viernes, 4 de julio de 2014

¿MOISÉS O CRISTO? por Charles D. Alexander

Imagen de referencia de Moisés y de Jesús.

Todo aquel que quiera entender los profetas es mejor que comience con la Epístola de Pablo a los Gálatas, donde encontrará que la Iglesia es uno en el Antiguo Testamento y en el Nuevo, y que la Iglesia del Nuevo Testamento es el cumplimiento de toda la profecía, la muy última fase de la obra redentora de Dios en la tierra. 

En Gálatas él descubrirá quien es el verdadero Israel, a quien fueron hechas las promesas y que no hay otro Israel, no hay cumplimiento adicional de la profecía. 

El problema con los creyentes de Gálatas fue la conspiración para imponer sobre ellos las interpretaciones Judías de la profecía, y reclamar sobre ellos una prioridad y privilegio Judío.  Pablo resiste esta conspiración con una severidad sin paralelo. 

En esta cuestión era “Pablo contra mundum” (Pablo en contra del mundo) como más tarde lo fuera, en otra cuestión vital, “Atanasio contra mundum”.  Aun el mismo [Apóstol] Pedro se vio bajo su látigo- “Pero cuando Pedro vino a Antioquia, le resistí cara a cara, porque era de condenar.” (Gal. 2:11.)  Grandes hombres fueron temporalmente arrastrados por las pretensiones Judíos de un privilegio y prioridad perpetua—“aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos” (Gal. 2:13.) 

Aquí Pablo pone su pie, el último hombre sobre la tierra en pararse entre la herejía Judaica y la seguridad de la iglesia: “a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros” (Gal. 2:5). 

En nuestro día las mismas herejías Judías han prácticamente aplastado la teología de las iglesias evangélicas y destruido efectivamente la predicación de la Palabra.  El error ha tomado distintas formas en nuestro tiempo, pero sus comienzos son de la misma raíz Judaica la cual tienen como terreno fundamental que el privilegio y prioridad Judío son perpetuos y que la Iglesia del Nuevo Testamento cuanto más es solamente un arreglo improvisado de la providencia para cubrir el tiempo hasta que los recursos de una confusa y prácticamente impotente Divinidad sean reunidos con suficiente fuerza para poder al fin obligar una solución Judía al problema de redención. 

Una simple mirada a cualquier revista misionera moderna dedicada a la evangelización de los Judíos puede mostrar esto claramente.  Los dichos de los líderes Judíos presentes son fervientemente citados en justificación a 2000 años de incredulidad Judaica, como si mostraran que la expectación Judía de un reino Mesiánico en la tierra, la restauración del templo, los sacrificios, y el sacerdocio es una verdadera interpretación de la profecía, no obstante, considerando que fue porque Juan el Bautista y Cristo no proclamaron tal reino de una gloria y privilegio visible y terrenal que el uno fue entregado traicioneramente a Herodes y el otro fue crucificado por Pilatos. 

Que el martirio de Juan y la crucifixión del Salvador se erijan por siempre como la respuesta final a aquella interpretación de la profecía la cual desplaza la iglesia, relega el evangelio, y establece para “Israel según la carne” un imperio terrenal y una economía nacional falsamente considerada como “el reino de los Cielos”. 

El hecho que algunos (pero de ninguna manera todos) los primero teólogos y expositores de la Reforma han dado alguna tolerancia a este error no es ni de aquí ni de allá [no tiene que ver]; pues como hombres, todos ellos vivieron antes de que el arreglo dispensacionalista de la profecía el cual ha tornado el error en herejía. 

Con una alegre falta de consistencia, los primeros teólogos se asieron de sus enseñanzas postmileniales de la mano de una verdadera interpretación espiritual de la profecía, no percibiendo que ambas eran mutualmente exclusivas.  Sus oidores al menos tuvieron los beneficios de los dos mundos aunque uno de ellos había de ser probado falso por el otro. 

Hoy, no nos permitimos aquel lujo.  La teoría se ha hecho siniestra y subversiva a través de su elaboración en una sucesión de “edades” a las cuales pertenecen bien definidos segmentos de la Santa Escritura, todo siendo combinado para excluir “la iglesia” de todo excepto un fragmento de la Divina Palabra.  La teoría Judía predomina.  Una variedad de segundas venidas y últimos juicios han sido inventados.  La abolición del evangelio ha sido proclamada con gran entusiasmo ya que es fundamental para el Premilenarismo que otro evangelio conocido como “el evangelio del reino” tome el lugar del evangelio de la gracia cuando “la iglesia” sea removida del camino de forma segura. 

Pablo tiene una palabra para aquellos que proclaman “otro evangelio”, o para quienes proclaman que ha de haber otro – “el tal sea maldito.. Aunque sea un ángel del Cielo” (Gal. 1:8.)

