martes, 5 de agosto de 2014

ORÍGENES DEL “JUDAÍSMO” MODERNO por Jose Grau


Max I. Dimont, autor del libro «JEWS, GOD AND HISTORY» (Los Judíos, Dios   y   la   Historia),   afirmó   que   «la   historia   de   los   judíos   askenazi   es esencialmente la historia del Judaismo asentado al Este del Rhin a partir del siglo XV». ¿Y de dónde procede este grupo humano? De los Jázaros.Dimont  relata  la  conversación  de  los  Jázaros  (o  Kázaros)  al  Judaismo  y explica cómo el poeta hebreo Judá Haleví de Toledo escribió, en el año 1075, un poema  filosófico  que  celebraba  la  conversión  de  los  Jázaros  al  judaísmo.  El poeta  dice  que  la  temática  de  su  obra  se  la  dio  «un  fantástico  episodio  en  la historia del pueblo judío, tan extraordinario que lo tildaríamos de fábula si no fuera por lo bien probado y comprobado que está».
Dimont prosigue y nos cuenta la derrota de los Jázaros en el 969, cuando su territorio  fue  incorporado  al  nuevo  Estado  ruso  que  nacía  entonces.  No  nos conduce,  sin  embargo,  más  allá.  No  obstante,  reconoce  que  el  Judaísmo askenazi es el asentado al Este del Rhin a partir del siglo XV.
JÁZAROS, ASKENAZIS Y JUDÍOS
J.  Graetz  escribió  una  historia  de los judíos tenida durante muchos años como   una   autoridad   en   la   materia. Graetz también nos informa del hecho histórico de los Jázaros convertidos al judaismo y la subsiguiente leyenda de que  eran  descendientes  de  las  diez tribus  perdidas.  Escribe  Graetz:  «Es muy   posible   que   las   circunstancias que llevaron a los Jázaros a abrazar la religión judía hayan sido embellecidas por  la  leyenda,  pero  el  hecho  mismo de  la     conversión   se  halla definitivamente  probado  en  todos  los puntos,   y   ello   hasta   tal   grado   de certeza  que  no  podemos  permitimos dudar  de  ello.  La  conversión  de  los Jázaros   a!   judaismo   es   un   hecho histórico   perfectamente   demostrado. Primero fueron los nobles del reino y poco   a   poco   loa   habitantes   de   las ciudades  jazaras  acabaron  haciéndose judíos.  Durante  bastante  tiempo  los judíos de otras partes del mundo —tan incomunicado  en  aquella  época—  no tuvieron  conocimiento  de      la conversión  de  este  poderoso  reino  al judaismo,   y   cuando   los   primeros rumores llegaron al resto de la judería mundial   comenzaron   a   formular   la leyenda de que Jazaria era la tierra del remanente   de   las   diez   tribus».   (J. Graetz.  HISTORY  OF  THE  JEWS, Jewish  Publication    Society, Philadelphia, Pa., 1902, pp. 140-141).
«No hay tal cosa como una raza judía (Enciclopedia Británica)»
Solomon  Grayzel,  otro  autor  que escribió   para   la   Sociedad   Judía   de Publicaciones  en  América,  afirma  de los   Jázaros   que   su    historia es básicamente «el relato de la extensión del   Judaísmo   en   aquellos   siglos», extensión del Judaismo como religión y penetrando en otra cultura no hebrea (S.  Grayzel,  A  HISTORY  OF  THE JEWS.  Jewish  P.  Society,  Ph.,  1947, pp. 280-281).
¿EXITE   TAL   COSA   COMO UNA RAZA JUDIA?
La respuesta parece ser negativa si escuchamos   los   datos   históricos   y científicos   de   la   investigación   más seria.
Los aficionados a la «Esca-tología ficción»  no  prestan  atención  a  estos hechos   históricos; probablemente   los desconocen.
Pero  los  hechos  son  los  hechos  y no podemos soslayarlos.
