«El espíritu del Señor Jehová es sobre mí, porque
me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a
vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a
los presos abertura de la cárcel; a promulgar año de la buena voluntad de
Jehová y día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a
ordenar a Sión a los enlutados, para darles gloria en lugar de ceniza, óleo de
gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y
serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya» (Isaías
61:13).
Hoy hace seis años que prediqué por primera vez a
vosotros, en calidad de pastor, y lo hice sobre este mismo texto. Estos años
han transcurrido ante nosotros como río caudaloso. Es algo muy solemne mirar
atrás y contemplarlos. Al ascender a una elevada montaña es agradable, una vez
coronada, hallar un lugar de reposo en el que descansar y mirar atrás. De esa
manera podéis mirar el progreso que habéis hecho y observar al mismo tiempo el
panorama con todo lo que le rodea. Del mismo modo, al ascender al monte de Sión
e, muy agradable llegar a un lugar de reposo muy adecuado, como hoy podemos
hacer, y desde allí contemplar el progreso que hemos hecho y ver si hemos
adquirido una visión más clara y más amplia del panorama de la eternidad.
¡Cuántos nos han abandonado en estos seis años! Han ido a rendir cuentas a
aquel mundo en el que el tiempo no se mide por años. De algunos confío que
podemos decir: "Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor".
Muchos, confío que nacieron de nuevo, pasaron de muerte a vida, empezaron una
nueva vida que no tiene fin.
Otros, confío que han sido llevados a dar un gran
salto, un gran paso en la escalera de Jacob, un paso que los ha llevado a la
cumbre del monte Pisga, desde el que les es dado contemplar mejor nuestra feliz
tierra de Canaán. Sin embargo, otros me temo que han vuelto atrás, y ya no
andan con Jesús. "Vosotros corríais bien, ¿quién os embarazó?"
Pusisteis vuestra mano en el arado, pero mirasteis atrás y no fuisteis aptos
para el reino de los cielos. Otros sé que se hallan seis años más cerca del
infierno, su oído se ha hecho más sordo a la voz de Dios, su corazón más
apegado a sus ídolos, ellos más muertos para Dios. Contemplemos solemnemente
estos seis años, tanto vosotros como yo, y ¡oh! seamos avisados por los errores
del pasado y enmendemos nuestra vida mejorando nuestra carrera desde hoy.
I. LA UNCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO HACE FRUCTÍFERO EL
MINISTERIO DEL EVANGELIO
Fue así en el ministerio de Cristo mismo. "El Espíritu del Señor es sobre mí". Así es con todo ministerio. A mayor
unción del Espíritu, mayor éxito tendrá el ministerio. Acordaos de las dos
ramas de olivos que estaban a ambos lados del candelero y que vertían de sí
aceite como oro por medio de dos tubos de oro (Zac. 4:12). Representan y
simbolizan el ministerio fructífero, representan " a los ungidos del Señor
que se hallan por toda la tierra`. ¡Oh, ved cuánta necesidad hay de que los
ministros sean llenos del Espíritu, que, como Juan, sean llevados "en el
Espíritu en el día del Señor" para que los creyentes puedan ser encendidos
"como lámpara que arde"! Acordaos de Juan el Bautista. Antes de que
naciese, el ángel dijo acerca de él: "Será lleno del Espíritu Santo aún
desde el seno de su madre". ¿Cuál, pues, sería su éxito? "Y a muchos de
los hijos de Israel convertirá al Señor, Dios de ellos." ¡Oh, daos cuenta
de cuánta necesidad hay de que los pastores sean llenos del Espíritu Santo para
que puedan convertir a muchos, que, como Juan, puedan "convertir los
corazones de los padres a los hijos y los rebeldes a la obediencia de los
justos"!
Acordaos de los apóstoles. Antes de Pentecostés
eran como árboles secos y sin savia. Fueron a las ciudades de Israel predicando
las alegres nuevas del reino, pero parece ser que tenían escaso éxito o quizá
nulo. No podían hablar de ningún hijo espiritual. Pero cuando el día de
Pentecostés llegó, cuando el Espíritu descendió sobre ellos como poderoso y
resonante viento, ¡qué cambio se operó! A la primera predicación, 3.000 varones
fueron compungidos de corazón y exclamaron: "Varones y hermanos, ¿qué
haremos?" ¡Oh, sí! ved cuánta necesidad hay de que tengamos otro
Pentecostés que empiece en el corazón de los ministras para que nuestras palabras
sean como fuego y los corazones de las personas sin Cristo, como madera en que
fácilmente prende el fuego.
