En la ciudad de Nueva York podrás
visitar iglesia tras iglesia, desde majestuosas catedrales hasta pequeñas
congregaciones, y rara vez escucharás una predicación acerca del
arrepentimiento. Lo mismo ocurre en muchas iglesias evangélicas en toda
América y el mundo entero. Podrías visitar congregación tras congregación por
meses enteros y nunca escuchar una sola mención de la palabra
arrepentimiento.
Desde luego, hay iglesias que no se
comprometen con esta importante doctrina bíblica. Un gran número de iglesias
ha determinado que el arrepentimiento es un mensaje bastante ofensivo para
ser predicado. De hecho, denominaciones enteras lo han despreciado restándole
importancia.
En tales iglesias escucharás todo acerca
del amor de Dios, sus bendiciones y los principios que debes aplicar a tu
vida, pero no una palabra que hable de sentir la tristeza que es según Dios
por tus pecados. Podrás escuchar mensajes que hablen de amar a los demás para
convertirte en una buena persona. Estas cosas definitivamente son bíblicas.
Pero no escucharás un mensaje de arrepentimiento como el que Pedro predicó en
Pentecostés. Su predicación llevó a muchos a la libertad en Cristo Jesús.
Muchos pastores modernos podrían
horrorizarse de lo que Pedro predicó aquel día. Hechos 2 nos muestra el
contexto del poderoso mensaje del apóstol:
Al oír esto, se compungieron de corazón, y
dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? (Hechos 2:37)
Como este versículo lo demuestra, debe
haber un conocimiento previo de los pecados antes de tener un verdadero
arrepentimiento. Ese es el propósito de la ley: hacernos conscientes de
nuestros pecados. El corazón de aquellas personas en Jerusalén fue conmovido
cuando escucharon la palabra de Dios y solo así reconocieron sus pecados.
Pedro respondió a su clamor desesperado
instruyéndoles de esta manera: “Arrepentíos, y
bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). ¿Qué significa esto
de arrepentirse?
EL VERDADERO ARREPENTIMIENTO PRODUCE
TRISTEZA, PENA Y PESAR POR LOS PECADOS
Arrepentirse consiste en experimentar
tal contrición que lleve a cambiar el rumbo de tu vida. O algo más simple:
arrepentirse es volverte de tus pecados e ir en la dirección opuesta.
El arrepentimiento no te da ningún
mérito ante Dios. Sólo el sacrificio de la sangre de Cristo puede otorgarte
el perdón. Pero el arrepentimiento es el único camino para obtener el
verdadero gozo y ser restaurado. No hay otra forma de entrar en la paz y el
reposo de Cristo, sino a través de las puertas del arrepentimiento. Pablo
escribió a los Corintios acerca de los frutos que produce el arrepentimiento:
“Porque la tristeza que es según Dios
produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero
la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que
hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué
defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué
vindicación! (2ª Corintios 7:10-11).
Déjame darte el trasfondo de la carta
que Pablo escribió a los Corintios. Él puso en evidencia el pecado de incesto
en la congregación, pues nadie había tomado cartas en el asunto. Y debido a
que pasaron por alto este terrible pecado, no había tristeza alguna en medio
de ellos.
Así que Pablo escribió a la iglesia un
mensaje duro, pero bien merecido. Entonces, cuando la gente se sentó a leer
la carta en voz alta, fueron conmovidos sus corazones. Se arrepintieron,
llenos de tristeza y dolor, e hicieron frente al pecado tan vergonzoso que
había entre ellos.
Ahora Pablo los animaba, diciendo: “Vean
lo que la tristeza de Dios hizo en ustedes. Produjo prudencia, trajo una
indignación en contra de su propio pecado”. El arrepentimiento es el único
medio por el cual aquellos que están cautivos por el pecado pueden ser
liberados y restaurados.