OTRO EVANGELIO

Esta perversión de la Sagrada Escritura, ahora tan destructivamente rampante, está significativamente a la raíz de todos las “sectas”[cultos] modernas las cuales han nacido del evangelicalismo de los últimos 150 anos, todos proclamando “otro evangelio” el cual es invariablemente una finamente ocultada doctrina de “obras” presentadas en círculos más ortodoxos bajo el bien-sonado titulo “Evangelio del Reino”. 

Ese título ocurre muy bendecidamente en el Nuevo Testamento, por supuesto, pero en ninguna parte es separable del evangelio “el reino” el cual no está aquí, ni allí, ni en Jerusalén, ni en Samaria, ni en Roma sino que está “entre vosotros” (Lucas 17:20-21.)  El “Evangelio del Reino” como es descrito por los premilenaristas es sospechosamente como aquel que proclama la secta conocida como “Testigos de Jehová”. 

La inconsistencia de los anteriores (pero de lo contrario sanos) teólogos que siguieron la fantasía milenarista es testificada por los Dispensacionalistas hoy que indignamente arrancan de los encabezamientos de los capítulos en la versión autorizada de la Biblia el Rey Jaime (King James) cualquier referencia a “la iglesia” encontrada aquellos encabezamientos a través de los profetas del Antiguo Testamento. 

Estamos en terreno común por lo tanto en reconocer que el milenarismo de los teólogos antiguos era inconsistente con el Dispensacionalismo moderno y aun con el más moderado Posmilenarismo.  Estos hombres no pueden ser citados como expertos en la interpretación profética, pero tenemos todo el fundamento para aseverar que si ellos estuvieron vivos después de la invención de la herejía dispensacional, ellos hubieran huido de espanto de su casa Milenial y hubieran gritado ¡desgracia! 

Que el Sr. Spurgeon no pareció percibir esto, puede ser solamente atribuido al hecho de que él vivió muy cerca del comienzo del nuevo error y estaba muy absorbido (correctamente) con el reto del nuevo criticismo Bíblico para percibir la otra “falla” la cual después de su muerte se convirtió en una derrumbamiento, y en dos generaciones sobrecogió el testimonio evangélico y destruyó la teología y la divinidad, dejando el evangelicalismo impotente y sin el nervio o tendón para enfrentar el reto de un ateísmo mundial y soltura Satánica. 

Hemos comenzado declarando que la clave para el entendimiento profético de las profecías del Antiguo Testamento se yace en la epístola a los Gálatas, una epístola escrita específicamente para defender a la iglesia en contra todos los errores e interpretaciones judaizantes.

La iglesia de Galacia era la más gentil de todas las iglesias del Nuevo Testamento, como su nombre lo sugiere. Los habitantes de aquella provincia en Asia Menor eran un segmento de la gran raza Gaélica-Gautica-Céltica de donde la mayoría de los pueblos anglo parlantes toman su sangre.  Es triste el ver que la herejía Judaica-Dispensacionalista haya encontrado un terreno tan amigable en esta raza, tal como lo hizo en sus hermanos Asiáticos en los días del apóstol Pablo. Parece que nuestra raza es peculiarmente propensa a desechar sus grandes privilegios y poner su mente empeñada en las doctrinas Judaicas.  “¡Oh Gálatas insensatos! ¿Quién os ha hechizado?” (Gálatas 3:1.) 

En los días de Pablo vinieron hombres de Judea a Galacia enseñando que Dios no había desechado ni la nación Judía ni los privilegios Judíos, y que a menos que los gentiles se hicieran como los Judíos ellos no podrían ser salvos.  Ellos aun insistieron que los Gentiles debían ser circuncidados como judíos.  Contra esto Pablo tronó “otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:3-4.) 

Es inútil para nuestros amigos que nos digan que ese no es su error, pues sus interpretaciones requieren que su tal llamada Dispensación Milenial los gentiles deban ser circuncidados de acuerdo a las leyes del “templo” de Ezequiel.  Por tanto nuestro Salvador Cristo, supuestamente reinando en persona en Jerusalén, ha de presidir sobre la subversión de Su propio evangelio, deshaciendo Su obra de redención en la cruz y desmantelando aquel reino de gracia y verdad el cual fue el único propósito de su venida al mundo.  En otras palabras, de acuerdo al esquema dispensacionalista la “segunda venida” des-hará todo el propósito de la primera venida, y la ley suplantará el evangelio. 

Aquellos que rechazan la verdadera interpretación espiritual de Ezequiel 44:6-9 deben enseñar que “el extranjero” (eso es, el Gentil) será excluido del santuario a menos que se circuncide. Este pasaje ocurre en la porción de Ezequiel en la cual el templo del Nuevo Testamento es descrito pero que nuestros amigos dan el significado de la actual restauración del templo en Jerusalén durante el tal llamado reino Milenial de Cristo sobre la tierra.  Como ellos insisten que el templo de Ezequiel ha de ser  construido no puede escapar la conclusión de que la circuncisión ha de ser restablecida en su milenio, a una escala mucho más extensa que nunca antes; los Gentiles deben ser circuncidados así como judíos si ellos han de tener acceso a la adoración divina. 

