sábado, 31 de mayo de 2014

EL LEGADO SINIESTRO DE CHARLES FINNEY por Michael S. Horton

Michael S. Horton
Vol.1, No.1
© 2011, Editora os Puritanos
 Cuando no se especifica todas las citas son de Teología Sistemática de Finney (Teología Sistemática de Finney – Charles G. Finney – betany, 1976).
Michael Scott Horton (nacido en 1964) es profesor de Teología y Apologética en Westminster Seminario California, editor en jefe de la revista Reforma Moderna. Fue presidente de Cristianos Unidos por la Reforma (CURE), que más tarde formó la ACE – Alianza de evangélicos Confesionales, pero hoy en día ya no es afiliado.
Horton recibió su MA en el Seminario Westminster de California, y su doctorado en Wycliffe   Hall, Oxford y la Universidad de Coventry, de posgrado de Yale Divinity School. Actualmente es Ministro es la Iglesias Reformadas Unidas en América del Norte, donde pastoreó dos Iglesias en el sur de California. Autor de más de 15 libros, traducidos a varios idiomas.
Jerry Falwell lo llama “uno de mis héroes y un héroe de muchos evangélicos, incluyendo a Billy Graham.” Yo recuerdo una visita que hice al Centro Billy Graham hace algunos años, y observé el lugar de honor que la tradición evangélica le da a Finney. Esto fue reforzado en la primera clase de teología que tuve en una universidad Cristiana, en la cual era requisito leer las obras de Finney. El cantante Keith Green citaba mucho a su campión, el evangelista de Nueva York, y la organización “Youth with a Mission” lo estima mucho. Finney es estimado particularmente por líderes de la “derecha” evangélica y de la “izquierda” evangélica en los EE.UU., tanto por Jerry Falwell como por Jim Wallis (de la revista Sojourner’s). Así la influencia de Finney parece haber influenciado movimientos muy diferentes, pero en realidad son todos herederos de él. Esto incluye el movimiento “La Viña” (Vineyard), el movimiento de iglecrecimiento, las cruzadas políticas y sociales, los “tele evangelistas”, el movimiento “Promise Keepers”
(Guardianes de sus Promesas) – como un presidente anterior de la universidad Wheaton se regocijaba diciendo: “¡Finney aún vive!”
Todo esto es porque el impulso moralístico de Finney apuntaba hacia una iglesia que en gran medida era agente de reforma personal y social, en lugar de ser una institución que era medio de la gracia de Dios – la Palabra y los Sacramentos – los cuales se ofrecen a los creyentes quienes llevan el Evangelio al mundo.
En el siglo 19, el movimiento evangélico llegó a ser identificado más y más con causas políticas – incluyendo la abolición de la esclavitud, legislación contra el trabajo de los niños, derechos de la mujer, y la
prohibición de beber alcohol. A principios de este siglo, y con la llegada de muchos inmigrantes Católicos que ponían incómodos a muchos Protestantes, el secularismo comenzó a meterse a las instituciones que los Protestantes habían creado y sostenido durante muchos años – tales como sus universidades, hospitales y organizaciones de caridad. En un esfuerzo desesperado por recuperar este poder institucional y la gloria de una “América Cristiana” (una visión poderosa en la imaginación de muchos, pero ilusoria después que pasó Nueva Inglaterra bajo los Puritanos), los Protestantes lanzaron campañas morales para “Americanizar” a los inmigrantes, aplicar instrucción moral y “la educación de carácter”. Los evangelistas promovían su evangelio Americano en términos de su uso práctico para el individuo y la nación.
Es por estas razones que Finney es tan popular. Él es la medida más alta en el giro desde la fe ortodoxa recuperada en la Reforma Protestante hacia un evangelio Arminiano (¡mejor dicho, Pelagiano!). La fe reformada se evidenció en el Primer Gran Avivamiento (bajo Edwards y Whitefield), y la fe Arminiana al estilo de Finney se ve desde el Segundo Gran Avivamiento hasta el presente. Para poder demostrar la deuda que tiene la iglesia evangélica de hoy con Finney, veremos primero sus desvíos teológicos. Estos desvíos engendraron algunos de los desafíos más grandes dentro de la iglesia evangélica de hoy – tales como el iglecrecimiento, el pentecostalismo y los avivamientos de carácter social.
¿Quién es Finney?
Rechazando el Calvinismo del Primer Gran Avivamiento, los sucesores de este gran movimiento del Espíritu de Dios volvieron de Dios al hombre, de predicar el contenido objetivo del evangelio (es decir, a Cristo crucificado) a un evangelio cuyo énfasis era llevar una persona a “hacer una decisión”.
Charles Finney (1792-1875) pastoreó en los años justo después del Segundo Gran Avivamiento, como ha sido llamado. Finney era un abogado Presbiteriano, y experimentó un día “un bautismo poderoso del Espíritu Santo” que “me atravesaba una y otra vez como electricidad…y parecía como olas de amor líquido.” Al día siguiente, Finney le informó a su primer cliente que “tenía una comisión del Señor Jesús a defender su causa, por tanto no puedo defender la tuya.” Se negó a asistir al Seminario Princeton (y a ningún otro, tampoco), y comenzó a hacer reuniones de avivamiento en la parte norte del estado de Nueva York. Uno de sus sermones más famosos era “Pecadores Ceñidos en Cambiar sus Propios Corazones.”
La única pregunta de Finney para juzgar cualquier enseñanza era “¿sirve para convertir a los pecadores?” Un resultado de los avivamientos de Finney fue la división de los Presbiterianos de las ciudades de Filadelfia y Nueva York en dos campos – los Arminianos y los Calvinistas. Las “Nuevas medidas” de Finney incluían la “banca de los ansiosos” (precursor del “llamado” en muchas iglesias evangélicas de hoy), tácticas emocionalistas que conducían a desmayos y llanto, otras “emociones” como les decían Finney y sus seguidores. Finney llegó a ser más y más hostil hacia el Presbiterianismo, refiriéndose en la introducción de su Teología Sistemática a la Confesión Westminster y a sus autores de manera muy crítica, como que hubieran creado un “papa de papel”, y que hubieran “elevado la Confesión y el Catecismo al trono papal y al lugar del Espíritu Santo.” Es notable que Finney demuestra qué tan cerca al liberalismo está el
Arminianismo de “avivamientos.” Demuestra los mismos sentimientos racionalistas, y tiende a ser simplemente un liberalismo teológico menos refinado. Ambos cedieron ante el racionalismo al exaltar la capacidad racional y moral del hombre natural. Dice Finney:
Que ese instrumento que formó la asamblea (La Confesión de Westminster) deba ser reconocido en este siglo como la regla para la iglesia, o de una rama inteligente de ella, no sólo es de maravillarse, sino – debo decirlo – es ridículo en extremo. Es tan absurdo en la teología como lo sería en cualquier otra rama de las ciencias. Es mejor tener un papa vivo que uno muerto.
¿Cual es el problema con la teología de Finney?
En primer lugar, no hace falta proceder más allá que la página de contenido de su Teología Sistemática para saber que toda la teología de Finney giraba en torno a la moralidad humana. Los capítulos uno a cinco tratan gobierno moral, obligación y la unidad de la acción moral; los capítulos seis y siete tratan “La obediencia total”, y capítulos ocho a catorce tratan los atributos de amor, egoísmo, y virtudes y vicios en general. Uno no lee nada que sea específicamente Cristiano, con su interés en la muerte sustitutiva de Cristo, ¡hasta el capítulo veintiuno! Después siguen discusiones sobre la regeneración, el arrepentimiento y la fe. Hay un capítulo sobre la justificación seguido por seis sobre la santificación. En otras palabras, Finney no escribió una Teología Sistemática, sino una colección de ensayos sobre la ética.
Esto no quiere decir que la Teología Sistemática de Finney no tenga declaraciones teológicas muy significantes. Primero, respondiendo a la pregunta: “¿Deja de ser Cristiano si un Cristiano peca?”, Finney responde:
