viernes, 4 de julio de 2014

LA CORRUPCIÓN DEL EVANGELIO por John MacArthur


¿Puede la iglesia combatir la apatía y el materialismo alimentando la concupiscencia y el gusto de la gente por el entretenimiento? Parece que muchos creen que si, pues una tras otra, las iglesias se montan al vagón de los espectáculos cristianos. Esta lamentable tendencia ha hecho que muchas iglesias, que en otros aspectos son sanas, se alejen de las prioridades bíblicas.

Hay iglesias que construyen sus edificios como teatros. En lugar de un pulpito tienen un escenario. Tienen grandes plataformas realzadas con luces y sonido, contratan especialistas en publicidad, consultores de espectáculos, directores de escenario, expertos en efectos especiales y coreógrafos.
La idea es darle a la audiencia lo que le gusta; adaptar los servicios para atraer multitudes. Como resultado los pastores parecen más políticos que pastores, preocupados más por agradar al público que por guiar y alimentar espiritualmente al rebaño. La gente recibe un espectáculo refinado y profesional, donde el drama, la música popular y un sermón ligero constituyen el servicio de adoración. Pero el énfasis no es en la adoración sino en el entretenimiento.

Detrás de esta tendencia esta la noción de que la iglesia tiene que centrarse y existe para alcanzar a los incrédulos. Por ello, las iglesias apelan a los consumidores de la misma manera que lo hacen la coca-cola, el cereal Frosted Flakes o la cerveza Miller Lite–usando estrategias de mercadeo para atraer al consumidor.

Esa filosofía es el resultado de una mala teología. Es un sistema enraizado en una teología arminiana que ve la conversión como un acto de la voluntad humana lo cual requiere una presentación adecuada del mensaje para que la gente se salve. Su meta es una decisión instantánea no un cambio radical del corazón.

Esta corrupción del Evangelio, al estilo de los publicistas de Madison-Avenue, asume que el principal propósito de las reuniones de la iglesia es reclutar incrédulos. Por ello, muchas iglesias han abandonado la adoración como tal y han relegado la predicación a un culto secundario entre semana. Tal cosa se aparta de
Hechos 2.24: “y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión unos con otros y en el partimiento del pan y en las oraciones.” Hebreos 10.24-25 nos muestra el propósito y el requerimiento de las reuniones de la iglesia del principio: “considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y las buenas obras, no dejando de congregarnos como algunos tienen por costumbre.” Note que la prioridad bíblica de la iglesia es adorar a Dios y edificar a los santos. La iglesia debe reunirse para adorar y edificarse, y luego salir para evangelizar al mundo.

Nuestro Señor comisionó a sus discípulos para evangelizar de esta manera
: “Id y haced discípulos en todas las naciones.” (Mat. 28.19). Cristo enseñó claramente que su pueblo no se tiene que reunir pensando como atraer y agradar a los incrédulos. La iglesia es la que debe ir al mundo, no el mundo a la iglesia. Esta es la responsabilidad de cada creyente. Me temo que los métodos que enfatizan la presentación de un evangelio atractivo al incrédulo en los cultos de adoración, absuelve a los cristianos individuales de su obligación personal de ser luz en el mundo (Mt. 5.16).

Nuestra sociedad está llena de gente que quiere lo que quiere cuando lo quiere. Esta gente tiene su estilo de vida, sus gustos y sus entretenimientos. Cuando las iglesias apelan a esos deseos egoístas, lo que hacen es estimular ese fuego y estorbar el desarrollo de la verdadera piedad. Las iglesias que usan esos métodos usualmente crecen bastante, mientras que las que no lo hacen tienen dificultades. Y muchos líderes, preocupados por el crecimiento numérico en sus iglesias son atraídos a esa filosofía del entretenimiento. Consideremos lo que esta filosofía hace al mensaje del Evangelio. Hay quienes afirman que mientras los principios bíblicos sean presentados, no importa la forma en que se haga. Eso no tiene sentido. ¿Por qué no tener entonces un carnaval? Imagine un lanzador de cuchillos, vestido de payaso, lleno de tatuajes haciendo malabarismos con sierras eléctricas mientras grita versos bíblicos. Esto es un escenario grotesco, pero ilustra cómo es que la forma en que se hacen las cosas rebaja y corrompe el mensaje.

Tristemente, eso no difiere de lo que actualmente sucede en algunas iglesias. Rockeros, salseros, vetriloquistas, payasos, contorsionistas y celebridades del mundo han sustituido al predicador. Y así el Evangelio es denigrado. Tenemos que ser cuidadosos de armonizar nuestros métodos con los principios bíblicos y las profundas verdades espirituales que tratamos de transmitir. Es demasiado fácil trivializar el mensaje santo del Evangelio.

No te apresures a desear las tendencias de las súper-iglesias con alta tecnología y calidad artística y énfasis en la música. Y no menosprecies la adoración y la predicación bíblica y seria. No se necesitan métodos ingeniosos para que la gente sea salva (1 Cor. 1.21). Simplemente necesitamos retornar a la predicación de la verdad y dedicarnos a sembrar la semilla. Si somos fieles a eso, la tierra que Dios ha preparado producirá fruto.

1 comentario:

  1. apoyo ala sana doctrina porque los demás son solo payasos apostatas

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