El arrepentimiento y la fe en la sangre
redentora de Cristo resultan en la remisión de los pecados, que significa
perdón y libertad del poder del pecado. De acuerdo con Pedro, no puede haber
conversión, libertad ni nuevo nacimiento sin arrepentimiento:
Así que, arrepentíos y convertíos, para
que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor
tiempos de refrigerio. (Hechos 3:19)
De esta misma manera, Pablo predicó a
los atenienses: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de
esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se
arrepientan” (Hechos 17:30). Jesús dijo que había venido con este
mismo propósito: “No he venido a
llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:32).
Quizás Lucas es todavía más claro cuando escribe: “y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo
padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en
su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:46-47).
Arrepentimiento fue el mensaje que Dios
nos mandó enseñar cuando establecimos la iglesia, hace más de veinte años,
aquí en Nueva York.
En los inicios de la iglesia de Times
Square, el Espíritu Santo instruyó a nuestro equipo pastoral para predicar
arrepentimiento. Él consumió nuestros corazones con una verdad: donde el
pecado abunda, sobreabunda la gracia.
Debíamos plantar nuestra iglesia en el
corazón de Broadway, cerca de la Calle 42, en medio de sus clubes nocturnos,
cines XXX, tiendas de pornografía, distribuidores de droga, prostituto y
homosexual. Realizábamos nuestros servicios en el teatro Nederlander de la
Calle 41. En aquel tiempo esa cuadra era llamada “el callejón de la basura”
porque los adictos inhalaban su droga y tiraban el desperdicio frente al teatro.
Era como un retrato del infierno en la tierra.
El Espíritu nos advirtió que estábamos
entrando en territorio de Satanás. Tuvimos que asumir una postura firme para
ir en contra del dominio del pecado. En breve nos encontramos en la zona de
guerra para reclamar a los cautivos por el diablo. Así que tuvimos que estar
preparados para el contraataque y para ser perseguidos con todas las armas
del infierno.
Francamente, no podríamos ganar a esos
cautivos mientras estuvieran cómodos en su pecado. Para hacerles entender la
misericordia de Cristo tuvimos que confrontarlos con sus pecados, así ellos
estarían convictos y listos para abandonarlos por completo. Esa fue la única
forma de emprender la guerra en el campo espiritual.
Así que predicamos arrepentimiento.
Dijimos a todo aquel que cruzaba nuestras puertas que nadie podía llamar a
Jesús Señor si su vida no había cambiado. Ese mensaje lo predicamos a todos
los que asistían a nuestros servicios, sin tomar en cuenta su estatus social:
actores de Broadway, vendedores de droga, ejecutivos de Wall Street y
travestis. Nadie podía decir amar a Jesús si su vida no mostraba los frutos
de su arrepentimiento.
Después de confrontar el pecado con la
predicación de arrepentimiento, comenzó a brotar un increíble gozo. Las personas
fueron liberadas de sus pecados, abandonaron sus hábitos pecaminosos y su
manera sensual de vivir. Hombres y mujeres, tanto de oficinas corporativas
como del “callejón de la basura”, fueron transformados por la sangre de
Cristo que limpia todo pecado y por el poder de su Espíritu que hace libre al
cautivo.
Después de más de veinte años, ese mismo
gozo permanece aquí en la iglesia de Times Square. Y todavía enseñamos el
mensaje que la primera iglesia predicó en Jerusalén el día de Pentecostés:
arrepentimiento para perdón de los pecados.
EL EVANGELIO DE LA COMODIDAD CONFUNDE
COMPLETAMENTE EL AMOR DE DIOS
Multitudes hoy en día se congregan en
eventos donde los pastores de la comodidad les dicen: “Todo lo que necesitan es creer y nacerán de nuevo”. Esta
doctrina la fundamentan en el pasaje de Hechos 16, donde un carcelero
pregunta a los apóstoles acerca de cómo obtener la salvación. La respuesta de
Pablo fue: “Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31).
