domingo, 16 de noviembre de 2014

FALSOS MAESTROS: EL PAPA FRANCISCO por Tim Challies




Las palabras de Jesús en el Sermón del Monte son tan relevantes hoy como lo fueron en el Siglo I: “Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán” (Mt. 7:15-16). Cada lunes estaremos publicando una entrada de esta serie hasta terminar con una entrada escrita originalmente para nuestros contextos, con el propósito de ayudar a la iglesia a entender mejor las enseñanzas que son contrarias a la sana doctrina. Esta es la 8a. entrada de la serie Falsos Maestros.



El Papa Francisco



Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936. Es el primer hijo de los inmigrantes italianos Mario y Regina. Se graduó de la universidad como técnico químico y siguió esta carrera por un corto tiempo antes de entrar al Seminario Diocesano de Villa Devoto. El 11 de marzo de 1958 entró en el noviciado de la Compañía de Jesús y los próximos diez años estudió y enseñó en una variedad de disciplinas. Fue ordenado como sacerdote en diciembre de 1969 e hizo su profesión final con los jesuitas en abril de 1973.

En julio de ese año fue nombrado Provincial de los jesuitas en Argentina y mantuvo esa posición durante varios años, antes de volver a su trabajo como sacerdote y profesor y, más tarde, como director espiritual y confesor de la Compañía de Jesús en Córdoba. Como sacerdote, fue amado y admirado por su amabilidad y disposición a participar pacientemente en diálogos con sus estudiantes y feligreses. Sin embargo, él también entró en un atolladero político cuando los militares buscaron afirmar su dominio sobre la nación. Se le acusó de complicidad con las fuerzas militares en el secuestro de dos sacerdotes jesuitas, aunque ha negado enérgicamente las acusaciones, que tampoco han sido probadas satisfactoriamente.

En 1992, el Papa Juan Pablo II nombró a Bergoglio obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires. Se convirtió en el arzobispo de Buenos Aires en 1998 y fue elevado rápidamente a cardenal en 2001. Luego de la muerte de Juan Pablo II en 2005, algunos informes indican que Bergoglio recibió la segunda mayor cantidad de votos en esa elección papal, aunque Joseph Ratzinger (que se convirtió en el Papa Benedicto XVI) fue finalmente elegido como sucesor. Como cardenal, Bergoglio ganó una reputación por su estilo de vida de bajo perfil, su compromiso con la justicia social, y su conservadurismo doctrinal, demostrando ser un ferviente opositor del matrimonio entre personas del mismo sexo y de los esfuerzos públicos para introducir la anticoncepción gratuita. Uno de sus amigos dice: "Él es tan inflexible como el Papa Juan Pablo II, en términos de los principios de la Iglesia —principios que ha defendido en relación con la eutanasia, la pena de muerte, el aborto, el derecho a la vida, los derechos humanos, el celibato de los sacerdotes—". 

Cuando el Papa Benedicto XVI renunció voluntariamente como Papa el 28 de febrero de 2013, el cónclave papal eligió a Bergoglio como su sucesor a los 76 años de edad. Él eligió a Francisco como su nombre papal en honor a San Francisco de Asís y su estilo de vida de simplicidad. Él es el primer Papa jesuita, el primer Papa de las Américas y el hemisferio sur, y el primer Papa no europeo en casi 1.300 años.

Como Papa, Francisco de inmediato dejó su marca al mantener su estilo de vida relativamente austero y evitando gran parte de la formalidad que ha marcado a pontífices anteriores. Optó por no vivir en el Palacio Apostólico, sino que reside en la casa de huéspedes Domus Sanctae Marthae. Lleva vestiduras más simples que sus predecesores, e insiste en que quiere que la Iglesia Católica Romana sea una iglesia para los pobres. De inmediato comenzó a planear reformas a la burocracia expansiva del Vaticano, enfocándose en la eficiencia y la transparencia.