La  inmensa  mayoría  de  judíos  en el  mundo  moderno  es  askenazi;,  y esto    significa que, independientemente de   sus   diversas nacionalidades  actuales,  el  origen  de la  mayor  parte  de  ellos  es  Jázaro,  no semita.
Calcular  la  exacta  proporción  de sangre  Jázara  en todos los  askenazi a la manera como los esbirros de Hitler querían  detectar  la  pureza  de  la  raza aria,    sería     absurdo.  Pero los entendidos  afirman  que,  si  no  todos los  askenazis,  la  inmensa  mayoría  de ellos son    de    origen   Jázaro.  El trasfondo histórico señalado por todos los  investigadores  de  las  migraciones judías     apunta en  esta   dirección inequívoca.    Los    descendientes    de aquellos   Jázaros   convertidos   a   la religión   judia   —pero   no   de   raza semita—,  se  hallan   incluidos actualmente  en  los  askenazi  de  hoy. Añádase a ello el constante cruce con otras  razas  y  pueblos  por  medio  de matrimonios   y   mezclas   de   sangres. Nadie puede decir que los askenazi — la mayoría del Judaismo mundial en la actualidad—   son     verdaderos descendientes  de  los  hijos  del  Israel bíblico.
De    ahí    la    afirmación    de    la «Enciclopedia   Británica»;   «No   hay tal cosa como una raza judía». En esta«Enciclopedia»  aprendemos  que  «los hallazgos   de   la   antropología   física demuestran  que,  contrariamente  a  lo que  es  la  opinión  popular,  no  hay  tal cosa como una raza judía («there is no Jewish         race»).Las  mediciones antropométricas   de   los     diferentes grupos  judíos  en  muchas  partes  del mundo      indican   que      difieren grandemente    unos  de  otros  con respecto   a   todas   las   características físicas     importantes».Toda     esta sección  debería  ser  objeto  de  estudio para   cuantos   se   interesan   por   los judíos  como  raza,  especialmente  los que  creen  que  lo  que  hoy  se  llama «pueblo     judío»      en el  mundo constituye una verdadera «raza judía».
La Enciclopedia afirma más adelante:
«la única raza con la que los judíos no han   alcanzado   un   alto   grado   de asimilación es la  nórdica». ENCYCLOPEDIA  BRITTANICA (1973), vol. 12, p. 1054.
Max  I.  Dimont  en  «JEWS,  GOD AND  HISTORY»  escribió:  «Tal  vez más de un tercio de los judíos de Italia no  sen  descendientes  de  Abraham  ni de Moisés, sino de Rómulo y Rémulo. Sus  antepasados  fueron  paganos  que se   convirtieron   al   judaismo   en   el primer   siglo   de   nuestra   era.   Y   la historiafue idéntica en las Galias y en Alemania».
En la misma línea, Camille Honig, un erudito judío que ha estudiado los tipos   y   las   comunidades   judías   en cinco continentes, decía: «es del todo absurdo…  así  como  anticientífico,  el hablar de una raza judía. La verdad es que  los  judíos,  hoy,  no  pertenecen  a ningún   grupo   homogéneo  ni singular».    Y    el    antropólogo    Dr. Asheley   Montague   afirma   que   los «judíos      provienen      de      orígenes probablemente  más  heterogéneos  que ningún  otro  grupo  identificable  en  el mundo».
EL TESTIMONIO DE UN GRAN ESCRITOR: A. KOESTLER
Arthur Koestier, autor de numerosas obras entre las que descata EL  CERO  Y  EL  INFINITO,  escribió en   relación   con   nuestro   tema   un interesante      libro  titulado  THE THIRTEENTH    TRIBE,     (Random House,   1976).   No   olvidemos   que Koestier   era   judío.   Su   testimonio tiene, pues, un doble valor.