¿Y quién es ahora el hereje ~ nosotros que invocamos una interpretación de la profecía espiritual y de acuerdo al evangelio, o nuestros amigos quienes restablecen la circuncisión, el templo, los sacrificios, el sacerdocio Levítico, y abrogan la iglesia y el evangelio, y ponen a Moisés en el lugar de Cristo? Cuando decimos que la epístola a los Gálatas fue escrita para destruir este error Judaico, no estamos exagerando la verdad, como ahora nos esforzaremos en demostrar. 

El tercer y cuarto capítulo de Gálatas son cruciales en la interpretación de la profecía.  Tres cosas son mostradas en ellos:
(1) La iglesia es un cuerpo de continuidad en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento.
(2) La iglesia del Nuevo Testamento es el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento concerniente a Israel
(3) Por eso, la profecía concerniente al reino prometido debe ser entendida de forma espiritual, y no en términos naturales. 

En el primer capítulo de Gálatas, Pablo prueba su competencia para hablar con autoridad mostrando que el evangelio el cual él predicaba y del cual los Gálatas estaban a peligro de ser subvertido, fue recibido por él como una revelación directa de Dios, sobrepasando todos los medios humanos, por lo tanto su apostolado no fue derivado del apostolado de Jerusalén con el cual él había tenido solamente el más pobre contacto.  Pasaron tres años después de su conversión antes que él visitara a Jerusalén, y aun durante ese tiempo vivió con Pedro por solamente quince días, no viendo a ningún otro apóstol, solamente a Santiago (el hermano del Señor.)  Su apostolado vino directamente desde el cielo y su conocimiento del evangelio de la misma exaltada fuente. 

El fue el hombre que (si en el espíritu o en el cuerpo, el no podía decir) fue llevado al cielo y en una entrevista personal con el Redentor glorificado recibió el conocimiento interno de la sabiduría divina en el plan de redención que excedía lo que le era permitido enseñar o escribir (2 Cor. 12.) 

En el capítulo 2 él registra su visita al gran concilio de la iglesia en Jerusalén convocado para tratar con la diputa Judaica – una disputa satisfactoriamente resuelta a favor de la libertad de los Gentiles bajo el evangelio: Una libertad sin estorbos por aquellas observancias Judías las cuales continuaban entre los primeros creyentes Judíos durante los 40 años de probatoria judía terminando en la abolición del templo, el código de Moisés, el sacerdocio, los sacrificios y la sinagoga en la guerra Romana de 70 DC.  En este relato del concilio evangélico de Jerusalén bajo la superintendencia del Apóstol Santiago (Hechos 15), la posición de la iglesia con relación a la ley Mosaica es sellada por una apelación al veredicto de los mismos profetas.  Amós es citado como representativo de todos los profetas (note el uso plural)- Hechos 15:15.  La cita gobierna el uso correcto de todas las profecías relacionadas al asunto, en referencia al reino el cual Cristo vino a establecer en su primera venida, y muestra que el reino es espiritual y no Judaico, del Cielo y no de la tierra, y que la restauración de la casa de David es cumplida en el perpetuo reinado de Cristo, comenzando con su resurrección y ascensión hacia los cielos.

Aunque Pablo no recuenta la historia de este gran concilio, registra el resultado afectando a los Gentiles.  Fue establecido que la salvación de los Gentiles fuera de la ley y del campamento hebraico era válido, escriturar y eternamente compulsivo, aunque (como declara Pablo a sus amigos Gálatas) no hubiera importado a él si el concilio hubiera ido en su contra ~ “Dios no hace acepción de personas” (Gálatas 2:6.) 

Más tarde Pedro vino a Antioquia y por miedo a la opinión de los emisarios judaizantes de Santiago en Jerusalén, se comprometió con la facción de la sinagoga y se separó de los Gentiles.  ¡Pobre Pedro! El mismo Pedro que negó a su Señor todavía le niega a pesar de las teorías artificiales de hombres conferencia que declaran que Pedro era un hombre diferente después de Pentecostés que lo que había sido antes. 

¡Qué grandor en el  argumento de Pablo! La respuesta final a la herejía judaizante es que la Cruz de Cristo ha abolido la economía terrenal y temporal Hebraica y ha establecido en su lugar una economía del Espíritu la cual trasciende lo nacional, lo carnal y lo externo.  “Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.  Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí...” (Gal. 2:19-20.) 