Cuando uno peca, deja de ser santo. Esto es evidente. Cuando uno peca, debe ser condenado; debe incurrir la pena de la ley de Dios…Si alguien dijera que el precepto de la ley todavía se le aplica pero que con respecto a las penas, para el Cristiano son puestas a un lado o abrogadas, yo respondo, que abrogar una pena es revocar el precepto; porque un precepto sin pena no es ley. Es solamente consejo. El Cristiano, por tanto, no es justificado mientras desobedece; de lo contrario sería verdad el Antinomianismo…En estos aspectos, entonces, el Cristiano que peca y el pecador no convertido paran exactamente sobre el mismo terreno (página 46). Finney creía que Dios demandaba la perfección absoluta, pero en lugar de buscar su perfección de justicia en Cristo, concluyó que …plena obediencia presente es la condición para la justificación. Pero de nuevo, la pregunta ‘¿puede el hombre ser justificado mientras perdura el pecado en él?’ De ninguna manera, ni sobre principios legales ni evangélicos, a menos que se abrogue la ley…Pero, ¿puede ser perdonado y aceptado, y justificado en el sentido del evangelio, mientras queda el pecado en cualquier grado? Definitivamente no (página 57).
Con la Confesión de Westminster en la mira, Finney declara en cuanto a la frase de la Reforma “simultáneamente justificado y pecador” – “Este error ha matado más almas, me temo, que la doctrina universalista jamás ha hecho.” Porque, “cuando un Cristiano peca, cae bajo condenación, y debe arrepentirse y hacer las primeras obras o perderse” (página 46).
Regresaremos a la doctrina de Finney de la justificación, pero nótese que ella descansa sobre una negación del pecado original. Esta doctrina es sostenida tanto por Católicos como Protestantes, y dice que
todos nacemos como herederos de la culpa y corrupción de Adán. Por tanto somos esclavizados a una naturaleza pecaminosa. Como alguien ha dicho, “pecamos porque somos pecadores”, o sea, nuestra condición pecaminosa determina los hechos de pecar, no al revés. Pero Finney le siguió a Pelagio al negar esta doctrina. Pelagio fue un hereje del siglo quinto, ¡quien ha sido condenado por más concilios eclesiásticos que cualquier otra persona en toda la historia!
Finney creía que el ser humano era capaz de escoger ser corrupto o redimido, y se refirió al pecado original como un “dogma antiescritural y sin lógica” (p. 179). En otras palabras, Finney negó la idea de que los seres humanos poseyeran una naturaleza pecaminosa (ibid). Por lo tanto, si Adán nos conduce a pecar, – no porque heredamos su culpa y corrupción, sino porque imitamos su ejemplo malo – esto lleva lógicamente a ver a Cristo, el Segundo Adán, como quien salva por su ejemplo también. Y esto es precisamente lo que hace Finney al explicar la muerte expiatoria de Cristo.
Lo primero que debemos notar de la expiación de Cristo, dice Finney, es que Cristo no podía morir por los pecados de ningún otro fuera de sí mismo. Su obediencia a la ley y su justicia perfecta fueron suficientes para salvarse a sí mismo, pero no podrían ser aceptadas legalmente en cuanto a otros. Se ve que toda la teología de Finney es impulsada por una pasión por mejorar la condición moral del individuo en este mismo punto: “Si él (Cristo) hubiera obedecido la ley como nuestro sustituto, entonces ¿cómo se puede exigir nuestra propia obediencia como parte de la salvación?” (página 206). En otras palabras, “¿por qué Dios insistiría que nos salváramos a nosotros mismos si la obediencia de Cristo fuera suficiente?” El lector
debe recordar las palabras de San Pablo en este respecto, “no desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21). Parecería que la respuesta de Finney es que está de acuerdo (que Cristo murió ‘por demás’). Pero la diferencia es que ¡él no tiene dificultad en creer ambas premisas!
Por supuesto, esto no es hacer justicia del todo con Finney, porque él creía que Jesús murió por algo – no ‘alguien’ sino ‘algo’. Es decir, murió con un propósito – pero no por un pueblo. El propósito de su muerte era demostrar de nuevo el gobierno moral de Dios y llevarnos a la vida eterna por el ejemplo, tal como el ejemplo de Adán nos incita a pecar. ¿Por qué Jesús murió? Dios sabía que “la muerte expiatoria de Cristo les presentaría las motivaciones más sublimes hacia una vida virtuosa. El ejemplo es la influencia moral más alta que pueda ser ejercida…Si la benevolencia que Dios manifiesta en la muerte de Cristo no doblega el egoísmo del pecador, su caso es sin esperanza” (página 209). Así que, no somos pecadores incapaces quienes necesitamos ser redimidos, sino pecadores desviados quienes necesitamos una muestra de bondad tan profunda que dejaremos el egoísmo. Finney no sólo creía que la cruz de Calvario se debía interpretar en términos de este “gobierno moral”, sino negó explícitamente que la muerte de Cristo fuera sustitutiva, lo cual “…asume que la muerte sustitutiva de Cristo fue un pago literal de una deuda, lo cual hemos visto no concuerda con la naturaleza de la muerte de Jesús…Es verdad, la muerte de Jesús, en sí, no asegura la salvación de nadie” (página 217).
Después viene el asunto de aplicar la redención. Despojándose de la fe ortodoxa de los Calvinistas Presbiterianos y Congregacionalistas, Finney se oponía arduamente a la posición de que el nuevo
nacimiento fuera un don divino, insistiendo en que “la regeneración consiste en que un pecador cambia su meta última, su intención y preferencia; o que cambia del egoísmo al amor o benevolencia,” movido por la influencia moral del ejemplo de Cristo (página 22). “El pecado original o constitucional, la regeneración física, y todos esos dogmas parecidos, son todos subversivos al evangelio, y repulsivos a la inteligencia humana” (página 236).
Repudiando el pecado original, la muerte expiatoria de Cristo y el carácter sobrenatural del nuevo nacimiento, Finney procede al ataque contra “el artículo sobre el cual la iglesia se queda en pie o cae” – la justificación por la sola gracia y por la sola fe.
Los Reformadores Protestantes insistían, con base en los textos claros de la Biblia, que la justificación era un veredicto forense, legal (la palabra en el griego significa “declarar justo”, no “hacer justo”). En otras palabras, mientras Roma enseñaba que la justificación era un proceso de cambiar una persona mala en una persona mejor, los Reformadores enseñaban que era una declaración o veredicto que tenía como base la justicia de otro (en este caso la de Cristo). Por lo tanto, era un veredicto perfecto, una vez por todas, al comienzo de la vida Cristiana – no a medio camino o al final.
Las palabras claves en la doctrina evangélica son “forense” (que quiere decir “legal”) e “imputación” (que quiere decir “acreditado” de otra cuenta, en lugar de la idea de ser una santidad “infundida” en el alma). Sabiendo todo esto, Finney declara:
Pero que los pecadores sean pronunciados justos de manera forense es imposible, es absurdo…Como luego veremos, hay muchas condiciones pero sólo una base para la justificación de los pecadores…Como ya se ha
dicho, no puede haber ninguna justificación en sentido legal o forense, sino solamente sobre la base de una obediencia universal, perfecta e ininterrumpida de la ley. Esto, Por supuesto, es negado por los que sostienen que la justificación evangélica, o la justificación del pecador arrepentido, es de naturaleza forense o judicial.
Estos adhieren al dogma legal que lo que hace un hombre con base en otro lo hace él mismo, así piensan que la obediencia de Cristo puede servir como base para nosotros.
Finney responde a esta posición así:
“La doctrina de la justicia imputada de Cristo, o que la obediencia de Cristo a la ley es reconocida como nuestra, se fundamenta sobre una presuposición sumamente falsa e ilógica.” Porque la justicia de Cristo “no podía hacer más que justificarlo a él mismo. Nunca podía ser imputada a nosotros…Era naturalmente imposible que Cristo obedeciera por nosotros.” Esta “representación de la obra sustitutiva de Cristo como fundamento de la justificación del pecador ha sido la causa de caída para muchos.” (páginas 320-322)
La perspectiva que la fe sola es la única condición para ser justificado es “la perspectiva antinomiana” asevera Finney. “Veremos que la perseverancia hasta el final de la vida es otra condición para la justificación.” Además, “la santificación presente, en el sentido de una presente consagración plena a Dios, es otra condición…para la justificación. Algunos teólogos han hecho de la justificación una condición para la santificación, en lugar de la santificación una condición de la justificación. Pero veremos que esto es un error” (páginas 326-327). Cada pecado requiere “una nueva justificación” (página 331). Refiriéndose a
