miércoles, 12 de noviembre de 2014

LA ELECCIÓN SOBERANA por Gise Van Baren


La elección como una doctrina de la iglesia es a menudo muy poco comprendida o enfáticamente negada. Ya sea que existe ignorancia acerca de esta verdad o una deliberada mala interpretación de ella.

¿Cuál es la verdad escritural de la elección? Podemos definir la elección como el mandato eterno, soberano y bondadoso de Dios por el cual El elige a una iglesia como el cuerpo de Cristo, con todos sus miembros, cada uno en su propio lugar, para la salvación y gloria eterna.

Examinemos las varias partes de esta definición con más atención.

En primer lugar, la elección es el mandato de Dios por el cual El escoge un número definido de individuos para la salvación y gloria. No es que Dios esté inseguro de quien será salvo y pasará la eternidad con El en el cielo. El conoce a cada persona por nombre, desde el día que El escogió a cada uno de ellos; y esos nombres El los ha registrado en El Libro de la Vida. La Escritura habla de la elección de esta forma en Hechos 13:48: “Y creyeron todos los que estaban ordenados para la vida eterna.” Nuevamente, al respecto en Jeremías, leemos (1:5) “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” Ahora, yo sé que esto se aplica a Jeremías en particular, pero es muy evidente en este pasaje de que Dios lo santificó y preparó a él antes de que aún naciese. Dios escogió a Jeremías. Nuevamente leemos en Romanos 9:13: “Como está escrito: a Jacob amé, más a Esaú aborrecí.”

En segundo lugar, la doctrina a la elección enseña que los miembros de la iglesia están escogidos como un cuerpo de Jesucristo con cada miembro en su lugar único. Hay ilustraciones en la Escritura las cuales presentan a la Iglesia como un cuerpo. El apóstol Pablo habla de esa iglesia en I Corintios 12:12: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.” Ahora, un cuerpo es un organismo viviente. Uno no puede agregar miembros a ese cuerpo, ni tampoco quitarlos. Tan pronto como uno trata de hacer eso, se tiene un cuerpo incompleto o una monstruosidad. Un cuerpo normalmente tiene diez dedos, dos manos, dos brazos, dos ojos, una nariz – eso es todo. Si quitamos cualquiera de esos miembros o si le agregamos a ellos, ya no se tiene un cuerpo completo. Dios también escoge para sí mismo una iglesia como el cuerpo de Cristo, esto es, miembros individuales cada uno en un lugar particular en ese cuerpo. Dios tiene un lugar para cada miembro, cada elegido de Dios, en ese cuerpo. El lugar de uno, no siempre podrá parecer muy importante a los ojos del hombre, pero es su lugar único. Así como el dedo pequeño es un miembro insignificante, es sin embargo necesario para poder hacer el cuerpo completo; ese dedo tiene un lugar y función. Así también, la verdad de la elección enfatiza el hecho de que Dios escoge cada miembro individual  para un lugar específico en el cuerpo de Cristo – y el lugar que él podrá y deberá llenar.

En tercer lugar, la elección está centrada en Jesucristo. Uno nunca puede hablar de la elección separada de Él. Leemos en Efesios 1:4, “según nos escogió en él (Cristo) antes de la fundación del mundo...”   Esa es la verdad que uno encuentra a través de la Escritura. ¡Dios escoge a su gente como miembros de Cristo!

En cuarto lugar, la elección enseña que Dios  escoge a un pueblo para la salvación eterna y la gloria. Dios no simplemente escoge, sino que Él tiene un fin o un propósito en mente. Ese propósito eterno fue que El pudiera llevar a Su pueblo al cielo. Cito por ejemplo Romanos 8:29-30: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó, y a los que justificó, a éstos también glorificó.” Así es que el propósito final de la elección eterna por medio de la cual Dios escoge a Su gente es que Él los pueda glorificar a ellos a través de Cristo para honra de Su propio nombre.

Finalmente, la elección toma lugar en la eternidad. No es una acción tomada sólo en el tiempo. Es un acto de Dios que tomó lugar en Su concejo o plan aún antes de que el tiempo comenzara. Considere una vez más el pasaje de Efesios 1:4: “Según nos escogió en él (Cristo) antes de la fundación del mundo...” ¿Qué quiere decir esto? Esta frase sugiere que Dios escogió antes de que hubiera ninguna creación, antes de que hubiera tiempo o espacio. Antes de la fundación del mundo, solamente hay Dios. Él ha escogido entonces un pueblo en Cristo de toda la eternidad en Su concejo. Ese es el testimonio de la Escritura.