NO HAY RUPTURA ENTRE EL ANTIGUO Y EL NUEVO TESTAMENTO

Allí sigue el análisis Paulino de la naturaleza y la historia de la verdadera iglesia, como es contenido el capítulo tres y cuatro.  La primera gran conclusión que Pablo presenta a los Gálatas es que los únicos verdaderos hijos de Abraham, los herederos del pacto Abráhamico, las bendiciones y la promesa, son los verdaderos creyentes, ya sean Judíos o Gentiles: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham” (Gal. 3:7.)
No puede haber apelación a esta declaración fundamental.  En una oración Pablo destruye enteramente el edificio dispensacional, premilenial y postmilenial.  Es fundamental para estos tres sistemas que el privilegio Judío y un futuro especial para los judíos deben ser mantenidos sobre la base de que el pacto Abrahámico era exclusivo para la semilla natural (Judía) de Abraham. 

Pero Pablo demuestra en estos dos capítulos que la “semilla de Abraham” es Cristo, y que aquellos que son de Cristo (y nadie más) son “el linaje y herederos de Abraham  de acuerdo a la promesa”; que esta “semilla” ha abolido toda distinción de nacimiento o privilegio, pues “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal. 3:26, 28-29.)  Además, la promesa (de redención en Cristo tomó –precedencia sobre la ley por 430 años – el lapso de tiempo entre Abraham y Moisés.  La ley misma, con todo su aparato de templo sacerdote y sacrificio, fue solamente añadida “a causa de trasgresión” para llenar el espacio de tiempo hasta que Cristo viniera ~ Gal. 3:17-19.) 

¿Cómo entonces dicen los literalitas que el templo y el sacerdocio Levítico y el sacrificio, han de ser restaurados en el “Milenio?”.  ¿Si ellos fueron establecidos solamente como una disciplina para mantener la iniquidad limitada hasta que llegaran los tiempos del evangelio, quien va a re-instalarlos sino a costo de evocar nuevamente el pecado y la transgresión los cuales estos solamente estaban puestos para retener? ¿Y quién es ahora el hereje?

Pablo sigue adelante y muestra como por la naturaleza e historia de la verdadera iglesia que no ha ocurrido rotura alguna entre  el Antiguo y la iglesia del Nuevo Testamento.  La Iglesia del Nuevo Testamento es el sucesor legítimo de la iglesia del Antiguo Testamento.
Pocos capítulos de la  Escritura han sido tan maltratados y distorsionados como lo ha sido el tercer capítulo de Gálatas.  Los expositores Evangélicos han querido mostrar por esta declaración: “la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo,” que el Espíritu Santo utiliza la Ley en la conversión evangélica para traernos por medio de la convicción de pecado a los brazos de Cristo.  Ahora, cualquiera sea la verdad experimental que pueda haber en esto, ese no es el tema del argumento de Pablo.  Los Gálatas nunca estuvieron bajo “ayo”. El “ayo” es el régimen de la Ley sobre el Israel del Antiguo Testamento para preservar la nación en su función como Iglesia de Dios en el Antiguo Testamento hasta “el cumplimiento del tiempo” cuando Cristo vino en su primera venida ~ “antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.” (v. 23.) 

Esto solamente puede significar que la iglesia estaba bajo restricción y administración legal hasta que llegara el evangelio de la fe, eso es, hasta que el tiempo cuando el cumplimiento de la promesa en Cristo soltaría el pueblo de Dios de todas sus restricciones terrenales y legales y los libertaría sin sacerdote, sacrificio, templo, lavamientos, mandamientos externos o ningún otro “rudimento del mundo”, para servir a Dios en espíritu. 

Cristo dijo a la mujer de Samaria: “ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad...” (Juan 4:21-24.) En estas palabras Cristo abolió el templo, el sacerdocio, el sacrificio, la circuncisión y todo el aparato del Pacto Mosaico entero.  Aunque por otros 40 años de probatoria estos “rudimentos” le fueron permitidos continuar (aunque sin fuerza legal) dentro de los Judíos píos todavía apegados a la nación y la sinagoga, el juicio de la guerra Romana lo trajo todo a su fin. 

Dentro de los creyentes Gentiles tales regulaciones y requerimientos habían de ser tolerados. El intento de imponerlos era subversivo al mismo evangelio ~ la creencia tan corriente ahora entre Cristianos sinceros de que los “rudimentos” del código de Moisés será esencialmente reimpuesto no solamente en lo Judíos sino también en los Gentiles, es una herejía que confunde la credibilidad. 

No obstante los truenos de la epístola a los Gálatas, esta doctrina subversiva ha adquirido un fuerte agarre en el pensamiento teológico y bajo la forma del “Dispensacionalismo” ha vindicado 2000 anos de incredulidad Judía.  Debe ser rechazado y repudiado con sumo vigor si es que la predicación y la exposición de la Palabra de Dios han de ser restauradas a la iglesia, y en este ejercicio la epístola a los Gálatas es crucial. 