Los ministros que hacen énfasis en esta
doctrina olvidan que cuando el carcelero se acercó a los apóstoles, estaba
tan convencido de su pecado, que “vino
temblando, y se postró a los pies de Pablo y de Silas” (Hechos 16:29).
Este hombre estaba tan angustiado y turbado que había considerado suicidarse.
Reconoció su pecado y el temor de Dios lo llevó a arrepentirse.
Los simples sentimientos no pueden
convertir el alma de nadie. Éstos sólo tocan las emociones pero son incapaces
de conmover los lugares más profundos del alma. Esta es una verdad muy
importante que tuvimos cuidado de enseñar desde un inicio en la iglesia de
Times Square. Y es una verdad que constituye la base del evangelio mismo. Es
una verdad que nos habla de la condenación bíblica del pecado –una
amonestación al pecador a correr a la Cruz o perecer– el más grande mensaje
de amor jamás ofrecido al hombre.
Debajo del nombre de nuestra iglesia,
sobre la marquesina del teatro, se lee el siguiente mensaje: “La iglesia que
el amor está construyendo”. Para nosotros esto no es una idea romántica o
sentimental, sino es un mensaje que dice claramente: “Estamos aquí para
pelear por ti contra todo el infierno. No te encubriremos la verdad, si en
realidad quieres una vida nueva”.
LOS MINISTROS QUE ELUDIERON EL MENSAJE
DE ARREPENTIMIENTO COMIENZAN A PREDICARLO DE NUEVO
El pastor de una megaiglesia se
sintió redargüido debido a sus predicaciones tan ligeras y simplonas. Por
semanas forcejeó con su conciencia, pensando: “No soy un pastor verdadero. No estoy dando a las personas lo que
necesitan para crecer y madurar en Cristo”.
Así que cambió su predicación e incluyó
el mensaje de arrepentimiento. Antes de esto su congregación era contada en
millares. Ahora, desde que comenzó a enseñar arrepentimiento, ha quedado con
menos de doscientas personas. Pero está lleno de gozo y muy bendecido al ver
a sus congregantes crecer en Cristo.
Tengo que preguntarme: ¿es esta la razón
por la cual muchos pastores nunca predican arrepentimiento? ¿Tienen miedo de
perder gente en sus iglesias? ¿Temen no poder pagar sus créditos
hipotecarios? ¿Necesitan muchas personas que diezmen para así poder absorber
los gastos cada vez mayores en su congregación?
A veces me pregunto qué pasaría con las
personas de tales iglesias al escuchar a su predicador dar un mensaje de
arrepentimiento. Me imagino multitudes a punto de escuchar su último sermón.
Detrás de las bambalinas, el predicador está bajo la influencia del Espíritu
Santo que le habla con gran poder:
“El día del Señor está cerca. La mano
escribe en la pared, y Dios pronto juzgará a las naciones. Todas las cosas
serán conmovidas, y los corazones de los hombres desfallecerán por ello”.
“No vayas esta noche al púlpito y
fortalezcas las manos de los pecadores. La mayoría son almas ciegas y
enfermas, como ovejas perdidas. Están turbadas con dolorosos problemas
familiares, vicios, esclavos de los tormentos del enemigo”.
“Si tú no les adviertes, su sangre será
sobre tu cabeza. El profeta Ezequiel te lo ha anunciado y sin duda alguna
acontecerá si tú no tocas la trompeta para amonestar al perverso. Ellos
morirán en su pecado y el Señor demandará su sangre de tu mano”.
“Ve ahora y diles que se arrepientan y
que dejen sus malos caminos. Nunca más obstruyas mis palabras, porque
conducen a la vida. Después confórtalos y aliéntalos”.
Si tal predicador fuere obediente,
inmediatamente sería testigo de dos cosas: un éxodo masivo de personas y un
reducido grupo que se quedaría perplejo en sus asientos. Después de algunos
minutos, el predicador comenzaría a escuchar sollozos entre los que
decidieron quedarse. Finalmente, una voz se levantaría de entre ellos
preguntando: “¿Qué debemos hacer ahora?”.