Francisco ha dado esperanza a conservadores y progresistas dentro de la Iglesia Católica Romana, si bien a veces esto resulta en aparente contradicciones de su parte. Aunque insiste en que la opinión de la Iglesia sobre la sexualidad no será objeto de negociación, también ha dicho: "Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?". También ha insinuado una especie de universalismo diciendo: "Usted me pregunta si el Dios de los cristianos perdona a los que no creen y que no buscan la fe. Comienzo por decir —y esto es fundamental— que la misericordia de Dios no tiene límites si usted va a Él con un corazón sincero y contrito. El asunto para aquellos que no creen en Dios está en obedecer a su conciencia. El pecado, incluso para aquellos que no tienen fe, ocurre cuando las personas desobedecen a su conciencia".

En el año transcurrido desde que se convirtió en Papa, ha recibido grandes elogios tanto desde dentro de la Iglesia Católica Romana como fuera de ella. En 2013 fue nombrado Persona del Año por la revista TIME, así como la revista de interés LGBT "The Advocate". Esquire observó sus sencillas vestimentas y lo nombró el hombre mejor vestido de 2013. La revista Fortune lo ubicó en la parte superior de su lista de los líderes top 50, mientras que la revista Rolling Stone lo estrenó en la portada de una edición reciente.
Su falsa enseñanza 

Con todo lo que podamos elogiar del Papa Francisco, el hecho es que él, como hijo de la Iglesia Católica Romana y como el líder de la Iglesia Católica Romana, sigue comprometido con un falso evangelio que insiste en las buenas obras como condición necesaria para la justificación. Él es la cabeza de una iglesia falsa que se opone al verdadero evangelio de la salvación por gracia mediante la fe en Cristo solamente. Las cuestiones doctrinales fundamentales que dividían el protestantismo del catolicismo en la época de la Reforma se mantienen en la actualidad. Las cuestiones doctrinales fundamentales que obligaron a Roma a emitir sus anatemas contra el protestantismo no se han modificado. Roma sigue plenamente comprometida con un evangelio que no puede y no va a salvar una sola alma, y ​​oficialmente condena a los que creen otra cosa:

"Si alguno dijere, que solamente por la fe el impío se justifica; de tal manera como para decir que no requiere de ninguna otra cosa a cooperar con el fin de obtener la gracia de la justificación, y que no es en modo alguno necesario que se prepare y disponga por el movimiento de su propia voluntad; sea ​​anatema".

La doctrina católica afirma que la justificación se infunde en una persona a través del sacramento del bautismo. El Catecismo Católico explica: "La justificación ha sido un merito para nosotros por la Pasión de Cristo. Nos es concedida mediante el Bautismo. Nos asemeja a la justicia de Dios, que nos justifica". Sin embargo, esta justificación no es una declaración judicial de Dios, sino el comienzo de un proceso permanente de conformidad. Es insuficiente para salvar a una persona sin la adición de las buenas obras. Esta infusión de justicia permite a una persona hacer las buenas obras que la justificación completa. Sin embargo, esta justificación se puede disminuir o incluso perderse por actos pecaminosos y, en tales casos, debe ser renovada y recuperada a través de la confesión, a través de la Eucaristía, y por medio de las buenas obras. Aquellos que se han concedido justificación finalmente merecen el cielo, sobre la base de las buenas obras habilitadas por esa justificación. Una vez más, según el Catecismo: "Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman y hacen su voluntad. En cada circunstancia, cada uno de nosotros debe esperar, con la gracia de Dios, 'perseverar hasta el fin' y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las buenas obras realizadas con la gracia de Cristo". Este es otro evangelio, un evangelio falso, que añade el mérito humano como un complemento necesario a la obra de Cristo.

Francisco también sostiene que María es mediadora y corredentora con su hijo Jesús, que la Escritura es insuficiente y debe tener la tradición de la iglesia agregada a ella, que incluso los cristianos que mueren pueden tener que soportar el Purgatorio, que Cristo es sacrificado de nuevo cada vez se celebra la Misa, y así sucesivamente. Pero ninguna falsa enseñanza es tan escandalosa como la negación de la justificación por la gracia a través de la fe sola.