«El problema es en relación con la suerte de los judíos Jázaros después de la destrucción de su imperio entre los siglos  XII  y  XIII.  Las  fuentes  son escasas,   pero   tenemos   noticias   de varios         asentamientos      Jázaros   en Crimea,  Ucrania,  Hungría,  Polonia  y Lituania en la Edad Media. El cuadro global que nos ofece este conjunto de datos fragmentarios de información es el de una migración de tribus Jázaras a estas    regiones    del    Este    europeo,principalmente  de comunidades establecidas en Rusia y en Polonia. La verdad es que en los comienzos de la Edad  Media,  la  mayor  concentración de   judíos   se   encontraba   en   dichos países.   Esto   ha   llevado   a   muchos historiadores  a  tener  que  conjeturar que  una  parte  sustancial  —y  tal  la mayoría    de    los    judíos    del    Este europeo,   y   de   ahí   de   la   judería mundial— podría ser de origen Jázaro y no semítico» (pp. 15-16).
El libro  de Koestier está documentado   con   gran   cantidad   de datos   sacados   de   fuentes   históricas serias y valiosas. Koestler nos informa de la derrota de los Jázaros frente a los rusos  en  el  965,  pero  nos  documenta igualmente el hecho de que los judíos Jázaros,     a    pesar    de     la    derrota, mantuvieron   cierta   independencia   y conservaron  intacta  la  religión  judía. Tenemos  datos  en  este  sentido  que llegan    hasta    el    siglo    XIII.    Fue entonces cuando  comenzaron a emigrar   a   las   tierras   eslavas.
El proceso  de  disolución  en  el  seno  de estos  pueblos  eslavos  y  la  posterior asimilación de sus elementos humanos y   culturales   fue   continuo.   Y   así nacieron  los  grandes  centros  judíos del Este de Europa.
Los    asentamientos Jázaros en Ucrania  y  otras  regiones  del  sur  de Rusia  sobrevivieron  hasta  el  día  de hoy. Aunque grandes masas emigraron  hacia  Hungría  y  Polonia, quedaron importantes comunidades en Crimea   y   en   el   Caúcaso.   Si   bien, asegura Koestler, la mayoría de judíos Jázaros     fueron    principalmente    a Polonia y a Lituania. Tanto es así que al llegar a los siglos XVI y XVII, del millón   de   judíos   que   se   contaba entonces  en  el  mundo,  la  mayoría  de ellos se encontraba en Polonia, Lituania   y   los   Balcanes.   Con   el tiempo,   esta   gran   comunidad   judía oriental se convirtió en la mayoría de los judíos de todo el mundo. Historiadores   y   eruditos polacos concuerdan con Koestler en que estos asentamientos en Polonia y en el resto de    la  Europa  del  Este, fueron fundados  por  gente  de  religión  judía procedente  de  los  antiguos  dominios Jázaros y de Rusia.
De     acuerdo   con    Koestler     es equivocada  la  idea  de  que  los  judíos del  occidente  europeo  emigraron  a  la Europa oriental, y que esta emigración explicaría  el  gran  número  de  judíos que  encontramos  luego  en  el  Este  de Europa. Para contrarrestar  esta equivocada  tradición,  Koestler  aporta estos hechos: la mayoría de los judíos españoles  —sefardís— expulsados de la Península Ibérica a finales del siglo XV,   acosados   por   la   Inquisición, fueron  en  su  mayoría  a  Inglaterra  y Francia. Cuando luego fueron también expulsados de Inglaterra, no eran más de 2.500. En cuanto a Francia, ningún historiador ha podido documentar que los  judíos  franceses  o  residentes  en este país hayan huido nunca a Polonia. Las  comunidades  judías  del  Rhin,  en Alemania, eran   muy pequeñas; escasamente  superiores  a  las  juderías inglesas.  En     su    casi   totalidad desaparecieron  por  exterminio,  o  por suicidio. Estos son los datos históricos y  de  ahí  que  Koestler  no  admita  la tradición   sin   comprobación   de   una supuesta   migración   masiva   de   los judíos   alemanes   a   Polonia.   Dicha tradición   pudo   prosperar   debido   al poco conocimiento  que  se  tenía  de la historia   de    los   Jázaros   en   aquel entonces.  Los  historiadores  judíos  no podían    encontrar    una    explicación satisfactoria    para  la  «gran concentración     sin    precedentes   de judíos   en   el   este   europeo»   y   así imaginaron    que   procedían  de Alemania.  Pero  Koestler  subraya  que no  hay  ninguna  fuente  histórica  seria que muestre ninguna migración desde el   Rhin   hasta   Polonia.   Los   pocos judíos   que   quedaron   en   la   Europa Occidental  fueron  diezmados  por  las terribles plagas medievales de la Peste negra,  sobre  todo  entre  1348  y  1350. Fueron    años    espantosos    para    las colonias  judías  que  no  sólo  sufrieron estas  plagas  sino  que  fueron  asoladas además  bajo  la  acusación  de  haber envenenado los pozos.