LA IGLESIA “SE HACE ADULTA”

“Pero venida la fe, ya no estamos bajo “ayo” (v. 25.) La “venida” de la fe en el argumento del Apóstol denota la transición de la iglesia del Pacto de Moisés hacia la economía del Nuevo Testamento.  No es una experiencia individual del pecador viniendo al Salvador, sino un momento en la historia cuando el régimen de la ley cedió ante el régimen de la fe, y el “ayo” (el aparato de la ley resumido bajo el término “circuncisión”) entregó su oficina a Cristo, y la iglesia pasó de ser “menor de edad” a su “mayoría de edad.” 

La conclusión de este capítulo (vs. 26-29) es el salvoconducto de la iglesia del Nuevo Testamento y el fundamento para su reclamo invencible de ser el sucesor legal de Abraham, el verdadero Israel, la verdadera circuncisión (no de la carne sino del espíritu), el heredero de las promesas y privilegios y esperanza del Israel del Antiguo Testamento.  Por lo tanto- “si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (v. 29.)  Esta gloriosa oración resume el Antiguo Pacto, acaba con la ley, el templo, y la circuncisión, termina la misión de la nación Judía, termina su derecho y privilegios exclusivos, y provee la clave para el entendimiento de la Ley, los Escritos, y los Profetas del Antiguo Testamento. 

Esta oración es el golpe mortal a la herejía dispensacional la cual ha llenado la Iglesia con la basura de un legalismo desmantelado que apunta a reimponer en una era porvenir todas esas temporalidades y restricciones por las cuales Cristo murió para abolir de una vez y por siempre. La sutil doctrina de que el Evangelio de la libre Gracia de Cristo  dará paso a un milenio imaginario de privilegios Judíos reimpuestos, es reesforzado por la enseñanza de que habrá una “era dorada” de “otro” evangelio, el tal llamado “evangelio del reino”, el cual, como quiera que lo miremos, se convierte en un evangelio de obras y no de gracia. 

Rogamos a nuestros lectores que consideren que todo culto o secta falsa que ha brotado del cuerpo evangélico en el último siglo y medio, es dispensacional en su naturaleza y lleva a la conclusión lógica estos principios judíos y rabínicos de un evangelio de obras.  Es proclamado por los “Testigos de Jehová” en sus muy significantemente nombrados “Salones del Reino”, por los Cristadelfianos y los Adventistas, y por la recientemente desarrollada secta del Sr. Herbert Armstrong, un mago financiero que reclama ser el único hombre u organización en la tierra proclamando la verdad, y por es acreedor de todos los “diezmos” legalistas del pueblo del Señor. Aptamente ha sido llamado “Sr. Diez Por ciento.” 
Estas imposiciones atentatorias son evangélicas en sus orígenes y son solo variaciones de aquel Dispensacionalismo que comenzó a principios del siglo 19, que se popularizó por la “Biblia de Referencia” del Dr. C. I. Scofield y que desde entonces ha dominado la escena evangélica.

Nunca podremos proclamar tan fuertemente los peligros de este sutil e increíble movimiento cual ahora tienen en grilletes la mente evangélica y destruye toda la verdadera exposición Bíblica.  Es uno de las tareas principales del movimiento hacia la exposición Bíblica y “Reformada”, el destruir este error.  En esa tarea un arma principal debe ser la epístola a los Gálatas. 

ISRAEL EN SU FORMA FINAL

Si podemos demostrar y probar que la epístola a los Gálatas establece mas allá de toda queja que la Iglesia es una, una unidad, en el Antiguo Testamento y el Nuevo, y que por lo tanto la Iglesia del Nuevo Testamento es la forma final de “Israel”, la heredera de todas las promesas hechas a Abraham, Isaac, y Jacob, el cumplimiento de todas las profecías del reino que el Mesías vino a establecer, y que de hecho estableció- nuestra tarea habrá sido completada y nuestros lectores deben hacer el resto. 

Es nuestra contención deliberada que es esta la misma posición establecida en el próximo capitulo (el cuarto) de la epístola a los Gálatas, establecido con tal fuerza que puede ser evitado solamente por la ceguera o una ignorancia culpable en su naturaleza. 

El capitulo cuatro contiene el argumento final de Pablo, proveyendo estas dos cosas:
(1) Que la obra de “adopción” realizada en los corazones de todos los verdaderos creyentes demuestra que ellos son los sucesores legítimos de la iglesia Israelita del Antiguo Testamento
(2) El reesfuerza esto por medio de una alegoría construida sobre la historia de Abraham, mostrando que el [pueblo] Judío natural no es Israel sino que los tales son en realidad Ismael;  Y que la iglesia del creyente Judío y el Gentil es la verdadera y única y el exclusivo Israel de Dios.

Siendo esto así, las promesas al Israel en las profecías del Antiguo Testamento han de ser entendidas espiritualmente aun cuando estas aparentemente hablen de una restauración literal y material de “Israel y Judá.” Esta es la clave, la única clave, para la interpretación profética. Procedemos por lo tanto: Gal. 4:1 ~ “Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo.” 