Esto está comenzando a suceder. Uno de
los predicadores más exitosos en Europa, estando delante de una enorme
multitud, dijo: “Ha venido la hora de confesar los pecados, llorar y
enderezar los caminos”. Un predicador amigo mío estuvo en ese evento y lo
calificó de maravilloso. Mi oración es porque lo mismo acontezca en todas las
iglesias, aquí en América y en todo el mundo.
Debo admitir que en ocasiones he bajado
del púlpito con un gran dolor después de predicar un duro mensaje. Algunas
veces me he preguntado: “Señor, me parece que esto ha estado muy duro. ¿Te
habré escuchado correctamente? Si estoy equivocado al predicar este tipo de
mensajes, muéstramelo por favor”. Una vez, cuando me encontraba en una profunda
agonía por una prédica que di, recibí una llamada telefónica de uno de mis
hijos, que me dijo: “Papá, gracias por
predicar ese mensaje. El Señor me habló claramente y me puso en una
encrucijada que he tenido que enfrentar”.
ALGUNOS DE LOS QUE SE HAN ARREPENTIDO
PERMANECEN EN TEMOR E INCREDULIDAD
Estoy seguro de que Dios se lamenta de
las iglesias que no predican el mensaje de arrepentimiento. De hecho, tengo
la convicción de que el Espíritu Santo no habita en tales iglesias.
Con todo y esto, creo que hay algo que
aflige el corazón de Dios aún más que ser negligentes en predicar
arrepentimiento. Y esto es que aquellos que confiesan sus pecados continúen
viviendo en temor e incredulidad.
Hablo de aquellos quienes han tenido una
verdadera convicción de pecado. Que han experimentado la tristeza que es
según Dios por sus maldades y las han confesado, pero aún no tienen la paz y
el gozo que viene con el perdón que trae el arrepentimiento.
El arrepentimiento conduce al perdón y
el perdón debe conducir al gozo y la paz. Estas personas, sin embargo, no
tienen tal descanso. Por el contrario, viven en constante temor de que sus
vidas no estén agradando a Dios. Continúan orando por su salvación e
incluso intentan bautizarse una y otra vez. Sencillamente, nunca han
comprendido en su totalidad el poder del perdón.
En realidad, tales personas viven bajo
el pacto del Antiguo Testamento. Son oprimidos por una ley que los mantiene
atormentados y su conciencia los condena. Tal como dijo Isaías: “Pobrecita, fatigada con tempestad, sin
consuelo…” (Isaías 54:11).
LA OPRESIÓN POR LOS PECADOS –MEMORIAS Y
RECUERDOS DE LOS PECADOS PASADOS– NO DEBE CARGARSE MÁS ALLÁ DE LA CRUZ.
Cualquier tristeza por los pecados
pasados, impuesta voluntariamente, debe ser echada en los raudales de la
sangre de Cristo. Finalmente, llega el momento cuando todo aquel que sigue a
Cristo escucha las palabras: “Venid a
mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo
11:28).
El Señor hace un llamado a todos los que
se han arrepentido y creído en su nombre, pero que todavía no pueden gozarse
en ello porque llevan una pesada carga de culpabilidad y condenación. A todos
estos, Dios los invita a venir a Él y entregarle su pesada carga, para
ser llenos de gozo en sus corazones.
Cuando hacemos esto, el Espíritu Santo
viene a hacer morada en nosotros. Jesús llamó al Espíritu “El Consolador”,
cuyo nombre significa “uno que viene a estar a tu lado”. A partir de
entonces, nunca más andaremos solos ni en nuestras propias fuerzas, sino con
la ayuda del Espíritu Santo.