En conexión con la verdad de la elección, a menudo se hace la pregunta, “¿Es la elección condicional o no condicional?”  Esto es, ¿Dios eligió a Su gente sobre la base de alguna acción que ellos deberán realizar primero – o Él los ha escogido a ellos libre e independientemente? ¿Estaba la elección condicionada a algo que primeramente el hombre debería hacer – o es que Dios escogió a cierta gente simplemente porque era su buen deleite el hacer eso? La Escritura en sí misma enseña que la elección descansa solamente sobre el mandato de un Dios Soberano, y que no tiene nada que hacer o ver con ninguna acción que el hombre deberá primeramente hacer.

Sin embargo, es triste decirlo, este no es el pensamiento de muchos hoy en día. La perspectiva que parece haber alcanzado al mundo de la iglesia de nuestros días es que la elección es dependiente en la voluntad del hombre y no de Dios. La elección depende en el hecho del hombre en aceptar a Cristo. Dios escoge a aquellos quienes primero lo escogieron a Él. Esta perspectiva tiene sus raíces en Holanda y fue primero propuesta en el año 1610. Su proponente más influyente en ese tiempo fue un hombre llamado Jacobo Arminio. Desde este su tiempo este error concerniente a la elección se ha vuelto un sinónimo con su nombre. Es llamado el Arminianismo.

Arminio mismo escribió en lo concerniente a esta perspectiva de la elección: “Pero ésta (la elección) significa el mandato por el cual Dios determina otorgar la salvación a alguien, entonces la fe prevista es previa a la elección. Por cuanto solamente los creyentes son salvos, así sólo los creyentes están predestinados a la salvación. Pero, las Escrituras no conocen ninguna elección, por la cual Dios precisa y absolutamente ha determinado salvar a alguno sin primeramente haberlo considerado a él como un creyente. Porque tal Elección estaría en un desacuerdo con el mandato por el cual Él ha determinado el salvar a ninguno sino a los creyentes.” (Escritos de Arminio, Vol. I, Página 380)

Obviamente, el Arminianismo, cuando habla de la elección, habla de ello como condicional. El Arminianismo no dirá que Dios elige, y que por consiguiente nosotros creemos, pero dice que Dios elige a aquellos que Él ha previsto que ellos creerán. El Arminianismo sostiene que la elección depende finalmente de una respuesta positiva por el hombre. Cuando el hombre acepta a Cristo y persevera en ello, entonces Dios dice, “yo te elegiré.” Quizás esta idea del Arminianismo puede ser ilustrada. Supongamos que alguien pusiera sobre Usted un peso de 1.000 libras y le mandaría a Usted el levantar ese peso de 1.000 libras por encima de su cabeza. Usted correctamente podrá decir “yo no puedo.” Pero, si uno fuera a montar un sistema de poleas con una soga, amarrar esa soga firmemente al peso y luego le dijeran otra vez, “levanta ese peso; ahora Usted no será capaz de decir “No puedo.” Más bien ahora Usted podrá decir, “Lo haré” o “No lo haré.” Obviamente, está ahora dentro de su poder levantar ese peso. Es también de esta manera como el Arminianismo ve al pecador. Cuando el hombre cayó, él no podía hacer nada. Él no podía aceptar a Cristo. Él no podía creer. Pero entonces, Dios dispensó sobre todos los hombres una cierta gracia (comparable con el sistema de poleas en la ilustración), de modo que todos los hombres tengan dentro de ellos el poder de creer si es que ellos así lo quieren. Pero si ellos rechazan, están perdidos para siempre.

¿Qué deberá uno decir de esta enseñanza del Arminianismo?

Deberá ser claro que el Arminianismo esencialmente niega la soberanía de Dios. Que Dios es soberano significa simplemente que Dios es Dios: El gobierna sobre el cielo y la tierra. El nunca cederá su poder a ninguna criatura. El dirigirá todas las cosas de acuerdo a Su soberano propósito. Dios gobierna. La perspectiva del Arminianismo niega esto. Un Arminiano insistirá en que él también cree que el pecador es salvo sólo por gracia. Pero no descuidemos el hecho de que, de acuerdo al Arminianismo, cada pecador tiene esta gracia de Dios. ¿Qué hace entonces que un hombre se diferencie de otro? No es la gracia de Dios, pero la voluntad del hombre que ya sea que use o rechace la gracia de Dios. Uno ejercita su voluntad para Cristo y el otro en contra de Cristo. La determinación final respecto a quien es elegido descansa entonces sobre los actos del hombre. Tal enseñanza niega la soberanía de Dios, porque entonces el Dios Soberano, infinito y eterno deberá sentarse en Sus cielos y esperar por la decisión del hombre para poder descubrir quién podrá y quién no podrá heredar Su Reino. Ese es un error terrible.