Mirando a mi ministerio estoy seguro que ésta ha
sido su gran necesidad. No hemos sido como las ramas de olivos verdes; no hemos
sido como Juan el Bautista, lleno del Espíritu Santo, no hemos sido como los
apóstoles el día de Pentecostés, no hemos podido decir, como el Salvador,
"el Espíritu del Señor es sobre mí", porque de haber sido así
vosotros no seríais tales cuales sois hoy. No habría tantos pecadores muertos
en sus delitos y pecados entre vosotros, durmiendo bajo la voz del evangelio de
gracia y colocados al borde del mismo infierno. No habría tantos trabajados y
cargados yendo de la montaña al collado, pero sin hallar el lugar de descanso,
que es Cristo. No habría tantos hijos de luz andando en tinieblas, tristes,
ofuscados. Palabra penetrante y aguda es ésta. "Si ellos hubieran estado
en mi secreto, también hubieran hecho oír mis palabras a mi pueblo y les
hubieran hecho volver de su mal camino y de la maldad de sus obras"
(Jeremías 23:22).
El éxito es la regla en el ministerio vivo. La
falta de éxito es la excepción. ¡Oh, pedid a Dios que, si nos concede otro año,
podamos ser más como el sumo sacerdote, que primero entraba en el lugar
santísimo y después salía y bendecía, con las manos en alto, al pueblo!Pedid
que podamos ser más como los ángeles, seres que siempre contemplan la faz de
nuestro Padre y por esto son como llamas de fuego. "Él hace a sus ángeles
espíritus, ministros de llama de fuego". Sabéis que el hierro candente
fácilmente puede ser atravesado, lo que es imposible de lograr ni aun con la
más penetrante herramienta cuando está frío. Así sucedería con nuestros
pastores si fuesen llenos del Espíritu Santo, que es como llama de fuego. Penetrarían
en los más duros corazones, en donde aún el más fino ingenio y destreza no
pueden abrirse paso. Así fue con Whitefield. Aquel gran hombre vivió tan cerca
de Dios, vivió tan lleno de gozo celestial y del Espíritu Santo, que las almas
se deshacían como la nieve en el tiempo del deshielo. John Newton menciona como
un hecho que, en una sola semana, Whitefield recibió no menos de mil cartas de
personas redargüidas en su conciencia bajo su predicación. ¡Oh, pedid que no
seamos "nubes sin agua, que ciertamente tienen toda la apariencia de
nubes, pero que no tienen lluvia en sí mismas"! ¡Pedid que nos sea
concedido venir a vosotros como Pablo fue a los corintios "en flaqueza y
mucho temor y temblor", el cual decía: "y ni mi palabra ni mi
predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, mas con
demostración del Espíritu y de poder!" (I Cor. 2:34).
II. EL TEMA OBJETO DE TODA FIEL PREDICACIÓN.
I. EL fiel ministro predica buenas nuevas a todos
los abatidos. Éste fue el gran objeto del ministerio de Cristo: "El
Señor me ha ungido para predicar buenas nuevas a los abatidos". Jesús vino
al mundo para ser el Salvador de los débiles pecadores, no para los amables y
buenos que se creen justos, sino para aquellos que están angustiados acerca de
sus almas. El hombre natural, que no ha llegado a estar ni siquiera despertado,
dice: "Yo soy rico y no me falta nada". Por esto es orgulloso y "su
lengua pasea la tierra". Pero cuando Dios empieza su obra de gracia en su
corazón, Dios le redarguye y convence de pecado, le humilla hasta el polvo y le
hace sentir "desdichado y miserable, y pobre, y ciego y desnudo".
Jesús siempre se ofrece a sí mismo como un Salvador para los tales. Un pobre
leproso le dijo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Jesús le
contestó: "Quiero; sé limpio". He aquí que ahora extiende su
invitación hasta el fin del mundo, invitación que será preciosa al alma afligida
ya atormentada. "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,
que yo os haré descansar" la fatal noticia de que cuanto él pueda hacer es
pecaminoso porque sale de un corazón malo y perverso, que aún "sus
justicias son como trapos de inmundicia", que "por las obras de la
ley ninguna carne se justificará", entonces el corazón del pecador queda
quebrantado, queda como muerto; dice entonces para sí: "Es inútil, nunca
podré justificarme delante de Dios."