Esto es a partir del Nuevo Pacto, el
cual Dios hizo con los primeros creyentes. Según Hebreos, este pacto entró en
vigor cuando Jesús murió en la cruz:
Porque el testamento con la muerte se
confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.(Hebreos 9:17)
¿Cuál es la herencia que Jesús nos dejó
a través de este pacto? Esta es la promesa: “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de
sus pecados y de sus iniquidades” (Hebreos 8:12).
Pero además recibimos algo más que el
perdón por medio de este Nuevo Pacto. Dios nos da una promesa adicional
cuando dice que nos hace “aptos en
toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que
es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los
siglos de los siglos. Amén” (Hebreos 13:21).
¿ESTÁS BAJO UN ATAQUE SEVERO, TU MENTE
ESTÁ ACOSADA?
Muchos cristianos, incluyendo algunos
pastores, me han dicho que continuamente son asediados por sus pecados
pasados. Me dicen: “Hermano David, si supiera todo lo que hice, cómo pequé
contra la luz, entonces entendería por qué me siento angustiado. Mis pecados
se han acumulado sobre mi cabeza y lucho constantemente contra esa
culpabilidad. Creo que el Señor me ha perdonado y que su sangre es suficiente
para cubrir mi iniquidad, pero no tengo la paz que trae el entenderlo”.
Otros me dicen: “Creo que he sido perdonado, pero mi mente continuamente es
bombardeada con ideas infernales. Pueden venirme donde sea, aun en la
iglesia, y me hacen sentir muy sucio. Es difícil creer que soy puro
ante los ojos de Dios”.
Estos creyentes olvidan que Satanás
también tentó a Jesús de forma terrible, con ideas espantosas cuando fue
probado en el desierto. Hoy el diablo envía pequeñas zorras a tu vida para
hacerte creer que no tienes esperanza y que Dios está airado contigo. Todo
esto con el fin de poner dardos en tu mente e intentar destruir tu fe en el
poder de la sangre de Cristo.
Amado santo, no debes prestar atención a
estos ataques en tu mente. Debes ignorarlos, clamando: “Santo Espíritu, sé que estás a mi lado. Dame tu ayuda”.
Tienes que entender que todo aquel que
toma la cruz de Cristo y pelea la buena batalla de la fe estará en una guerra
constante. Todos vamos a hacer frente a los dardos del maligno –pensamientos
que vienen debido a nuestro pasado, pues en otro tiempo vivimos en la maldad
y la sensualidad–. No obstante, cuando rociamos la sangre de Cristo sobre
esas raíces de duda, cada parte de nuestro ser es confortada, incluyendo
nuestra mente, y somos purificados por completo.
¿ESTÁS LUCHANDO PARA DEJAR UN PECADO QUE
TE ASEDIA, UNA FORTALEZA DE SATANÁS?
¿Has determinado que no existe
posibilidad alguna de que seas libre para siempre de tu pecado? Yo te exhorto
a considerar estas cuatro cosas:
1. Asegúrate de que el
Señor aún te ama y que te extiende su gracia y misericordia.
2. Arrepiéntete,
pidiéndole a Dios que traiga sobre ti tristeza y contrición por tus
pecados.
3. Recibe el amor de
Dios y descansa en su promesa de perdonarte.
4. Confía en el
Nuevo Pacto que te dice: “Seré misericordioso contigo y perdonaré todos tus
pecados. Y formaré en ti aquellas cosas que son agradables a mi voluntad”.
No estás solo en esta lucha. Él ha
enviado su Santo Espíritu, quien sabe cómo superar al enemigo y liberarte de
toda esclavitud. Él es el inmutable, la voz que te guiará y te fortalecerá en
todas tus batallas.
Ora conmigo: “ Dios, quiero crecer
espiritualmente. Quiero ser librado de toda hipocresía, y tener un carácter
gentil, paciente y amoroso. Prepárame y dame de tu ayuda. Amén”.
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lunes, 2 de junio de 2014
EL MENSAJE OLVIDADO DE ARREPENTIMIENTO por David Wilkerson
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Dios te bendiga excelente trabajo amado
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