El Calvinismo insiste acerca de la verdad Escritural de que Dios incondicionalmente elige a un pueblo para El Mismo desde toda la eternidad. No sólo Juan Calvin sino también los anteriores padres de la Iglesia insistieron sobre la misma cosa. San Agustín, 354-420, mantuvo que: “La Fe, por lo tanto, desde su comienzo hasta su perfección es el don de Dios y que este don es otorgado a algunos y no a otros quienes negarían, ¿sino a aquel que peleará en contra de los más claros testimonios de la Escritura? Pero el por qué la fe no es dada a todos no debe interesar al creyente, el cual sabe que todos los hombres por el pecado de uno sólo vino a la más justa condenación. Pero porque Dios libera a uno de la condenación y no a otro concierne a Sus inescrutables juicios. Y ‘Sus caminos están más allá de descubrirlos.’ Y si es que sería investigado y examinado de cómo es que cada recipiente de la fe es juzgado por Dios como digno de recibir tal don, ellos no quisieran a aquellos que digan, ‘Es por su voluntad humana.’ Pero nosotros decimos que es por gracia o Divina predestinación.”

La perspectiva de Agustín estaba firmemente fundada en la Escritura. Desde el principio, la Escritura enseña que la elección no está condicionada con ninguna obra o hecho del hombre. Hechos 13:48 declara, “Y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.”  ¿Ahora cuál es primero: el creer o el buen orden? Simplemente, lo último, o leemos en Juan 15:16: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto par que vayáis y llevéis fruto...” Y en Juan 4:10: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” La elección es ciertamente incondicional de acuerdo a todas las enseñanzas de la Escritura.

¿Halla Usted consuelo en tal verdad? Algunos han insistido en que esta doctrina no provee consuelo. Porque, dicen algunos, si uno cree en la elección, entonces el resultado será que él se volverá muy descuidado y mundano en esta tierra. Si Dios eternamente ha determinado que una persona va a ir al cielo, entonces ¿qué diferencia hay en lo que el haga? Si él quiere pecar, el será salvo de todos modos. ¡Así, muchos han presentado falsamente esta verdad de la elección!

Pero la tal es una distorsión de esta doctrina. Es verdad: Dios ha determinado libremente, eternamente y soberanamente que Su gente entrará en la gloria. Entre esa gente está contado el ladrón en la cruz – un muy terrible pecador. Entre ellos está contado Pedro que negó a Cristo tres veces. Entre ellos estamos contados nosotros mismos – También pecadores terribles. ¿Pero es que la doctrina de la elección permite a uno pecar si es que así él lo desea? La Escritura enseña que Dios nos ha escogido a fin de que seamos santos y sin mancha (Ef. 1:4). Ver también Efesios 2:10. La elección produce fruto: donde no hay fruto de justicia, no hay evidencia de la elección. Ay de la persona que se atreve a decir, “Yo peco porque no hace ninguna diferencia – yo ya soy uno de los dos: elegido o reprobado.”  Parafraseando las palabras de Cristo, ¡sería más tolerable en el día del juicio para uno que nunca conoció la verdad de la elección, que para uno que lo sabía y uso esto como una excusa para pecar!

La triste situación hoy en día es que muchos hombres Reformados quieren ocultar esta doctrina. Estos insisten en que es muy difícil para la gente común – y uno seguramente nunca deberá hablar de ello en el campo misionero. Pero la Escritura nunca oculta la verdad de la elección – es enseñada sinceramente. De hecho, Pablo escribe de esto en detalle especialmente a las iglesias de Roma y Éfeso. Estas iglesias estaban mayormente compuestas por Gentiles quienes nunca antes tuvieron contacto con Palabra de Dios. Ellos fueron enseñados sobre la elección. ¿Si no fue tan difícil entonces debería ser tan difícil ahora para la gente de nuestra educada sociedad?

¿Qué acerca de Usted?  ¿Es usted uno de los elegidos de Dios? Esta pregunta ha perturbado a mucha gente. ¿Está Usted preocupado con su elección – verdaderamente preocupado? Los malvados reprobados nunca se interesan si son o no elegidos. Estos solo niegan todo de la Palabra de Dios. Pero si Usted está preocupado acerca de su elección, entonces puede aplicar la evidencia ya misma en su vida y corazón del fruto de la elección.

Tan solo unas pocas preguntas más.  ¿Cree Usted en el Señor Jesucristo?  ¿Ama Usted a Su iglesia y Su verdad?  ¿Odia Usted todo lo de su propio pecado? Entonces, no hay realmente una pregunta, ¿o la hay? Usted ve dentro de Usted el fruto y la prueba  de la elección. Usted es aún un pecador como toda la gente de Dios. Algunas veces nos maravillamos: “¿Cómo pudo Dios haber escogido a uno como yo?” Aun así, los frutos de la elección son evidentes. Si Usted cree, Usted tiene la evidencia de que Dios lo ha escogido eternamente en Cristo. Él no lo escogió a Usted porque Usted cree, pero su creencia es evidencia y prueba de que Él lo ha escogido a Usted. ¿Cree esto? Entonces, bendito sea porque suyo también es el reino de los cielos.


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