Pablo está diciendo que en los tiempos del Antiguo Testamento la verdadera iglesia, el verdadero pueblo de Dios estaba en un estado de minoría de edad.  No habiendo llegado a ser “hecha adulta”, ellos fueron tratados como un niño en la casa de un hombre rico, siendo el heredero de toda la propiedad y privilegios del padre, pero no habiendo llegado todavía a aquella edad cuando esa herencia podía ser propiamente conferida.  Por lo tanto, el niño-heredero se encuentra a sí mismo cercado con restricciones y oficiales quienes regulan su vida para que el no tenga la libertad de disfrutar sus privilegios sino que deba esperar “hasta el tiempo señalado por el padre.” Esto es expresado por Pablo en las palabras, “sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre”. (Gal. 4:2) 

Los tutores y gobernadores de la iglesia en el Antiguo Testamento fueron las regulaciones del código de Moisés.  Pablo deliberadamente transfiera la figura del niño-heredero a la iglesia en su minoría de edad durante el Antiguo Testamento en las siguientes palabras “Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo.” (Gal. 4:3.)  La niñez de la iglesia fue en su forma Israelita bajo el Antiguo Testamento.  La “esclavitud” era la sujeción del pueblo de Dios a aquellos “rudimentos” terrenales del templo visible, los sacrificios, la circuncisión, y todas las otras observancias legales “en la carne” las cuales constituían una condición preparatoria para el pueblo de Dios antes de la venida de Cristo. 

De ese glorioso evento cuando la iglesia obtuvo su libertad y pasó de estar bajo la ley a la completa libertad del evangelio de la fe, Pablo dice “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. (Gal. 4:4-5.)

“El cumplimiento del tiempo” se refiere a los tiempos del cumplimiento profético de todos los propósitos y promesas de dios en la redención. El que Pablo se refiera al Evangelio cuando habla de “el cumplimiento del tiempo”  significa que la era del evangelio es el cumplimiento de todas las cosas las cuales Dios habló por sus santos profetas desde que el mundo comenzó – Lucas 1:70. 

Estos son “los últimos días” descritos por Pablo en Hebreos 1:2, “el fin del mundo” (Hebreos 9:26), “el último tiempo” (1 Juan 2:18.)  Si estos son los últimos días y el tiempo final, y el final del mundo, ¿cómo es que dicen los Dispensacionalistas que hay un “tiempo” depuse del “ultimo tiempo”, otro reino que ha de venir después que el “reino de Dios” haya corrido su curso, otra era después de la era del evangelio? Nosotros esperamos con confianza su repuesta. 

En estos “cumplimientos de los tiempos” el hijo de Dios fue enviado, nacido de una virgen, nacido bajo la ley, para que como uno obligado por su verdadera humanidad y por el tiempo en el cual apareció, para guardar toda la ley, lo hiciera en la perfección de Su oficina Mediadora, redimiendo “aquellos que estaban bajo la ley” para que ellos con nosotros los Gentiles recibieran juntos la “adopción de hijos” la cual nos pone por encima de la servidumbre de la ley y nos introduce a la herencia completa de los hijos de Dios.  “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: !!Abba, Padre!” (vs. 6.)

Esta es la diferencia entre al experiencia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y aquellos en el Nuevo Testamento.  La diferencia no es una de calidad de salvación o la naturaleza de la fe, sino el estatus de privilegio disfrutado.  El vivir después del sacrificio de Cristo el cual procuró la total restauración del alma a una directa comunión con Dios, el creyente ahora recibe el total testimonio de un hijo y es liberado del servicio de las formas externas y las ceremonias. 

SARA Y AGAR

Después de haber disputado con los Gálatas por haber cedido tan fácilmente a las subversiones de los maestros Judaicos, Pablo continúa su argumento en la famosa alegoría de Sara y Agar. Esto ocupa los versos del 21-31 de nuestro capitulo y es la palabra final de todo argumento de interpretación profética.  

Abraham tuvo dos hijos- Ismael e Isaac.  El primero, que era hijo de la esclava, Agar la Egipcia, fue rechazado por Dios como no siendo el verdadero heredero.  El otro, Isaac, era el hijo de Sara, la verdadera esposa, y este fue la verdadera semilla por medio de quien la promesa de Dios habría de venir.  Entonces el argumento del apóstol, viene con el más sobresaltado revés en la historia de toda la profecía.  Agar, la esclava egipcia es identificada con Jerusalén y el Judaísmo. Sara es identificada con la verdadera iglesia ~ “la Jerusalén celestial”. 

Por lo tanto, la alegoría declara que el Israel terrenal (las doce tribus) debe ser considerados como Ismael porque ellos están en esclavitud de la ley y no son libres.  La iglesia de los Gentiles y los Judíos (en la cual toda distinción de raza, grados y privilegios son abolidos) este es el verdadero Israel a quien las promesas de Abraham aplican. 