¿Es éste el estado de tu alma"? Entonces,
tú, sin duda, tú eres el objeto de la obra de Cristo. Él justifica al impío. Él imputa la justicia sin obras; su sangre y justicia están preparadas para los
quebrantados de corazón. Tales son las almas que responden a Jesús. Él es el
Señor que responde a ellas, a su clamor. E n una ocasión una mujer de corazón
quebrantado, que había gastado toda su hacienda en médicos y no había logrado
mejoría alguna, antes le iba peor, vino a Jesús por detrás y le tocó el borde
de su vestido. ¿Vino Él a ser el Salvador de la mujer de corazón quebrantado?"
Sí. Le dijo: "Hija, ten buen ánimo, tu fe te ha sanado".
Jesús vino "para publicar libertad a los
cautivos". E1 hombre natural es esclavo. Algunos están incluso atados y no
saben que exista libertad, como el esclavo de las Indias Occidentales que no
podía comprender lo que significaba la libertad. Están aprisionados por sus
mismos pecados, aunque dicen: "Yo soy libre". Algunos están
encadenados sin saberlo. Otros hay que están despertados suficientemente para
sentir el ruido de las cadenas de sus pasiones; sienten que sus pies se hunden
en cenagosas alegrías. Algunos de vosotros sabéis lo que es pecar y llorar y
volver a pecar y llorar otra vez. "La senda de los pecadores es
dura". Jesús vino para ser el Salvador de los tales. Vino no sólo para ser
nuestra justicia, sino también para ser la fuente de nuestra vida. "En el
Señor tengo justicia y fortaleza". Hubo un hombre que estaba poseído por
una legión de demonios, tremendamente heridores, que le impulsaban a andar
desnudo entre los sepulcros, pero Jesús mandó al espíritu inmundo salir de él y
"se asentó a los pies de Jesús, vestido inquietud al oír la Palabra, que
sienten que sus corazones no son rectos delante de Dios, que son esclavos del
pecado y que día tras día tienen sobre sí una pesada carga que los abruma. Yo
siempre he intentado hablar a tales almas. Os he enseñado claramente que
vosotros no seréis salvos a causa de vuestra ansiedad, que vosotros necesitáis
estar en Cristo Jesús, que esas convicciones pueden ser pasajeras. He intentado
poner el lazo salvador del evangelio a vuestro alcance para que pudieseis
cogeros a él. Os he mostrado que Cristo se ofrece a sí mismo de forma especial
para los pecadores como vosotros. "Los sanos no tienen necesidad de
médico, sino los enfermos".
¡Cuán a menudo Brainerd anotaba en su diario que un
alma abatida había sido traída verdadera y sólidamente al consuelo de Cristo!
¿Por qué tengo yo que anotar tan pocas veces el nombre de algún alma de los que
entre vosotros se convierten? Durante muchos años os he estado predicando el
único fundamento de la paz del pecador. Sin embargo, ¡qué escasa ha sido la
visión que habéis tenido de Cristo, qué poco viva y profunda! ¡Cuán pocos
podéis decir: "Las cosas que me eran ganancia, las reputo pérdida por el eminente
conocimiento de Cristo!" ¡Ah, mis amigos, la falta está en vosotros o en
mí, porque Dios no se complace en que vuestras almas estén abatidas!
"Ojalá que miraras tú a mis mandamientos, fuera entonces tu paz como un
río, y tu justicia como las ondas de la mar" (Isaías 48:18).
2. El pastor fiel consuela a los enlutados de Sión.
Éste fue otro gran objetivo en el ministerio terrenal de Cristo:
"consolar a los enlutados". Hay numerosas cosas que levantan nubes
sobre el seno de un cristiano. Hay las tribulaciones del exterior. "Muchos
son los males del justo". Se levanta contra ellos la persecución.