los “autores de la Confesión Westminster”, y su enseñanza de la justicia imputada, Finney se pregunta, “si esto no es el antinomianismo, no sé qué es” (página 332). Estos asuntos forenses no son lógicos para Finney, y concluye diciendo: “Yo considero estos dogmas como fábulas, y más de acuerdo a una novela romántica que un sistema de teología” (página 333). Concluye esta parte en contra de la Asamblea Westminster:
La relación entre la perspectiva vieja de la justificación y su perspectiva de la depravación es obvia. Sostienen, como hemos visto, que toda facultad de la naturaleza humana es pecaminosa. Así que, un retorno a la santidad personal y presente, en el sentido de una conformidad a toda la ley, no puede ser para ellos una condición de la justificación. Ellos creen en una justificación que admite por lo menos en algún grado la presencia del pecado.
Esto se debe ejecutar por medio de la justicia imputada. Pero la mente se rebela contra la idea de un estado de justificación junto con la presencia del pecado. Tal esquema es diseñado para desviar el ojo del pecador, de la ley y el dador de la ley, a su sustituto, quien obedeció perfectamente por él (página 339).
Esto Finney llama “otro evangelio”. Insiste que el relato realista de Pablo en Romanos 7 de la vida Cristiana se refiere a la vida del apóstol antes de experimentar la “santificación completa”. En esto Finney sobrepasa a Wesley en afirmar la posibilidad de alcanzar la santidad completa en esta vida. Juan Wesleyenseñaba que era posible que un creyente alcanzara la santificación plena, pero cuando reconoció que aún los Cristianos más santos todavía pecan, acomodó su teología a este hecho sencillo y empírico. Esto lo hizo
al decir que la experiencia de la “perfección Cristiana” era un asunto del corazón, y no de hechos. En otras palabras, un Cristiano puede ser perfeccionado en amor, para que el amor sea la única motivación de sus hechos, y todavía equivocarse. Finney rechaza esta perspectiva, e insiste que la justificación es condicionada en la completa y total perfección – es decir, “conformidad a toda la ley de Dios,” y no sólo es el creyente capaz de hacer esto; cuando él o ella transgrede la ley en algún punto, se requiere una nueva justificación.
Como señaló con tanta elocuencia el teólogo de Princeton, B.B. Warfield: existen dos religiones en toda la historia – el paganismo, el cual el Pelagianismo es una expresión, y la redención sobrenatural. Y como Warfield y aquellos que con tanta seriedad advertía a sus hermanos contra los errores de Finney y sus sucesores, nosotros también debemos encarar este torrente heterodoxo dentro de los grupos evangélicos americanos. Con sus raíces en los avivamientos de Finney, tal vez algunos “evangélicos” y “liberales” no están tan lejos los unos de los otros. Las “nuevas medidas” de Finney (como el movimiento moderno de iglecrecimiento), ponían en el centro la escogencia humana y las emociones humanas, ridiculizaban la teología, y reponían la predicación de Cristo con la predicación de la conversión.
Es sobre el moralismo humanista de Finney que las cruzadas políticas y sociales se fundamentan, con su fe en la humanidad y la auto-salvación. Casi en términos de los deístas, Finney declaró, “No hay nada en la religión más allá de los poderes ordinarios de la naturaleza. Consiste totalmente en el ejercicio correcto de las capacidades normales de la naturaleza. Es esto y nada más. Cuando el hombre llega a
ser verdaderamente religioso, no puede hacer otra cosa que no pudiera antes. Ejerce los mismos poderes que tenía antes, en otra forma, los usa para la gloria de Dios”.
Por tanto, ya que el nuevo nacimiento es un fenómeno natural, también lo es un avivamiento:
“Un avivamiento no es un milagro, ni depende de un milagro de ninguna manera. Es totalmente un resultado filosófico del uso correcto de los medios establecidos – tanto como cualquier otro efecto es producido por otros medios.”
La creencia que el nuevo nacimiento o un avivamiento depende de la actividad divina es peligrosa.
“Ninguna doctrina,” dice Finney, “es más peligrosa para la prosperidad de la Iglesia, y ninguna más absurda” (Avivamiento de Religión [Revivals of Religion], página 4-5). Cuando los líderes de iglecrecimiento enseñan que la teología estorba el crecimiento, e insisten en que no importa lo que cree una iglesia – el crecimiento es un asunto de seguir los principios correctos – ellos muestran su deuda a Finney.
Cuando los líderes de la Viña (Vineyard) alaban una práctica sub-cristiana, junto con los ladridos, rugidos, gritos, risas y otro fenómenos raros con base en que “funciona”, uno debe juzgar por los frutos – y podemos ver los frutos, que son seguidores de Finney y el padre del pragmatismo Americano, William James, que declaró que la verdad debe ser juzgada con base en su “valor en términos prácticos.”
Así que, en la teología de Finney, Dios no es soberano; el hombre no es pecador por naturaleza; la muerte sustitutiva de Cristo en realidad no era un verdadero pago por el pecado; la justificación por
imputación es un insulto a la razón y moralidad; el nuevo nacimiento es sencillamente el efecto de técnicas exitosas, y un avivamiento es el resultado natural de campañas astutas. En su nueva introducción a la edición bicentenaria de la Teología Sistemática de Finney, Harry Conn nos recomienda el pragmatismo de Finney: “Muchos siervos del Señor deben buscar con diligencia un evangelio que ‘sirve’, y con gozo les diré que lo podrán encontrar en este volumen.” Pero como Whitney R. Cross ha documentado muy cuidadosamente en su libro El Distrito Quemado: Una Historia Social e Intelectual de la Religión Emocional en el oeste de Nueva York, 1800-1850 (Cornell University Press, 1950), el territorio donde se realizaban con más frecuencia los avivamientos de Finney llegó a ser la cuna de las sectas perfeccionistas que plagaron ese siglo. Un evangelio que “sirve” para los perfeccionistas celosos un día sólo crea mañanalos super-santos desilusionados y gastados.
No hace falta señalar que el mensaje de Finney es radicalmente diferente de la fe evangélica, tal como lo es la orientación básica de los movimientos hoy que llevan sus huellas: el movimiento de “iglecrecimiento”, el perfeccionismo y emocionalismo pentecostal, el triunfalismo político basado en la idea de una “América Cristiana”, y las tendencias anti-intelectual y anti-doctrinal de los evangélicos y fundamentalistas Americanos. El perfeccionismo de Finney llegó a dominar el naciente movimiento Dispensacionalista a través del movimiento de la “Vida Superior” (Higher Life Movement) por medio de
Lewis Sperry Chafer, fundador del Seminario Dallas y autor del libro “El que es espiritual” (He that is spiritual). Por supuesto, Finney no es el único responsable; él es más un producto que productor. Sin embargo la influencia que ejerció y continúa ejerciendo hasta hoy es masiva.
El evangelista Finney no sólo abandonó el principio fundamental de la Reforma (la justificación sólo por la fe), haciéndolo un renegado contra el Cristianismo evangélico; repudió doctrinas tales como el pecado original y la muerte expiatoria de Cristo, doctrinas que han sido abrazadas por Católicos y Protestantes. Por lo tanto, Finney no es sólo Arminiano, sino Pelagiano. No es sólo un enemigo del Protestantismo evangélico, sino del Cristianismo histórico del índole más amplio.
No señalo estas cosas con agrado, como uno que se goza en denunciar a los héroes de los evangélicos Americanos. Sin embargo, siempre es sabio, cuando uno ha perdido algo, volver hacia atrás para determinar dónde y cuándo uno lo tenía en su posesión la última vez. Esto ha sido el propósito de este ejercicio, encarar con honestidad el desvío serio del Cristianismo Bíblico que ha ocurrido en los movimientos de avivamientos Americanos. Hasta que enfrentemos este desvío, seguiremos promoviendo un camino distorsionado y peligroso. En una cosa Finney tenía absoluta razón: El Evangelio enseñado por los autores de Westminster que él atacaba, y el Evangelio sostenido por todos los verdaderos evangélicos, es “otro evangelio” comparado con el que proclama Charles Finney. La pregunta candente para nosotros es:
¿Con cuál evangelio estamos identificados nosotros?