Aquellos dentro de la Iglesia Católica Romana que han experimentado la salvación (y creo sinceramente que hay quienes la tienen) lo han hecho a pesar de la enseñanza oficial de la iglesia, no a través de ella. Incluso mientras Francisco lava los pies de los prisioneros y besa a los rostros de los deformes, lo hace desde y hacia este falso evangelio que no conduce a Cristo, sino en dirección opuesta a Él. Las buenas obras realizadas para promover un falso evangelio son las obras más despreciables de todas. 
Seguidores y adherentes modernos

El Papa Francisco es el jefe de una iglesia que abarca todo el mundo y puede muy bien ser la organización más poderosa del mundo. Casi el 17% de la población global -más de 1,200 millones de personas- profesan ser católico romanos, y ese número sigue aumentando. Con sus esfuerzos para llegar a los seguidores de otras religiones, Francisco tiene una voz que se extiende a tal vez un tercio o la mitad de la población mundial. Esto lo hace por mucho una de las personas más influyentes en el mundo.
¿Qué dice la Biblia al respecto?

Desde la época de la Reforma los protestantes han insistido en que el catolicismo romano es una iglesia falsa que promueve un evangelio falso. La Biblia insiste en que somos justificados por gracia mediante la fe en Cristo solamente y aparte de todo esfuerzo humano. "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe. Y esto no viene de vosotros; pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). Si bien estamos de acuerdo con Roma en la necesidad de las buenas obras, hay que insistir, junto con los escritores del Nuevo Testamento, que tales obras son el fruto de la justificación, y no tienen parte en la raíz de nuestra justificación. 

Pero cuando la bondad y la misericordia de Dios nuestro Salvador aparezca, él nos habrá salvado, no por obras hechas por nosotros en la justicia, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y renovación del Espíritu Santo, el cual fue derramado por nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que—justificados por su gracia—viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. Palabra fiel es esta, y quiero que insistán en estas cosas, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles para las personas (Tito 3: 4-8).

El evangelio de Roma no es el evangelio de la Biblia y, por lo tanto, debe ser resistido y rechazado.

Tomado de aquí.

Otros artículos:
¿Quién puede interpretar la Palabra de Dios?
¿Esta la Iglesia fundada sobre Pedro o sobre Cristo?

EXAMEN DE NUESTRO ARREPENTIMIENTO por Thomas Watson


Si alguno dice que se ha arrepentido, le insto a probarse seriamente a sí mismo por los siete... efectos del arrepentimiento que el Apóstol consigna en 2 Corintios 7:11. 



1. Solicitud: La palabra griega significa solícita diligencia o cuidadoso rechazo de toda tentación a pecar. El verdadero arrepentido huye del pecado como lo hizo Moisés de la serpiente.


2. Defensa: La palabra griega es apología. El sentido es este: aunque seamos muy solícitos, sin embargo, por el poder de la tentación, podemos caer en pecado. Aquí en este caso, el alma arrepentida no permitirá que el pecado se quede como una llaga purulenta en su conciencia, más bien se juzga a sí misma por su pecado. Derrama lágrimas delante del Señor. Implora misericordia en el nombre de Cristo y nunca se conforma hasta recibir su perdón. Aquí es quitada la culpa de su conciencia y puede presentar una apología de sí misma contra Satanás.

3. Indignación: El espíritu del que se arrepiente del pecado hierve, como le hierve la sangre cuando se encuentra con alguien que aborrece con todo su ser. La indignación es estar angustiado de corazón por el pecado. El arrepentido está disgustado consigo mismo. David se denomina a sí mismo... torpe y bestia (Salmos 73:22). Dios nunca está más contento con nosotros que cuando estamos disgustados con nosotros mismos por nuestro pecado.