Agar e Ismael representan a la Jerusalén “que es ahora” (eso es, la Jerusalén terrenal en pie con su templo y sacrificios al momento de los escritos de Pablo.)  Sara e Isaac representan la verdadera iglesia del evangelio, la “Jerusalén de arriba”. El pacto hecho con Abraham es la promesa del evangelio, y de esa promesa está excluido todo judío vivo o quien viva jamás excepto que este venga por al mismo camino de arrepentimiento, fe y regeneración que el creyente gentil transita. 

Pablo reesfuerza  su alegoría con una cita de Isaías 54:1 “Regocíjate, O estéril [Sara], la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada [el Nuevo Pacto] que los de la casada [El Antiguo Pacto], ha dicho Jehová.”  La abolición del Viejo Pacto significa la abolición de Israel (Judaísmo) de todos sus privilegios, y el aparecimiento de la Iglesia del Nuevo Testamento es el ascenso del nuevo “Israel de Dios”, Judíos y Gentiles, con todas las distinciones siendo obliteradas, y a quien solamente le pertenecen las promesas Abrahámicas. 

Esto es abruptamente y categóricamente expresado por el apóstol en las palabras, “Así que, hermanos, nosotros [la iglesia del N.T.], como Isaac, somos hijos de la promesa.” Pablo toca en el verso 29 sobre la persecución envidiosa de los Judíos en contra de la iglesia a quienes todos los privilegios de ellos habían sido pasados, y lo compara al odio de Ismael contra Isaac y concluye su argumento citando en contra de los Judíos las mismas palabras originalmente dichas contra Agar y su hijo Ismael ~ “Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo [el Antiguo Pacto con el Israel terrenal]: Porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre [eso es la Iglesia del Nuevo Testamento]”. (vs. 30.) 

El terrible juicio de estas palabras es inconfundible: Israel es echado fuera y desechado para siempre como nación. Pablo no da ninguna insinuación de alguna “restauración” aunque este sería para declararlo, si es que había de haber restauración.  El privilegio Judío ha terminado por siempre.  El Pacto ha pasado a la Iglesia del Nuevo Testamento en el cual Israel no tiene parte alguna a menos que sea como creyentes individuales. 

Este “desechar” no es modificado por Pablo en ninguna otra parte.  Tenemos en otros lugares demostrado que en Romanos 11 Pablo está hablando de Judíos individuales y no de la nación, cuando escribe “Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?” 

Su última palabra a los Gálatas es “De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre” (Gálatas 4:31.)  Esto él lo escribe a la más Gentil de todas las iglesias, mostrando que a [los miembros de] la iglesia Gentil han sido pasados el pacto, la gloria, el derecho de primogenitura, el privilegio y la esperanza de redención. 

Las consecuencias llegan más lejos.  Se extienden a toda profecía del Antiguo Testamento en las cuales el Nuevo Pacto es predicho, aunque las palabras de los profetas son dirigidas a “Israel y Judá”.  Ese “Israel y Judá” es la Iglesia del Nuevo Testamento, y aunque las profecías están encerradas en términos de la tierra de Israel y emplean detalles topográficos y geográficos tomados del territorio terrenal de las doce tribus, estas son “figuras de lo verdadero” de la misma manera que el templo, los sacrificios y el sacerdocio, la pascua y las fiestas eran “figuras de lo verdadero”, diseñadas para demostrar verdades del evangelio a aquellos oídos están abiertos para oír.  Debe ser grandemente temido que a muy pocos de los maestros proféticos en nuestro día pueden ser dirigidas aquellas palabras: “bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen” (Mateo 13:16.) 
Bien podría preguntarse acerca de nuestros amigos Dispensacionalistas de hoy – ¿Qué fue lo que el Señor escondió de los Judíos prudentes de Su día y lo reveló a “niños” (Mateo 11:25)?  Si fueron “las cosas” pertenecientes a Su reino el cual El vino a establecer sobre las ruinas del imperio Satánico del pecado y la muerte, entonces el “reino” el cual el “ofreció” a los Judíos fue enteramente espiritual y no natural, y esta es la razón por la que fue escondido de todos excepto de aquellos con ojos para ver y oídos para oír. 