LA IGLESIA PRIMITIVA, CLARAMENTE AMILENIAL por Martín R. Bachicha


El Credo Atanasiano y la Iglesia Primitiva:

Claramente Amilenial  

Por Martín R. Bachicha

(Traducido del Inglés por Jorge L Trujillo)  

¿No eran los padres de la Iglesia Premilenaristas?  
En 1976 Alan Patrick Boyd, un estudiante graduado del Seminario Teológico de Dallas comenzó una retadora labor, escribir una tesis para su grado de Maestría cuyo fin era el establecer la fe profética de la los primeros padres de la Iglesia. Su profesor, Dr. Carlos Ryrie, famoso del Seminario de Dallas había escrito enérgicamente"El Premilenarismo es la fe histórica de la Iglesia". Pero al completar su tesis, Boyd concluyó la siguiente respuesta, “Es la conclusión de esta tesis que la declaración del Dr. Ryrie es históricamente invalida dentro del cuadro cronológico de esta tesis [era apostólica hasta Justino Mártir] "[1] (Citado por Bahnsen y Gentry, p. 235. [2])  
Tomas Albrecht, quién ha hecho investigaciones adicionales en este tópico, también escribe, “algunos Premilenaristas han intentado demostrar que el premilenarismo fue la "la creencia universal de los padres ortodoxos" (House y Ice, Dominion Theology, p. 202). Pero muchos catedráticos han demostrado que esto es falso, incluyendo Boyd, DH. Kromminga, Ned Stonehouse, W.G.T. Shedd, Louis Berkhoff y Philip Schaff. De acuerdo a Boyd, lo mejor que se puede decir de los primeros padres de la Iglesia es que eran 'Amilenaristas seminales' (Bahnsen y Gentry, p. 239). Los primeros padres, Justino Mártir, Ireneo, Papías, admitieron que había muchos otros Cristianos quienes eran ortodoxos y no Premilenaristas." [3]  
La siguiente cita por el historiador de la iglesia primitiva, Eusebio, en su obra clásica "La Historia de la Iglesia" claramente demuestra la visión Amilenial y Consumacionista mantenida por la Iglesia primitiva. Hablando de los nietos de Judas, el también escribe: "los nietos de Judas…Cuando fueron preguntados [por el Emperador Domiciano] acerca de Cristo y su Reino--Como era, y donde aparecería--ellos explicaron que no era de este mundo, cuando él vendría en gloria a juzgar a los vivos y los muertos…" [Historia de la Iglesia por Eusebio] tomado de Carlos Ludwig, Manual de Ludwing para Gobernantes y Ciudades del Nuevo Testamento. [4]
Eusebio es uno de los padres de la Iglesia primitiva que más claramente denuncia el "chiliasmo", como se llamaba al premilenarismo entonces. En la misma obra él escribe, "Alrededor del mismo tiempo… apareció Cerinto, el líder de otra herejía.  Cayo, en "La Disputa" la cual se le atribuye, escribe respecto a él: 'Pero Cerinto, por medio de revelaciones las cuales pretendía recibir por medio de Ángeles, afirmando que, después de la resurrección habría un reino terrenal de Cristo, y que carne, i.e. hombres, otra vez habitando en Jerusalén, serían sujetos de deseos y placeres. Siendo además enemigo de las Escrituras divinas, con la vista a engañar a los hombres, dijo que habría un espacio de mil años para celebrar las fiestas nupciales' ". Eusebio además escribe de una tradición de dejada por Policarpo acerca de un encuentro entre el Apóstol Juan y Cerinto en un baño público, "Él [Policarpo] dice que Juan el Apóstol entro en una ocasión a un baño para bañarse; Pero al darse cuenta que Cerinto estaba en aquel lugar, salió rápidamente del lugar y corrió hacia la puerta, no queriendo estar bajo el mismo techo con él, exhortando aquellos que con él estaban a que hicieran lo mismo, diciendo, 'Salgamos huyendo, no sea que se caiga el baño, mientras Cerinto, ese enemigo de la verdad está en el' "[5] Tertuliano es otro de los primeros padres de la Iglesia que atribuye el origen del chiliasmo a Cerinto. Él escribe: "Que no sean oídos los que aseguran que habrá un reino terrenal de mil años, quienes piensan como el hereje, Cerinto. Porque el reino de Cristo es ahora eterno en los santos, aunque la gloria de los santos habrá de ser manifiesta después de la resurrección."[6]
Dos de los credos preeminentes de la Iglesia primitiva los cuales contienen versos los cuales claramente se inclinan hacia una creencia Amilenial son el Credo de los Apóstoles y el Credo Niceno. El Credo de los Apóstoles contiene las palabras "Él [Cristo] volverá a juzgar a los vivos y los muertos", implicando que ambos, el juicio y la resurrección tomarían lugar en Su venida. El Credo Niceno establece que Cristo "Vendrá otra vez en gloria a juzgar a vivos y muertos; su reino no tendrá fin." Note que el Reino de Cristo es visto como eterno, no como uno temporal de 1000 años.
Aún mas, la declaración de fe de la iglesia primitiva que más vívidamente presenta la creencia de la iglesia primitiva como una escatología Amilenial, consumacionista es el Credo Atanasiano. Atribuido a Atanasio, el Obispo de Alejandría y héroe del Concilio de Nicea, cerca de 325 AD, termina con estas palabras: "Él vendrá otra vez a juzgar a vivos y muertos. A su venida todos los hombres resucitarán otra vez con sus cuerpos y darán cuenta por sus obras. Y los que han hecho lo bueno irán a la vida eterna, y los que hicieron lo malo al fuego eterno. Esta es la fe católica, que excepto que un hombre crea fielmente y firmemente el no puede estar en un estado de salvación." Analicemos estos versos de clausura mas cuidadosamente para ver como estos están en línea con la creencia conocida hoy como Amilenarismo, y como se oponen a cualquier creencia de un reino terrenal de Cristo por 1000 años.
1.      "Él vendrá otra vez a juzgar a vivos y muertos." Esto simplemente significa que habrá algunos vivos igual que otros muertos cuando Él venga (1 Tesalonicenses 4:15). Nótese que el juicio de los vivos y los muertos ocurre en su venida (ver Mateo 25:31-46), no mil años después de su venida.
2.      A su venida todos los hombres resucitarán otra vez con sus cuerpos…". Luego, a la venida de Cristo todos resucitarán, los buenos y los malos igualmente (ver Juan 5:28,29, Mateo 12:41,42). No solo los justos, y luego mil años más tarde los malos.
3.      "…cuerpos y darán cuenta por sus obras. Y los que han hecho lo bueno irán a la vida eterna, y los que hicieron lo malo al fuego eterno." Esto es una referencia clara a Mateo 25:31-46. Atanasio ve esto como tomando lugardespués de la resurrección (o traslación), haciéndolo un juicio post-resurrección. Esto está en directo contraste con la visión dispensacional de que Mateo 25:31-46 es solo un juicio de los "Gentiles mortales vivos" que sobrevivieron la tribulación. Note otra vez que esto (Mateo 25:31-46) es visto como un juicio de todos los hombres, Judíos y Gentiles, los malos así como los buenos.
Debemos preguntarnos, ¿Porque eran los primeros padres de la iglesia tan sólidamente amileniales? La primera y obvia respuesta es que esto era el reflejo de la enseñanza apostólica, lo cual significa que ellos estaban siendo obedientes a la Palabra de Dios. (Hechos 2:42; Efesios 2:20). Más importante, esto es lo que las Escrituras claramente enseñan, y siendo fieles estudiantes de las Escrituras, ellos llegaran a esta conclusión correcta. Aún el fallecido Dr. George Elton Ladd, un premilenarista, escribió "Yo admito que la dificultad más grande para cualquier premilenarismo es el hecho de que la mayor parte del Nuevo Testamento presenta la consumación ocurriendo en la parusía de Jesús." [7]