El punto central del argumento; de Koestler es evidente: La mayor parte de    quienes   constituían   esta   gran concentración de judíos en Polonia y en el Este de Europa  tenía que ser de origen   Jazaro,   mezclados   con   los pocos judíos semitas de la zona.
Alrededor    del    año    1648    esta concentración de  judíos Jázaros comenzó a trasladarse, en parte, hacia el Occidente: en dirección a Bohemia, Hungría,  Rumania  y  Alemania.  Y  así continuaron    establecidos    en    estas tierras durante casi tres siglos, hasta la Segunda Guerra Mundial. Esta mezcla de  Jázaros  y  Eslavos  en  la  Europa central  y  oriental  que  constituía  el mayor número de judíos en el mundo «se convirtió en la fuente principal de as comunidades judías existentes hoy en  el  mundo,  especialmente  las  de Europa,  Estados  Unidos  y  el  Estado de  Israel,  concluye  Koestler.  (Arthur Koestler,    The         THIR-TEENTH TRIBE, Random House 1976).
No   olvidemos   que Koestier   era   judío.   Su   testimonio tiene, pues, un doble valor.
«El problema es en relación con la suerte de los judíos Jázaros después de la destrucción de su imperio entre los siglos  XII  y  XIII.  Las  fuentes  son escasas,   pero   tenemos   noticias   de varios         asentamientos      Jázaros   en Crimea,  Ucrania,  Hungría,  Polonia  y Lituania en la Edad Media. El cuadro global que nos ofrece este conjunto de datos fragmentarios de información es el de una migración de tribus Jázaras a estas    regiones    del    Este    europeo,principalmente   de  comunidades establecidas en Rusia y en Polonia. La verdad es que en los comienzos de la Edad  Media,  la  mayor  concentración de   judíos   se   encontraba   en   dichos países.   Esto   ha   llevado   a   muchos historiadores  a  tener  que  conjeturar que  una  parte  sustancial  —y  tal  la mayoría    de    los    judíos    del    Este europeo,   y   de   ahí   de   la   judería mundial— podría ser de origen Jázaro y no semítico» (pp. 15-16).
El      libro       de      Koestier      está documentado   con   gran   cantidad   de datos   sacados   de   fuentes   históricas serias y valiosas. Koestler nos informa de la derrota de los Jázaros frente a los rusos  en  el  965,  pero  nos  documenta igualmente el hecho de que los judíos Jázaros,     a    pesar    de     la    derrota, mantuvieron   cierta   independencia   y conservaron  intacta  la  religión  judía. Tenemos  datos  en  este  sentido  que llegan    hasta    el    siglo    XIII.    Fue entonces  cuando  comenzaron   a emigrar a   las   tierras   eslavas.   El proceso  de  disolución  en  el  seno  de estos  pueblos  eslavos  y  la  posterior asimilación de sus elementos humanos y   culturales   fue   continuo.   Y   así nacieron  los  grandes  centros  judíos del Este de Europa.