La razón por la que los judíos rechazaron a Cristo es la misma razón por la que todavía lo rechazan hoy – es decir, porque ellos esperaban un reino terrenal, y Cristo no les trajo esto.  Sin embargo, las teorías proféticas prevalecientes, insisten que Cristo en realidad “ofreció” este reino a los judíos y porque ellos rechazaron la oferta, el evangelio fue traído como una ocurrencia tardía o como un substituto.  Lo que la teoría dispensacional está diciendo es que Cristo ofreció a los judíos el mismo reino el cual ellos esperaban, ¡pero ellos lo rechazaron! Al final, dice esta teoría extraordinaria, Cristo va a rendirse y va a dar en realidad a los judíos el mismo reino por el cual ellos le crucificaron por no haberlo establecido en Su primera venida.  Por lo tanto, la teoría dispensacionalista vindica el Judío por 2000 años de incredulidad y al mismo tiempo se contradice a sí misma alegando que el reino el cual los Judíos rechazaron fue el mismo reino por el que le crucificaron por no haberlo ofrecido pero el cual ha de ser conferido a ellos gratuitamente en el futuro próximo como el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham.

Si nuestros amigos no pueden ver su desesperante dilema en el cual su teoría les envuelve, solamente podemos asombrarnos ante el éxito de tal error del Dispensacionalismo por medio del cual los poderes del mal han tenido éxito al prácticamente destruir la exposición de la Escritura y su entendimiento. 

La verdad  es que no hay ni un aliento de sugerencia que Cristo jamás haya “ofrecido”  a los Judíos ningún otro “reino” que el evangelio: que eso es realidad el reino el cual Juan el Bautista vino a presentar bajo la palabra clave “arrepentíos”, el cual Cristo mismo presentó con la misma palabra clave “arrepentíos”, que el Sermón del Monte el cual fue introdujo formalmente Su misión fue de hecho una exposición del texto “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado.”  En ese gran sermón Cristo no le prometió u ofreció nada a ninguno excepto al “pobre de espíritu”, el “enlutado por el pecado”, el “manso”, el “quebrantado de corazón”, y aquellos que tienen “hambre y sed” de verdadera justicia.

El Dispensacionalismo enfrentado a la vergonzosa realidad que estas disposiciones en el alma están notablemente ausentes en la ocupación Palestina de los Judíos de nuestro día, han descendido a crear la idea de que los Judíos deben volver  a Palestina en incredulidad aunque esta fue la misma razón por la cual fueron echados de Palestina.  La teoría enseña que la Segunda Venida de Cristo ha de convertir los Judíos “en un día” a pesar del hecho de que ellos no deben ser convertidos a las concepciones de un reino de Cristo terrenal, siendo que ellos crucificaron al Salvador por no haber establecido esa misma cosa.  

La teoría dispensacional de hoy día está alabando jubilosamente el prospecto de un cumplimiento de expectación judía de un  reino terrenal con el Mesías.  Los teoriítas exceden los rabinos el entusiasmo,  ya que es de las fuentes rabínicas que estas  teorías han sido manufacturadas.  En realidad ellos le dicen a los Judíos en su presente ocupación de Palestina, en un estado de amarga hostilidad hacia Cristo y el evangelio Cristiano, es el cumplimiento de la profecía y que su celo impío en contra de Cristo y la verdad ha de ser recompensado prontamente por Dios con una fe instantánea y que esto  es extraordinariamente un acto de la voluntad de Dios para cumplir las promesas hechas a Abraham. 

Pero Pablo en Gálatas ya nos ha dicho quién es la simiente de Abraham, a quienes fueron hechas las promesas, y el no menciona ni una palabra acerca de la restauración de Palestina, sino que lo edifica todo sobre la naturaleza de la Iglesia.  Él mantiene, como hemos visto, que la Iglesia es la continuación legitima del Israel del Antiguo Testamento y la heredera del Pacto Abrahámico y las promesas. 

Preguntamos a nuestros amigos Dispensacionalistas que consideren lo que será de su posición si la presente ocupación Judía termina en un desastre.  Mientras ellos comienzan a formalizar su respuesta, nosotros hemos de señalar a los lectores que en vez de convertir a Israel y establecerles en la tierra, la segunda venida de Cristo les tomará a ellos (y al mundo) “como ladrón en la noche”, en el cual los cielos pasarán con grande estruendo y los elementos serán desechos con fuego ferviente, y la tierra y todas las cosas que en ella hay serán quemadas (2 Pedro 3:10.) 

Pedro no sabe nade de otra “segunda venida” a no ser aquella la cual acaba con los cielos y la tierra en una estupendo incendio.  ¿Dónde está pues el reino que Cristo ha de traer a los Judíos, y donde está el “reino” de los Testigos de Jehová, el de los Cristadelfianos, el de los Adventistas y el de los Armostrongitas? Tememos por la compañía a la cual nuestros Dispensacionalistas mantienen y vigorosamente le imploramos que consideren la interpretación de Pablo sobre ¿quién es Israel, que son “los dos pactos” y cual es la naturaleza de“la promesa” hecha a Abraham?

Nuestra palabra final es aquella de Pablo, que significativamente encontramos en la conclusión a su epístola escrita específicamente para librar la Iglesia de su error Judío y de su orgullo Judaico:


“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios. De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.” (Gálatas 6:14-16.)

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