Por último, el Amilenarismo es la única posición que más altamente glorifica nuestro Señor Jesús y Su Segunda Venida. Para demostrar este punto voy a preguntar estas preguntas. ¿Cuál posición glorifica más a nuestro Señor Jesús? ¿Una que presenta al Cristo glorificado reinando inmediatamente después de su venida desde la Nueva Jerusalén celestial en la gloria de su padre (Amilenial); o una que lo presenta reinando temporalmente (por 1000 años) desde una Jerusalén terrenal, rodeado de hombre mortales, pecadores (premilenial)? ¿Cuál posición magnifica más su Segunda Venida? ¿Una donde en su parusía El eternamente juzga toda la humanidad, los vivos y los muertos (Amilenial), o un donde este juicio no toma lugar hasta 1000 años después de su venida (premilenial)? ¿Cuál venida es más monumental? ¿Una Segunda Venida donde el pecado es completamente anulado y la muerte destruida (Amilenial)? o ¿Una Segunda Venida donde el pecado no es anulado y la muerte destruida hasta después de 1000 años (Premilenial)? La contestación es obvia. Demos gloria a nuestro Señor Jesús y creamos la verdadera fe profética: Amilenarismo, la única verdadera escatología Cristiana.
_______________________
[1] "Un Análisis Dispensacional Premilenial de la Escatología de los Padres Post-Apostólicos [Hasta la muerte de Justino Mártir],"  Tesis de Maestría no publicada, Dallas Theological Seminary, 1977, p. 47), citado de articulo Internet, "Some Questions and Answers on Eschatology," by Thomas Albrecht.
[2] House Divided(Una casa divida): The Breakup of Dispensational Theology(La separación de la Teología Dispensacional), por Greg L. Bahnsen and Kenneth L. Gentry, Jr.
[3] Tom Albrecht, "Some Questions and Answers on Eschatology" (Algunas preguntas y Respuestas sobre la Escatología), Articulo en la red Internet.
[4] Citado de un articulo "The Return of Nero" by Gary Stearman, Prophecy in the News, Vol. 16, No. 5, May 1996, p. 6.
[5] De Historia Eclesiástica por Eusebio, Libro 3, Capitulo 23. Circa AD. 324.
[6] De Tertuliano, Los Escritos de Tertuliano, Vol. 3, p. 433.
[7] George Eldon Ladd, The Meaning of the Millennium, (Downers Grove, IL: Intervarsity Press, 1977) editado por Robert G. Clouse, pp. 189, 190.

OJOS CODICIOSOS por David Wilkerson


Por David Wilkerson
Yo no tengo una televisión o una videocasetera, y por la gracia de Dios he sido guardado de toda forma de pornografía; pero considera a los cristianos que tienen una televisión y también cablevisión.



Son más de las diez de la noche y los niños están en sus camas, y se sientan a ver una película para adultos. Ante sus propios ojos ven adultos fornicando y practicando toda clase de maldad del infierno.


Tanto su espíritu como su cuerpo son capturados por eso. O podría ser este escenario: estás lejos de tu casa y nadie te conoce. Te sientes solo y un curioso impulso viene sobre ti. El enemigo de tu alma te susurra: “¡Vé esta o aquella película, sólo una vez, después puedes arrepentirte!”- Entonces tú vas a una película para adultos o de media noche. Esta es corrupta y te hace sentir sucio y pecador. ¡Sales del cine vacío! O supón que en vez de salir, simplemente le cambias a una película sucia en la habitación del cuarto del motel. ¡Ahí mismo en el cuarto el Espíritu Santo se va contristado, viendo cómo un hijo de Dios tiene sus ojos pegados a una película vil, inmunda y sensual! Y aquí está un último escenario: ¡caminando por la calle te detienes en un puesto de periódicos contemplando todas las revistas pornográficas (Play Boy, Pent House, etc.) y toda una colección de otras revistas viles! ¡Sólo mirando! Pero compras un periódico y la revista pornográfica, escondiéndola entre las páginas del periódico. Te la llevas a tu casa y la escondes, y la sacas secretamente para anhelar lo que está en las fotos. Después de un tiempo te deshaces de ella con disgusto, diciendo: “¡Nunca más! Esto es tonto, es ridículo, ¿Quién lo necesita?”