Los    asentamientos     Jázaros     en Ucrania  y  otras  regiones  del  sur  de Rusia  sobrevivieron  hasta  el  día  de hoy.    Aunque      grandes           masas emigraron  hacia  Hungría  y  Polonia, quedaron importantes comunidades en Crimea   y   en   el   Caúcaso.   Si   bien, asegura Koestler, la mayoría de judíos Jázaros    fueron    principalmente   a Polonia y a Lituania. Tanto es así que al llegar a los siglos XVI y XVII, del millón   de   judíos   que   se   contaba entonces  en  el  mundo,  la  mayoría  de ellos   se  encontraba  en Polonia, Lituania   y   los   Balcanes.   Con   el tiempo,   esta   gran   comunidad   judía oriental se convirtió en la mayoría de los  judíos de   todo     el   mundo. Historiadores  y    eruditos polacos concuerdan con Koestler en que estos asentamientos en Polonia y en el resto de  la Europa  del  Este,  fueron fundados  por  gente  de  religión  judía procedente  de  los  antiguos  dominios Jázaros y de Rusia.
Alrededor    del    año    1648    esta concentración de           judíos     Jázaros comenzó a trasladarse, en parte, hacia el Occidente: en dirección a Bohemia, Hungría,  Rumania  y  Alemania.  Y  así continuaron    establecidos    en    estas tierras durante casi tres siglos, hasta la Segunda Guerra Mundial. Esta mezcla de  Jázaros  y  Eslavos  en  la  Europa central  y  oriental  que  constituía  el mayor número de judíos en el mundo «se convirtió en la fuente principal de  las comunidades judías existentes hoy en  el  mundo,  especialmente  las  de Europa,  Estados  Unidos  y  el  Estado de  Israel,  concluye  Koestler.  (Arthur Koestler,  The  THIR-TEENTH TRIBE, Random House 1976).
Los    argumentos    aportados    por Koestler son los mismos que manejan los historiadores  para  fundamentar  su creencia de que la inmensa mayoría de judíos,  hoy  en  el  mundo,  no  son  en absoluto   descendientes   del   antiguo Israel  bíblico  sino  que  provienen  del antiguo  reino  Jázaro  del  Cáucaso.  Se les  conoce  como  «judíos  Askenazi» («askenazi» significa oriundo  de Alemania  en  hebreo)  por  causa  de  la errónea  tradición  que  los  imaginaba venidos de tierras germánicas.
De  manera  que,  salvo  el  pequeño grupo  de  judíos  españoles  (sefardís) que  emigraron  en  1492  a  Italia,  el norte de África, Turquía y otras tierras del Asia Menor, todos los otros judíos que  hay  en  el  mundo  son  de  origen Jázaro y no semita.
De  manera  que,  salvo  el  pequeño grupo  de  judíos  españoles  (sefardís) que  emigraron  en  1492  a  Italia,  el norte de África, Turquía y otras tierras del Asia Menor, todos los otros judíos que  hay  en  el  mundo  son  de  origen Jázaro y no semita.
LA RAZA JUDIA, UNA ETNIA DILUIDA
Parece  probado  para  los  autores más serios que no existe tal cosa como una  raza  judía  en  la  actualidad,  o  lo que  es  igual:  un  Israel  étnico.  Los avalares  de  la  historia,  a  lo  largo  de dos  milenios,  han  diluido  la  «pureza de sangre» hebrea. Exactamente como ha ocurrido con tantos otros pueblos.
Pero, lejos de ser una desgracia, la mezcla   de   razas   ha   resultado   una ventaja  y  una  bendición  en  múltiples sentidos.  El  sólo  hecho  de  desmentir las   tesis   racistas   que   tanto   daño causaron   al   pueblo   llamado   judío, sería  suficiente  para    considerar positivamente   estos   fenómenos   de dilución  progresiva  de  unas  razas  en otras.
Los   grupos   humanos   que   hoy quieren  llevar  el  nombre  de  «judíos» deben aferrarse a lo cultural y no a lo étnico.    Afortunadamente.   Lo     que sufrieron en su propia carne de manos del    nazismo    racista,    ignorante    y criminal   constituye   una   advertencia bastante clara.