4. Temor: Un corazón tierno es siempre un corazón tembloroso. El arrepentido ha sentido la amargura del pecado. Esta avispa le ha picado y ahora, teniendo la esperanza de que está reconciliado con Dios, no se acerca más al pecado. El alma arrepentida está llena de temor. Teme perder el favor de Dios, lo cual es mejor que la vida misma. Tiene temor de que le falte diligencia, que no alcance salvación. Tiene miedo de que después de que su corazón se ha ablandado, las aguas del arrepentimiento se congelen y vuelva a endurecerse en el pecado: "Bienaventurado el hombre que siempre teme" (Proverbios 28:14)... La persona arrepentida teme y no peca; la persona sin la gracia peca y no teme.

5. Ardiente afecto: En el griego original, esta expresión tiene la connotación de un "fuerte deseo". Así como una salsa agria abre el apetito, las hierbas amargas del arrepentimiento agudizan el deseo. Pero, ¿qué desea el arrepentido? Desea más poder contra el pecado y ser librado de él. Es cierto, se ha librado de Satanás, pero anda como un prisionero que se ha escapado de la cárcel con cadenas en los pies. No puede caminar con libertad y rapidez en los caminos de Dios. Desea, pues, que las cadenas del pecado le sean quitadas. Quiere ser libre de corrupción. Clama con Pablo: "¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7:24). En pocas palabras, desea estar con Cristo, y que todo gire alrededor de él.

6. Celo: Es apropiado que deseo y celo se coloquen juntos para mostrar que el deseo ardiente se plasma en labores realizadas con celo. ¡Cómo se ocupa el arrepentido del tema de la salvación! ¡Cómo toma el reino de los cielos por fuerza (Mateo 11:12)! El celo impulsa a buscar la gloria. El celo, al encontrarse ante alguna dificultad, se hace más audaz ante la oposición y pisotea el peligro. El celo hace que el alma arrepentida persista con dolor espiritual contra todo desaliento y oposición, vengan de donde vengan. El celo eleva al hombre más allá de sí mismo para gloria de Dios. Pablo, antes de su conversión, actuaba enfurecido en contra de los santos (Hechos 26:11). Después de su conversión lo juzgaban como un loco por Cristo: "Estás loco, Pablo" (Hechos 26:24). Pero lo suyo era celo, no locura. El celo anima al espíritu y al deber. Causa fervor en la religión, lo cual es para la religión lo que el fuego es para sacrificio (Romanos 12:11). Así como el temor es un freno para el pecado, el celo es una espuela para la responsabilidad.

7. Vindicación: El verdadero arrepentido persigue sus pecados con santa malicia. Quiere la muerte de ellos como Sansón se vindicó de los filisteos por la pérdida de sus ojos. Usa sus pecados como los judíos usaron a Cristo. Les da hiel y vinagre para beber. Crucifica sus lascivias (Gálatas 5:24). El verdadero hijo de Dios busca vindicarse sobre todo de aquellos pecados que han deshonrado más a Dios... David, por pecado, mancilló su lecho; después, arrepentido, regó su lecho con lágrimas. Israel había pecado por su idolatría, y después hasta profanaron a sus ídolos: "Entonces profanarás la cubierta de tus esculturas de plata" (Isaías 30:22)... Las mujeres israelitas que se habían estado vistiendo durante horas y habían abusado de sus espejos dominadas por su orgullo, ofrecieron sus espejos para el uso y servicio del tabernáculo de Dios (Éxodo 38:8). Entonces, esos conjuradores que usaban curiosas artes o magia... en cuanto se arrepentían, traían sus libros, y para su vindicación, los quemaban (Hechos 19:19).

Estos son los frutos y productos benditos del arrepentimiento. Si podemos encontrar uno de estos en nuestra alma, hemos alcanzado aquel arrepentimiento del cual nunca hay que arrepentirse (2 Corintios 7:10).'