Pero hay algo todavía más serio: supón que yo camino por las calles para ir a trabajar o para ir a la iglesia o para tomar el camión o el metro, y mis ojos están codiciando, ¡siempre mirando! ¡Satanás hace alarde de la carne en todo lugar! ¡Muchos se visten, caminan y actúan como si estuvieran poseídos por demonios! Son como pornografía caminando, tentando a tus ojos. Aunque hombres y mujeres son igualmente culpables de tener ojos “codiciosos”, los hombres son probablemente más susceptibles a ello. Las esposas tienen cuidado de hacia donde ven, mientras que sus esposos cristianos voltean sus cabezas y siguen a las mujeres con sus ojos codiciosos, en los restaurantes ¡y aún en la iglesia! ¡Las esposas observan los ojos de sus esposos! Nada es más irrespetuoso para una esposa, o más degradante, que un esposo que codicia con sus ojos, ¡en su presencia!

En la ciudad todo esto se intensifica por el evidente número de personas, la propaganda sensual y la forma en que se visten los inicuos. Años atrás, aquí en Nueva York, ¡las mujeres usaban vestidos hasta el piso! Ellas eran modestas (recatadas), todavía sentían vergüenza. Era vergonzoso aún dejarse ver el tobillo. ¡Hoy en día muchas mujeres se visten como prostitutas que rondan en busca de su presa! Aún hace cincuenta años, la mayoría de ellas habrían sido llevada por patrullas de policía, cubiertas con chamarras y, ¡acusadas de exposición indecente! Puedes estar seguro de que las tentaciones se pondrán peores entre más nos acerquemos al fin de este siglo. Va a ser algo terrible.

La pregunta es: ¿por qué un verdadero hijo de Dios pondría sus ojos en tan inicua obscenidad? Sabemos que la codicia de los ojos es una de las batallas más grandes que están siendo peleadas por los cristianos hoy en día. Me tocó ver a un hombre que cargaba su Biblia en la esquina de las calles 68 y Broadway. Al pasar junto a él una mujer que traía puesta una minifalda, cruzó la calle, mirando hacia atrás todo el tiempo, arriesgando su vida por el tráfico. ¡Qué terrible parecía aquello! La Biblia se veía fuera de lugar. Esta es una batalla que está siendo peleada por ministros, licenciados, doctores, políticos, gente de todo tipo de vida y de cada nacionalidad. Existen miles que dan rienda suelta a esto secretamente, y quisieran que nunca nadie lo supiera, y otros miles caen en esto sólo de vez en cuando. Pero esto ejerce dominio sobre ellos y parecen no poder ser completamente libres.

Yo quiero hablarles aquí solamente a aquellos quienes buscan agradar al Señor y caminar en santidad. ¿Por qué existe esta atracción perversa? ¿Por qué algunos siguen haciéndolo? ¿Por qué los ojos codiciosos? Isaías habló de las hijas de Sión que tenían “ojos desvergonzados” u ojos desviados y codiciosos: “… las hijas de Sión se ensoberbecen, y andan con cuello erguido y con ojos desvergonzados; cuando andan van danzando, y haciendo son con los pies…” (Is. 3:16). David oró: “Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino” (Sal. 119:37). “No pondré delante de mis ojos cosa injusta…” (Sal. 101:3). Proverbios 4:25 dice: “Tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante”. ¿Por qué no mantenemos nuestros ojos mirando lo recto, lo puro y hacia adelante?

Los ojos codiciosos están relacionados con un corazón trastornado e insatisfecho

No estamos reconociendo que el problema del ojo refleja un problema del corazón aún más profundo. Dios tiene que llevarnos a ver que algo no está todavía restaurado en nuestros corazones, que existe una raíz causante de tener ojos codiciosos y lujuriosos.“Y sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Prov. 4:23). No estamos tomando este asunto tan seriamente como Jesús lo hace. Él hace de este problema con el ojo un tema de vida o muerte. No es algo que se quita con el tiempo. Por el contrario, es algo con lo que se debe tratar en el temor de Dios, decisiva y despiadadamente. Debemos reconocer que Jesús dijo que nos podría enviar al infierno si no tratamos con esto de una vez por todas. ¡Jesús dijo que un ojo perverso debe ser sacado!

Déjenme decirles cómo surgió este mensaje. Anteriormente mencioné que vi a un hombre mirando a una mujer con minifalda, y qué mal me sentí por él. De hecho, yo pensé: “¡Eres un hombre sucio!”, pero el Espíritu de Dios me reprendió amorosamente diciendo: “Él es tu espejo. ¡Tú has estado haciendo lo mismo! Tal vez no con una Biblia en la mano, pero tú no has estado guardando tus ojos como debieras”. En aquella noche y hasta este mismo momento el Espíritu Santo puso un temor santo en mí, previniéndome de que lo que yo miro es un asunto muy serio para con el Señor. No es un rollo legalista de esclavitud. Es la vida y la muerte. Es imposible tener un corazón puro y tener ojos indisciplinados. La lascivia del ojo es una extensión de la lascivia que hay en el corazón.

La Biblia dice que hay algunos “... quienes aún mientras comen con vosotros... tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar...” (2 Pe. 2:13-14). Ellos vienen a la casa de Dios a comer con nosotros. Escuchan y disfrutan la Palabra, pero están llenos de lujuria. Esto involucra tanto a mujeres como a hombres. Ellos pretenden desear a Cristo. Dicen todas las palabras correctas, pero tienen una cosa predominante en sus mentes. Ellos están locos por las mujeres y ellas enajenadas por los hombres, ¡con ojos codiciosos! Yo he tenido a muchos de estos que vienen a mí por oración, diciendo: “No puedo aguantarlo, algo viene sobre mí. ¡La lujuria me arrasa! ¡Tiene que ser algo demoníaco!” Un ministro que fue sorprendido con ocho mujeres en su iglesia me dijo: “Todo comenzó cuando yo tenía quince años con la empleada doméstica en nuestra casa. Luego se hizo un hábito y yo no veía nada malo en hacerlo”.

En todos estos casos, es la carne, no los demonios, reinando. “Sabe el Señor... reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne andan en concupiscencia e inmundicia… atrevidos…” (2 Pe. 2:9-10). Pedro dice: “… tienen el corazón habituado a la codicia…” (2 Pe. 2:14). La palabra “habituado” ¡tiene que ver con la desnudez! Ellos han sido obsesionados con la desnudez. Ellos lo codiciaron, lo practicaron, ¡siguieron la concupiscencia con sus ojos! Pedro dice de ellos: “El perro vuelve a su vómito y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2 Pe. 2:22). Estos son halagadores que andan al acecho. ¿Qué título tienen? ¡Embusteros internacionales! ¡Tienen todas las respuestas correctas! “Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error” (2 Pe. 2:18). Esta es una de las advertencias más fuertes y significativas en la Palabra de Dios para la Iglesia hoy en día.