Sería  muy  lamentable   y contradictorio,  que  quienes  sufrieron tanto  del  racismo,  se  volvieran  ahora ellos  racistas.  Esto  les  llevaría  a  las incoherencias  y  contradicciones  más absurdas.       Porque   por          un           lado denuncian el carácter anticientífico de las  teorías  racistas  en  cuyo  nombre fueron  sacrificadas  inhumanamente  6 millones  de  personas  hace  poco  más de   40   años.   Pero   por   otro   lado, paradójicamente,   se   aferran   a   tesis racistas,  a  la  hipotética  «pureza  de sangre    hebrea»,    para    identificarse anticientíficamente.  Una  actitud  más que esperpéntica, trágica.
La  condición  de  «judío»  es  ya  de por sí bastante abstracta y confusa. No se  puede  transmitir  por  vía  genética, porque como ya señaló E. Goligorsky «la sangre judía es un líquido que sólo existe en la imaginación de quienes lo utilizan para       racionalizar sus prejuicios».   ¿No   hacían   lo   mismo, aunque   por   razones   diametralmente opuestas, los nazis?
Un artículo publicado en la prensa de  Buenos  Aires  hace  algunos  años, recogió   los   cálculos   estadísticos   de Arthur  Ruppin  y  otros  investigadores según  los  cuales  entre  el  año  70  y  el 1409 el número de judíos que había en  el     mundo     descendió     de     cuatro millones y medio a un millón y medio. Si  el  crecimiento  demográfico  de  los judíos    hubiera  sido        el     de     las poblaciones   de      los   países  que habitaban,   hoy   deberían   ser   unos ciento ochenta millones.
Pero son sólo 17  millones.  El  número  de  «judíos» no   crece   como   debería   crecer.   Ya dejando de lado la horrible tragedia de las matanzas —concluye dicho trabajo —  se  llega  al  descubrimiento  de  que con  demasiada  frecuencia  los  judíos dejan de ser judíos, muy a menudo. Es algo que se repite, y se comprueba, a lo  largo  de  la  historia.  Para  muchos hebreos  no  hubo  cosa  más  fácil  que transformarse,  por  un  acto  de  simple «conversión»,.    o    abandono    de    la práctica          religiosa judía,      en     un miembro respetado —y hasta, a veces, dirigente— de la comunidad cristiana o musulmana.
La    historia    de    España    ofrece muchos ejemplos que corroboran estas masivas  incorporaciones  de  judíos  a las  sociedades  «cristianas»  del  país. Los  «xuetas»  de  Mallorca  son  una clara  y  elocuente  ilustración  de  este proceso de disolución étnica.
Pero  no  sólo  ocurrió  ésto  en  la Península  Ibérica.  En  muchos  otros países  de  Europa  todavía  es  posible rastrear   la   genealogía   de   muchas  familias  —entre  las  que  se  cuenta,  a veces, ilustres prelados e inquisidores—   hasta   descubrir   lejanos   orígenes judíos .
Esta  asimilación  pertenece   a  un largo   proceso   del   pasado   que   hoy, guste  o  no,  es  ya  irreversible.  Y  no hay     que    llorar           por    ello.             Dicha disolución  de  la  raza  hebrea  en  las demás  razas  será  interpretada  como una  tragedia  solamente  por  quienes sustentan    la    quimera    de    que    el judaísmo   en   vez   de   constituir   una digna,  respetable  y  hermosa  cultura tiene    asignada     una   misión trascendente en el mundo.
La perspectiva bíblica, cristiana, es otra. Para el lector sin prejuicios, tanto de     las           profecías               del          Antiguo Testamento  como  cumplimiento      en     el      Nuevo,     la situación  es  clara  y  no  deja  lugar  a dudas:  «No  todos  los  que  descienden de de    Israel    (según    la    carne)    son israelitas   (en   el   sentido   espiritual), porque   no   son   los   hijos   según   la carne  los  hijos  de  Dios,  sino  los  que son    hijos    según   la    promesa    los contados   como   descendientes»   (Ro.9:6-8).


1 comentario:

  1. Imprecionante!!:esta informacion deberia esparcirse por toda la red y medios informativos y de esta manera poner un granito de arena en contra del sionismo cristiano que tiene a muchas iglesias en el error dispensacionalista y con tendencias judaizantes.

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