Recientemente
hablé con un pastor, el pastor Eduardo, que me dijo con gozo que 450 personas
dejaron su iglesia de 600. ¿Por qué estaba feliz?
Eduardo
llevaba años predicando un mensaje de prosperidad y prometiendo sanidad a su
iglesia. Y a su redil le encantaba. Pero luego dos de sus hijos murieron en un
período corto de tiempo, uno de violencia y el otro de enfermedad. Su mensaje
de prosperidad empezó a desmoronarse. ¿Dónde estaba la bendición de Dios? ¿Por
qué le estaba pasando esto?
Dios le
reveló al pastor Eduardo que él estaba predicando un falso mensaje que hizo
daño a su congregación y los dejó sin preparación al enfrentarse a la profunda
realidad del sufrimiento. Predicar esta doctrina falsa parecía dar resultados a
corto plazo, pero a la larga estaba llevando a la gente tras riquezas y
bendiciones que la Biblia nunca promete, y quitando el enfoque de las promesas
mayores de las Escrituras.
Eduardo
aprendió a las malas que la iglesia necesita sana doctrina para poder enfrentar
las complejidades de la vida y de la fe.
¿Qué es
la sana doctrina?
La
doctrina es “enseñanza escritural de verdades teológicas”. Añadir el término sano a doctrina aguza la definición con las
ideas de “saludable” o “adecuado”. Por tanto, una definición de lo que la
Biblia quiere decir cuando habla de sana doctrina es la siguiente:
La sana doctrina es la
enseñanza bíblica y adecuada de verdades teológicas que llevan a la salud
espiritual y a vidas transformadas tanto de los individuos como de la iglesia
La sana
doctrina debe ser el contenido de cada sermón, de cada estudio bíblico, de cada
canción y de cada libro que leamos en la iglesia. Y debemos amarla. Aquí hay 8
razones por qué hacerlo:
1.
Debemos amar la sana doctrina porque Dios ama la sana doctrina.
Las
Escrituras ordenan que los líderes “retengan la palabra fiel que es
conforme a la enseñanza” y que “sean capaces también de exhortar con sana
doctrina y refutar a los que contradicen” (Tito
1:9). La sana doctrina fluye de las palabras de Dios y de su
voluntad revelada en las Escrituras. Dios nos dio Su Palabra y sana doctrina
para que podamos conocerle, amarle, obedecerle, y enseñar a otros acerca de Él
y de lo que Él ha hecho por nosotros en Cristo. Amémosla porque le amamos a Él.
2.
Debemos amar la sana doctrina porque hace madurar tanto a los individuos como a
la iglesia.
La
doctrina que no es sana trastorna la fe, extravía a la gente, y finalmente nos
hace perder el tiempo, como le sucedió al pastor Eduardo. Enseñar sana doctrina
lleva a la madurez espiritual, tanto en individuos como en la iglesia en su
conjunto (Efesios 4:11-14). Conforme nos
alimentamos de sana doctrina, vamos teniendo menos gusto por la teología que da
comezón de oír pero que luego nos deja insatisfechos y necesitados de lo que
verdaderamente necesitamos. La sana doctrina hace crecer nuestra fe y nos lleva
a invertir el tiempo sabiamente para Cristo y Su Reino, haciendo madurar a la
gente y a la iglesia a la imagen de Cristo.
3.
Debemos amar la sana doctrina porque fluye del evangelio.
En 1 Timoteo 1:11, Pablo dice que la
sana doctrina es “según el glorioso evangelio del Dios bendito”. El evangelio
es un mensaje para ser proclamado y enseñado. La sana doctrina es la sustancia
de la verdadera enseñanza del evangelio. Nuestro amor por el evangelio debería
estar fuertemente atado con el amor por la sana doctrina, ya que comunica las
verdades del evangelio que traen salvación a los oyentes (1 Timoteo 4:16).
4.
Debemos amar la sana doctrina porque nos lleva a la santidad.
1 Timoteo 1:10 nos dice que existe una forma de vivir
que es contraria a la sana doctrina. La doctrina
correcta está ligada a la manera correcta de vivir, y esto es lo que quiere
decir Pablo cuando habla del “pleno conocimiento de la verdad que es según la
piedad” (Tito 1:1). La sana doctrina nos
enseña acerca de un Dios santo y que está airado con el pecado, pero que nos
ama lo suficiente como para sacrificar a Su Hijo en nuestro favor, para
librarnos de ese pecado. La sana doctrina de un Dios santo produce gente santa.