Para todos ustedes que han escapado de los falsos maestros, que han salido del error y han escapado limpiamente de doctrinas de demonios, que han escapado de la corrupción de una iglesia o de un líder que era falso, estén atentos a otra trampa: un seductor retumbante, “espiritual”, y de lenguaje hipócrita enviado a ti por el diablo, justamente cuando estás más vulnerable. ¡A todas las mujeres casadas: escuchen este mensaje! Si tú has despertado espiritualmente y tienes hambre de Dios, si te has vuelto y ahora no quieres otra cosa más que a Cristo, pero tu matrimonio no es lo que debiera ser, si hay confusión y problemas, si las cosas se han vuelto amargas y él no comparte tus anhelos más profundos, si están creciendo separados: ¡ten cuidado! El diablo va a estar poniendo justo en tu camino a un hombre que parecerá tan espiritual, tan sabio, tan comprensivo. Este hombre pareciera que lee tu mente. ¡Él va a hablar como nadie que tú hayas escuchado jamás! ¡Va a ser altilocuente y agradable a tu vanidad! Tu esposo va a parecer muy insípido en comparación.
Había un ministro en Canadá que conoció a una “profetisa”. ¡Cómo profetizaba! Diciéndole que su ministerio sacudiría a las naciones. Ella podía ver a través de él y entenderlo. Comparada a esta mujer, su esposa era “materialista y poco espiritual”, decía él. Ellos terminaron en una aventura con la mujer profetizando todo el tiempo, diciendo: “Así dice el Señor…” ¡Mientras cometían fornicación! Otro hombre y su esposa que ahora asisten a la iglesia de “Times Square” habían pertenecido a una comunidad que hacía mucho énfasis en el pastoreo, en donde a él se le había dicho que no estaba espiritualmente a tono con ella. El grupo forzó a la esposa a divorciarse del esposo, y luego le trajeron a otro hombre (un espectro espiritual), para que se casara con ella.

Siervos del pecado

“Les prometen libertad y son ellos mismos esclavos de corrupción…” (2 Pe. 2:19). ¡Escuchen la advertencia del apóstol! ¡Cuídense! Estos, quienes tienen ojos llenos de adulterio, pueden identificar a los que están atribulados. Te ofrecen una mano bondadosa o te llaman, diciéndote: “Tengo carga por ti, el Señor me despertó y me habló de ti. Tengo un buen oído. Dime todo lo que te sucede”. Si tú estás casado o casada, y estás en el teléfono (o en persona) descargando tu corazón con alguien que no es tu pareja, ¡entonces estás pecando y jugando con fuego! Tú estás en la mismísima trampa de la que Pedro nos advierte.

Aquí está una palabra para solteros. Si tú estás buscando a Dios y dispuesto a seguir a Cristo a cualquier costo, tú vas a ser un blanco para Satanás. Él va a enviarte a tu camino a alguien que tenga lo que yo llamo “religión de luna de miel”; esto es: ¡una plática lo suficientemente espiritual y dulce como para llevarte al altar! Una joven esposa confesó: “¡Él sonaba tan espiritual! Todo lo que hablaba era acerca del Señor. Me dijo que Cristo era todo para él, pero el día que nos casamos, él cambió”. ¡No! Él no cambió. Sus verdaderas intenciones tan solo salieron a la luz. Ella recuerda que todo el tiempo que fueron novios tuvo una lengua espiritual, pero manos pegajosas. ¡Esa es la prueba. Niégale sus pasiones animales y verás qué tan espiritual es!.

Otros rehúsan permitir que sus ojos ofendan a Cristo en ellos

Hay una escritura que me ha dado problemas durante años: “Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mt. 5:29). Esta es una persona que está bajo el absoluto señorío de Cristo. Si la carne o el yo estuvieran en el trono, ¿qué nos podría ofender?, mas debido a que Cristo gobierna en supremacía, entonces los ojos ofenden, cualquier cosa diferente de Cristo ¡se vuelve ofensiva! Estas palabras de Jesús nos muestran que tan seriamente toma este asunto de los ojos codiciosos. Él también menciona el mismo mensaje nuevamente en Mateo 18. ¡Dos veces en un libro! Si Cristo gobierna y reina en tu corazón, tú vas a experimentar su contristamiento ¡cada vez que miras persistentemente a cualquier hombre o mujer, o ves una revista pornográfica, o te sientas y ves, aunque sea cinco minutos, una película inmunda, o compras o rentas una película atrevida! ¡Tu espíritu clamará: “Oh, Señor, ¡te estoy ofendiendo con mis ojos!”.

“Si tu ojo derecho te es ocasión de caer...” ¿Por qué Jesús habla del ojo derecho? ¿No puede tu ojo izquierdo ver lo mismo? El ojo derecho representa autoridad. Cristo se sienta a la diestra del Padre. Puesto que Dios es Espíritu, no puede haber literalmente una mano derecha o izquierda. Por el contrario, representa la posición soberana de autoridad de nuestro Señor. De esta manera tu ojo derecho es cualquier pasión que ha asumido poder o autoridad abrumadora en tu cuerpo. Los pecados del ojo derecho son aquellos que tienen raíces, aquellos que fácilmente nos acosan. Este se vuelve el ojo derecho de la carne, el ojo dominante cuando se cede al pecado como “instrumentos de iniquidad...” (Rom. 6:13).

Para algunos es un dominante ojo derecho de fantasía. Este es el curso de los matrimonios: esposos o esposas soñando despiertos en algo mejor; con un ojo inicuo que está ciego a la realidad y enfocado en alguna fantasía. ¡Ellos no pueden creer que Dios haga un mila-gro de sanidad, porque viven con una visión falsa de que en algún lugar hay un hombre o una mujer perfectos! Hace algunos años yo estaba en un programa de televisión con un comediante que se había casado más de ocho veces y estaba a punto de casarse otra vez. Yo le dije: “Creo que acabo de conocer al hombre más triste en los Estados Unidos”. Más tarde, él confesó: “¡Ocho mujeres no pudieron haber estado equivocadas! Yo esperaba que ellas me trajeran felicidad. Estuve casado con una de ellas tan sólo una semana”. Puesto que ninguna podía hacerlo feliz, él podía irse. Si tú eres uno de los que sueñan despiertos, ¡necesitas un poco de colirio del Espíritu Santo en tu ojo para limpiar tu visión! Esas fantasías pueden destruir lo que queda de tu matrimonio.

Jesús dijo: “Sácalo y échalo de ti!”. Él está diciendo simple y llanamente: “¡Es suficiente, déjalo ya, no más! ¡No más fantasías perversas! ¡No más revistas y películas sucias! ¡No más ojos codiciosos! ¡Desecha ese ojo derecho! No dejes que esa pasión tenga ningún dominio. ¡Saca esa codicia de tu corazón! Cristo no te da una excusa; Él simplemente dice: déjalo o piérdete “…pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”. Tú puedes orar, llorar por misericordia, rogar por gracia, excusarlo como debilidad, rogar desamparadamente, y aún decirle que es el trabajo de Dios y no el tuyo. Pero Jesús dice: “¡Sácalo tú, tú échalo de ti!” A nosotros no se nos mandaría a hacer algo imposible; tiene que ser posible, porque Él nos dijo que lo hiciéramos. Pero nosotros simplemente no queremos batallar contra el pecado. Por el contrario, nos plantamos enfrente de una película de la televisión, nos volvemos a algo vil, y oramos: “Dios, ¿Dónde está tu poder? ¡Libérame!” Caminamos a un puesto de revistas, tomamos una revista pornográfica , y decimos en voz baja: “Señor, ¿Dónde estás tú?”.