"Los enemigos del hombre serán los de su casa". Pronto y
frecuentemente asaltan las tentaciones; son comunes a todos los hombres. La
pereza y la falta de vigilancia a menudo nos arranca la exclamación:
"¡Miserable hombre mí!" Pero el Señor tiene la lengua del que sabe
dar la palabra oportuna a los que están trabajados y cargados. La religión de
Jesús es eminentemente la religión del gozo. No se complace en ver a su Iglesia
sentada sobre cenizas, lamentándose, fatigada y triste. Le agrada verla
sobrevestida de su hermosa justicia, llena del Espíritu Santo del gozo, y
cubierta con el manto de la alabanza y alegría moviéndose majestuosamente, como
las copas de los árboles verdes, en su justicia para su gloria.
En una ocasión Pedro anduvo sobre las aguas. Cristo
tenía un brazo todopoderoso para trabar del discípulo que se hundía. Otra vez
dos discípulos se dirigían a un pueblo que había al Norte de Jerusalén.
Hablaban entre sí para ir entreteniéndose en el camino. Un extranjero se les
acercó y uniese a ellos; y éste les fue exponiendo a través de todas las
Escrituras las cosas concernientes a Jesús. Al romper el pan, se reveló a ellos
y les dejó mientras exclamaban: "¿No ardían nuestros corazones en
nosotros?" Del mismo modo se revela Jesús a sí mismo a los suyos hoy en
día y convierte la tristeza de sus corazones en santo e inefable gozo. Éste ha
sido uno de los principales objetivos de mi ministerio entre vosotros. Este texto
ha estado grabado durante algún tiempo en mi corazón y en mi memoria. "Él dio algunos pastores y doctores para perfección de los santos, para la obra del
ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo" y de acuerdo con él, ha
sido mi preocupación guiar a los enlutados de Sión a encontrar a Cristo, el
único que puede consolarles y restaurarles. ¿Cuál ha sido el resultado? ¿Dónde
está nuestro éxito? Me temo que hay muy pocos entre vosotros tan felices como
debierais serlo. ¿No hay muchos, como Pedro, hundiéndose? ¿No hay muchos entre
vosotros tristes como los dos discípulos de Emaús? La mayoría de los creyentes
de nuestras iglesias ¿no son creyentes que están buscando descanso en vez de
tenerlo ya? ¡Que poco hay entre vosotros de la belleza, para vosotros
aparejada, del óleo del gozo y del manto de la alegría! ¡Qué pocos de entre
vosotros pueden cantar el Salmo 23! ¡Qué pocos hay que sienten con gran gozo
que sus pecados han sido alejados tan lejos como lejos está el oriente del
occidente, cuán pocos que se mantienen en el amor de Dios de forma viva, cuán
pocos que rebosan de gozo porque Cristo habita en sus corazones por la fe, qué
pocos que han sido llenados con la plenitud de Dios y que gozan con un gozo
inefable y lleno de gloria!
Muy a menudo menciona Brainerd en su diario:
"Las lágrimas sinceras de afecto que derramaban muchos de los congregados,
evidenciaban la presencia del Espíritu Santo". En otra ocasión escribía:
"Parecía como si los miembros desearan tener sus orejas incrustadas en los
marcos de las puertas de la iglesia, para de esta manera poder oír y servir al
Señor para siempre".
¡Cuán pocos hay ávidos de esta divina solemnidad
por la presencia de Dios en nuestras asambleas y reuniones! Para cuantos la
reunión de oración ha perdido su interés, interés que antes había tenido. ¡Ah,
seguramente que la falta está en vosotros o en mí! El Emmanuel está todavía
entre nosotros. Él todavía está "lleno de gracia y verdad". "Él
es el mismo ayer, hoy y por siglos". ¡Oh, que el pequeño regaño de este
lugar sea cubierto con su hermosura, llenado de su gozo y vestido con el manto
de la alegría!
3. EL fiel siervo de Dios predica un Saltador que
libremente se ofrece a todo el mundo. Éste fue también otro de los grandes
objetivos del ministerio de Cristo: " Promulgar año de la buena voluntad
de Jehová". ¡Oh, hombres, a vosotros llamo!, fue el gran móvil de su vida.
E n el año del jubileo se hacía sonar la trompeta en toda la tierra. Toda
persona podía volver a su posesión como tú podrías quedar libre una vez los
tonos de la trompeta del evangelio cesen en este culto de hoy.
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