Según la doctrina Católica
Romana, Pedro es la roca sobre la cual está edificada la iglesia. El pasaje que
sirve de base para esta doctrina es Mateo
16:18: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi
iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.
Antes de considerar la correcta
interpretación de este pasaje y compararlo con otras declaraciones del NT,
veamos algunas de las doctrinas que el catolicismo romano extrae de este texto,
doctrinas que, como bien señala el ex sacerdote Francisco Lacueva, “constituyen toda la clave dogmática del
sistema católico-romano” (La Iglesia, Cuerpo de Cristo; pg. 58).
Según la Iglesia Católica, en
este pasaje Cristo constituyó a Pedro la roca sobre la cual estaría fundada Su
iglesia. Cito aquí a un teólogo católico: “Cristo hizo a Pedro el fundamento de
Su Iglesia, esto es, el garante de su unidad y de su fortaleza inconmovible, y
prometió a Su Iglesia una duración perenne (Mt. 16:18). Ahora bien, la unidad y
la solidez de la iglesia, no son posibles sin la recta Fe. Por tanto, Pedro es
también el supremo maestro de la Fe. Como tal debe ser infalible en la
promulgación oficial de la Fe, tanto en su propia persona como en la de sus
sucesores (es decir, los Papas)” (cit. Por Lacueva; pg. 58; el paréntesis es
mío).
Debo señalar que esta
interpretación tiene carácter de dogma y, por lo tanto, debe ser creída por
todos los miembros de la iglesia Católica Romana, so pena de eterna
condenación. ¿Cuáles son las consecuencias doctrinales que emanan de esta
interpretación bíblica? Básicamente tres:
En primer lugar, que el Papa,
como Cabeza y Fundamento visible de toda la Iglesia, es el principio y raíz de
de la unidad de la Iglesia.
En segundo lugar, que el Papa
tiene sobre la Iglesia un poder de jurisdicción universal, supremo e inmediato
sobre cada uno de los pastores, cada uno de los fieles y cada una de las
iglesias. El Papa Bonifacio VIII declaró en cuanto a esto: “Toda criatura
humana está sometida al Romano Pontífice, como algo necesario para su
salvación”. De paso, es importante señalar aquí que el papa Francisco I declaró
recientemente: “Es absurdo pretender vivir con Jesús, amar a Jesús y creer en
Jesús, pero sin la Iglesia”. Y para que no haya dudas en cuanto a cuál iglesia
se refería, exhortó a los fieles a caminar todos juntos, “llevando el nombre de
Jesús en el seno de la Santa Madre Iglesia, jerárquica y católica, como decía
san Ignacio de Loyola”.
En tercer lugar, esta doctrina
también afirma que el Papa es el único intérprete infalible de la Escritura y
la tradición. Así que cuando el Papa habla ex cátedra, es decir, en calidad de
maestro universal de la cristiandad, no puede equivocarse y, por lo tanto, todo
el mundo está obligado a aceptar su interpretación.
Ahora bien, ¿enseña el Señor todo
eso en este pasaje de Mateo 16:18? Lo primero que debemos hacer es colocar este
texto en su contexto. Y el contexto de esta declaración es la pregunta que el
Señor Jesús hace a los discípulos en el vers. 13: “Viniendo Jesús a la región de
Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los
hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista;
otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Noten que el centro de la
cuestión era la identidad de Cristo, no de Pedro o de ningún otro de los
apóstoles. El punto crucial de la pregunta del Señor en el vers. 15 era lo que
ellos pensaban acerca de Él. “Respondiendo
Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le
respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo
reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”.
¿Qué fue lo que el Padre reveló a
Pedro? Lo mismo que revela a todo pecador para traerlo a la salvación: Que
Jesús es el Cristo y el Hijo del Dios viviente. La palabra Cristo es la
traducción griega de la palabra hebrea Mesías, que traducido al español
significa “el Ungido”. Así que las palabras Mesías, Cristo y Ungido son
equivalentes, pero en tres idiomas distintos. En el AT se ungía con aceite a
los reyes, a los profetas y a los sacerdotes. Cuando el Señor Jesús es señalado
como el Ungido de Dios, como el Cristo, lo que se quiere significar es que Él
es Rey, Profeta y Sacerdote. En Su Persona estos tres oficios alcanzan su punto
más alto y definitivo. Y es en ese contexto que el Señor dice a Pedro en el
vers. 18: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré
mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.
Hay un juego de palabras aquí. El
nombre de Pedro significa “piedra”, una referencia a la obra que Cristo estaba
haciendo en este hombre que había mostrado ser tan impulsivo y voluble en
ocasiones. “Tú eres Pedro – una piedra – y sobre esta roca edificaré mi
Iglesia” (y allí el Señor usa la palabra griega kefa que señala una gran piedra firme y estable).
“Tú eres una piedra, pero yo
edificaré mi iglesia sobre una roca firme e inamovible”. Si la intención
hubiera sido señalar a Pedro como el fundamento, hubiera sido más natural decirle:
“Tu eres Pedro y sobre ti edificaré mi iglesia”; pero eso no fue lo que Cristo
dijo, sino más bien: “Sobre esta roca, sobre eso que acabas de confesar de que
yo soy el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. La Iglesia está fundada sobre la
identidad de Jesús como el Hijo de Dios y como el Mesías prometido en el AT.
Agustín de Hipona, que vivió en
el siglo V y a quien la iglesia Católica venera como santo, parafrasea el texto
de Mt. 16:18 de este modo: “Sobre esta
piedra que has confesado, edificaré mi iglesia. Pues la piedra era Cristo – dice Agustín – y
el mismo Pedro fue edificado también sobre este fundamento”.
Si todavía alguien tiene duda al
respecto, entonces debemos dejar que el mismo Pedro nos explique el sentido de
estas palabras. En Hch. 4:11-12
él declaró: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores,
la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación;
porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser
salvos”.
Cristo es la piedra angular sobre
la cual está siendo edificado este templo espiritual, la iglesia. Su Persona y
Su obra sustentan el edificio y le proveen simetría y fortaleza. La Iglesia no
está fundada sobre ningún hombre, sino sobre el Dios – Hombre. De ahí su gloria
y su fortaleza. Pedro recalca esta enseñanza en su primera carta cuando
escribe: “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres,
mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas,
sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.
Y lo mismo dice el apóstol Pablo
en Efesios
2:19-22: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de
los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el
fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo
Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo
para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois
juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.
He ahí, entonces, el fundamento
de este templo espiritual, la iglesia: nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.
Sólo a Él escogió Dios el Padre como “la
principal piedra del ángulo, escogida, preciosa”, dice el apóstol Pedro en su
primera carta (1P. 2:6). Por lo
tanto, sólo “el que
creyere en Él, no será avergonzado”. Todo lo demás es doctrina de hombres, sin
ningún valor.
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