5. Debemos
amar la sana doctrina porque nos guarda de la falsa doctrina.
Las
Escrituras apuntan a tres fuentes de doctrina: los demonios (1
Timoteo 4:1), los hombres (Mateo
15:9), y Dios mismo (Tito
2:10). La sana doctrina
fluye de Dios mismo, y es incorruptible y dadora de vida. La sana doctrina es
un ancla de verdad que nos guarda de ser “llevados de aquí para allá por todo
viento de doctrina” (Efesios
4:14). El amor por la sana doctrina será un “escudo de verdad”
contra las mentiras y las doctrinas del enemigo, que son rampantes hoy día,
incluso en muchas iglesias.
6.
Debemos amar la sana doctrina porque nos lleva a la acción.
Las
Escrituras preparan a los hombres y a las mujeres para toda buena obra (2 Timoteo 3:17). Del mismo modo,
una enseñanza sana de las doctrinas de las Escrituras cataliza tanto el
servicio como el testimonio, al instalar una convicción profunda y un gozo real
en la vida de los cristianos. Escuchar la verdad de las Escrituras enseñada
claramente exaltará la misericordia y la gracia de Dios, lo cual hará que
estemos agradecidos y obedezcamos Sus mandamientos para ser luz en el mundo y
proclamar el evangelio, “adornando la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tito2:7-10).
7.
Debemos amar la sana doctrina porque esto significa amar a Cristo mismo.
Nada me
hace tener que contenerme como cuando escucho a los cristianos decir: “no
necesito doctrina, ¡solamente quiero amar a Jesús!”. Esta gente no entiende que
la doctrina es la que nos habla de Jesús, que es la Verdad hecha carne (Juan
14:6). Jesús vino a predicar (Marcos
1:38). Su predicación incluía comunicar doctrina que proclamaba
quién es Él y cómo deben vivir sus discípulos en relación con Él y con el
mundo.
8.
Debemos amar la sana doctrina porque al final nos lleva a la adoración.
Contemplar
las verdades acerca de Dios y Sus obras entre los hombres nos hace
maravillarnos con asombro de su bondad (Salmos 107). La adoración no es
solamente el resultado de la doctrina: es la razón por la que la doctrina
existe. Pablo ejemplifica esto concluyendo una de las porciones más ricas de
las Escrituras en cuanto a doctrina con la siguiente doxología: "¡Oh, profundidad
de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables
son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Romanos
11:33).
Dios
quiere que la sana doctrina llene la iglesia con creyentes santos, que exalten
y proclamen a Cristo y que maduren diariamente en el conocimiento de Dios y la
obediencia a Él.
El
pastor Eduardo ha aprendido mucho desde que dejó de predicar el mensaje de
prosperidad y comenzó a centrarse en enseñar las Escrituras. Aunque mucha gente
ha abandonado la iglesia, nuevas personas han venido, ansiosas por escuchar la
vedad. Los adolescentes que solían sentarse en la parte de atrás de la iglesia
y enviar mensajes de texto durante el servicio se han movido ahora a las filas
de adelante y han comenzado a servir y a alcanzar su comunidad. Este es un
cuadro de la sana doctrina en acción. Enseñar sana doctrina es importante.
El lugar
donde comienza la sana doctrina
Aunque
estudiar doctrina en la iglesia local es una forma fantástica de crecer, quizás
lo más importante que podemos hacer diariamente es estudiar las Escrituras con
fidelidad y cuidado. Hemos visto que a menudo el crecimiento en la
sana doctrina viene cuando la Palabra derriba las doctrinas que no son sanas,
que están enraizadas en un marco teológico defectuoso, en valores culturales
específicos, o simplemente en no leer las Escrituras en su adecuado contexto
histórico, bíblico y literario.
Prestemos
atención al mandamiento de Pablo en 2 Timoteo 1:13 y “retengamos la norma de las sanas
palabras que hemos oído, en la fe y en el amor en Cristo Jesús”.
Tomado de aquí.
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