Escucha la advertencia de Cristo: “Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:28). La mayoría de las personas estarían de acuerdo en que una aventura secreta rompe la confianza y arruina el matrimonio, y que fuera de la gracia de Dios nunca será lo mismo. Pero el mirar literatura pornográfica, ya sea el hombre o la mujer, y codiciar las imágenes, tienen el mismo efecto. ¡Tú eres igual de infiel! Sería lo mismo que haber estado físicamente con una prostituta. Tu adulterio mental destruirá tu relación con tu esposa. Esto hiere a los matrimonios, porque el esposo o la esposa no pueden ser igual a lo que tú viste. El diablo dice: “¡Él o ella es demasiado gordo! ¡Mira con lo que estás casado!” Las comparaciones se hacen, y lo que tú tienes ¡parece muy lejano de tu fantasía! Ahora tú miras, tus ojos codician, porque él o ella no te pueden satisfacer. Satanás ha contaminado tu mente, haciéndote sentir engañado.

En el tema de la masturbación, aún los escritores cristianos han escrito que es un medio legítimo de aliviar la tensión, que esto no es fornicación. Los cristianos solteros de ahora no consideran que entregarse a ello sea pecado, siempre y cuando todo se quede en la mente. Pero la Palabra de Dios lo llama autoindulgencia. Pablo, un hombre soltero dijo: “Sino que golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eli-minado” (1 Co. 9:27). Pablo dijo: “… mas yo no me dejaré dominar de ninguna” (1 Co. 6:12).

El peligro para los solteros, así como para los casados es que estas pasiones y hábitos empiezan a controlar y a tomar poder sobre el cuerpo. “Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo, mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Co. 6:18-20).

¿Puede Dios guardar a los solteros puros? ¿Puede darles ojos puros? “Y aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría…” (Jud. 24). A la mujer soltera o divorciada Dios le dice: “No temas, pues no serás confundida; no te avergüences, porque no serás afrentada, sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria. Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado. Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová, y como a la esposa de la juventud que es repudiada dijo el Dios tuyo” (Is. 54:4-6). Para los hombres jóvenes David dice por el Espíritu Santo: “Mi porción es Jehová” (Sal. 119:57).

¡Si la cosa inmunda en la que tu ojo se enfoca no es quitada, todo dentro de ti se vuelve perverso!

“La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas” (Lc. 11:34-35).

Había un artículo en un periódico dominical reciente que ilustra apropiadamente estos versículos. Tenía que ver con una estrella de cine que se enamoró de su compañero de actuación. Pero esto no era recíproco. Él era amable con ella y ella malinterpretó esto como amor. Él, de hecho, tenía otra novia. Ella estaba tan obsesionada con él que perdió todo raciocinio y le mandó una muñeca desfigurada, dejándola en el escalón de la entrada de su casa; acosándolo por teléfono y con cartas. La policía se la llevó para interrogarla. ¡Esto destruyó su vida!

Esto es lo que la Palabra está hablando. Esa cosa perversa que el ojo no quiere dejar, se convierte en una obsesión. Empieza a tomar control. Todo el sentido común se va, gente inteligente empieza a hacer cosas tontas y peligrosas. La mente, cuerpo, alma y espíritu se llenan de perversa oscuridad.

Una mujer joven me dijo de cómo su amor por un hombre joven la estaba destruyendo. Ella sentía que estaba perdiendo su mente, siempre fantaseando acerca de lo que sería su vida con él. Yo hablé con él, y estaba sorprendido: “Yo en ninguna ocasión le he dado una razón para que piense que la amo. ¡Nunca hemos salido! Me la he encontrado en dos ocasiones”. Ella está ahora, al borde del suicidio, obsesionada con él, y él está herido, porque no fue su culpa. ¡Fue el ojo perverso de ella!

¿Por qué es Cristo tan insistente, tan exigente, en que esta cosa inmunda sea quitada, terminada y desechada? Porque Él conoce la horrible confusión y oscuridad que esto trae consigo. Todo lo que tú hagas estará contaminado con inmundicia. No vas a poder escuchar la voz de Dios. La luz que tú pienses que hay en ti, será oscuridad. Horribles pensamientos inicuos entrarán en tu mente. Vas a ser capaz de mentir, hacer trampa, disimular, ¡llamando a lo malo bueno y pervirtiéndote en todos tus caminos! Tú dices: “Sí hay algo que domina a mis ojos. Yo tengo mi ojo en alguien o en algo. Pero no puedo detenerme. No puedo dejarlo”. Jesús no dijo que sería fácil; pero sí que sería posible. “...mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que ser echado en el fuego eterno” (Mt. 18:8). Esto puede significar que tú termines acongojado o emocionalmente cojo. ¡Pero es una de dos, eso o el infierno! Sí, puede ser como si murieras. Algo va a morir en ti, pero se tiene que ir o arruinará tu alma.

Yo leí un sermón de un predicador famoso aquí en Nueva York, dado en una catedral al norte de la ciudad. Él dijo: “No suprimas esos sentimientos profundos. Abandónate, entrégate a ellos, de otra forma vas a destruir tu personalidad”. ¡Ese predicador va a encontrarse cara a cara con un ejército de almas condenadas en el infierno que no lo van a dejar descansar por toda la eternidad, por haberles mentido!

Jesús dijo: ¡Sácalo, échalo de ti!

AHORA QUE SOY SALVO, ¿PUEDO PERDER MI SALVACIÓN? por Isaac Villalobos Pérez

 Por: Isaac Villalobos Pérez

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” Juan 5:24.


No me gusta hablar mucho de este tema porque me causa fastidio, lo confieso. Porque la Biblia, Palabra de nuestro Buen Dios y Salvador Jesucristo, no dice nada acerca de que la salvación se pierde o no se pierde, sencilla y poderosamente con toda claridad meridional, solo nos habla que Dios nos da en Jesucristo Salvación y vida eterna o sea seguridad. Lo demás solo son postulados teológicos que nada bien hacen a la iglesia.

Una vez que el individuo aceptó la salvación tal como la Biblia lo declara arrepintiéndose de sus pecados que consta de confesarlos y apartarse de ellos; Prov. 28.13; II Tim 2.19 y poniendo su fe en el Señor Jesucristo, tiene la vida eterna. Rom. 3.21-22. Es importante que el convertido entienda que tal conversión haya afectado su vida. Y que entienda que sólo hay dos familias espirituales en esta tierra: la familia de Dios y la de Satanás. 

Nacemos en la familia de Satanás por medio del nacimiento físico. “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” Juan 8.44. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” Rom. 5:12.

Nacemos en la familia de Dios por medio del nacimiento espiritual que toma lugar cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador personal. Juan 1.12-13. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” Juan 3.3-6. “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios... Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” El propósito de esta reflexión es el de enseñarle a usted acerca del estado del nuevo creyente en la familia de Dios, y con base en los hechos bíblicos, dejar establecido claramente el asunto de la seguridad eterna del cristiano. El testimonio del Señor Jesucristo es claro sobre este tema.

Jesucristo prometió esto: “...y al que a mi viene, no le echo fuera” Juan 6.37. Dios no le arrojará de su familia bajo ninguna circunstancia. Juan 5.24. "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida." Ningún hombre puede hacer que usted pierda la salvación, porque Dios, su Padre, es mayor que cualquier hombre y ningún hombre puede sacarlo de la mano de Él. Juan 10.27-29. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. SI USTED CREE QUE LA SALVACIÓN SE PIERDE, PERDIDO ESTUVO SIEMPRE.