para nuestra vida es que seamos santificados –apartados
para el uso santo de Dios. Entonces anhelamos por la gracia de Dios estar
separados del pecado y unidos con Cristo. Al desear justicia, andar en
verdadera santidad y cuidadosos de realizar buena sobras, manifestamos los
frutos del arrepentimiento bíblico en nuestra vida. Porque leemos en Tito 2:11, 12:
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado
para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciado a la impiedad
y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.”
¡Y este es el deseo de nuestro corazón!
Nuestra plegaria es: “¡Oh Señor, ayúdame a comprender tu Palabra y por tu
gracia ayúdame a comprender tu Palabra y por tu gracia ayúdame a andar en el
camino que te agrada a ti”. O, como la del salmista: “Muéstrame, oh Jehová, tus
caminos; enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado
todo el día” (Sal. 25:4, 5). Y “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Sal. 73:25), enséñame de tal manera tu
camino, y llévame por sendas claras de modo que te siga todos los días de mi
vida.
ESTOS, PUES, SON LOS FRUTOS DEL
ARREPENTIMIENTO BÍBLICO AUTÉNTICO:
·Un
anhelo profundo de haber terminado con el pecado, porque es la plaga y el gran
pesar de nuestro corazón.
·Un
anhelo por pelear la buena batalla de la fe.
·Un
anhelo profundo de nunca volver a un camino de obstinación y egoísmo, sino
anunciar las alabanzas de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz
admirable.
·Un
anhelo profundo de seguir al Señor en una senda de santidad todos los días de
nuestra vida.
·Un
deseo profundo de complacerle a él e todos nuestros caminos.
· Un
anhelo profundo de juzgarnos cada día a nosotros mismos ante el Señor y vivir a
sus pies con un corazón quebrantado y un espíritu contrito.
El arrepentimiento bíblico auténtico no
puede ser separado de la fe salvadora verdadera; ambos van siempre juntos.
Aquel que realmente se arrepiente, realmente cree, porque el mismos Espíritu
Santo que nos da arrepentimiento de manera que reconocemos nuestra conducta
pecaminosa delante de Dios, y que nos da el anhelo de confesar y renunciar a
ella con verdadero pesar santo, también volverá nuestros ojos hacia el hermoso
Señor que murió en nuestro lugar. La Palabra de Dios revela que el
Espíritu Santo nunca separa el arrepentimiento y la fe. Donde encuentras al
uno, encuentras la otra en la vida del alma salvada. ¡Alabado sea el nombre de
nuestro Dios tres veces santo! ¡El, que da fe, también da arrepentimiento!
La fe encuentra en Cristo un Salvador
completo. En Cristo encontramos paz porque él hizo las paces por la sangre en
su cruz. En Cristo encontramos esperanza y la esperanza no es avergonzada
porque el Espíritu Santo ha derramado el amor de Dios en nuestro corazón. En
Cristo encontramos una posición perfecta delante de Dios quien hace a Cristo
sabiduría, justicia, santificación y redención para nosotros (1 Cor. 1:30). En
Cristo encontramos un refugio perfecto de la ira de Dios contra nuestros
pecados porque el juicio de todos nuestros pecados ha caído sobre Cristo (Isa.
53). En Cristo encontramos todo lo que Dios da al pobre pecador arrepentido y
que cree; porque sabemos que estamos completos en él, el salvador de nuestra
alma, el Señor Jesucristo.
El arrepentimiento aparta la vista del o
y la fija en Cristo con fe, y encuentra en él un Salvador suficiente para cada
necesidad. Confiemos en él con un arrepentimiento bíblico auténtico. Tal es la
necesidad de esta hora.
Copyright 2004 Chapel Library
Se otorga permiso para reproducir este
material en cualquier forma, bajo dos condiciones: 1) que el material no se
cobre 2) se incluya esta notificación del copyright y todo el texto que aparece
en esta página.
Chapel Library
2603 West Wright
Street
Pensacola, FL
32505 EE. UU
(850) 438-6666 chapel@mountzion.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario