“Si no podemos hacer nada para
ganar la salvación, tampoco podremos hacer nada para perderla”.
La
seguridad de la salvación ha sido un tema muy controversial. Sin embargo, es
una de las doctrinas más importantes y uno de los fundamentos que más claros
debe tener el cristiano.
La
correcta interpretación de esta doctrina se ha visto afectada por la dificultad
de algunos pasajes como Hebreos 6, 2ª Pedro 2, o Juan 15. Pero una correcta
exégesis de tales pasajes, un estudio de la doctrina de la gracia e inquirir
cuidadosamente en cada uno de los libros bíblicos (especialmente Romanos) dará
como resultado la correcta explicación a esta doctrina.
El
cristianismo se diferencia de las demás religiones en que es la única que te
ofrece una salvación por gracia y fe a través de Cristo, no por obras (2ª
Timoteo 1:9; Tito 3:4,5; Romanos 9:11; Efesios 2:4, 5,8 y 9).
Ahora
bien, la gente que considera que la salvación se pierde te está diciendo:
“Si,
es cierto, que yo creo que la salvación es por gracia, pero después que recibes
a Cristo dependes de tus buenas obras y de cómo te portes (Cristo más tus
meritos humanos).
Este
es un grande y peligroso error nada nuevo, puesto que ya se daba en tiempos de
Cristo. Muchos judíos consideraban que la salvación era por gracia más el
cumplimiento de la ley. Pero esta mentira del diablo que ya se dejaba ver por
aquel entonces debe ser destruida por la claridad de la Palabra de Dios, que
afirma con contundencia que la salvación “no es por obras”, “sino por la gracia
de Dios” (Efesios 2:8-9).
¿Qué
pecado, pues, te hará perder la salvación? ¿Qué pecado dice la Biblia que nos
hará perder la salvación? Ninguno. Más bien ella dice que “la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado”
(1ª Juan 1:7). ¡Qué gusto saber que no hay pecado que Cristo no pueda
perdonar al cristiano!
Y
algunos dirán, “¿y qué de la blasfemia contra el Espíritu Santo?”. El evangelio
de Mateo (12:31) muestra que tal blasfemia no será perdonada. Esto es cierto.
Pero también es cierto que el cristiano no puede cometer este pecado. Blasfemia
es un término de origen griego, que significa vilipendio, despreciar, maldecir.
Por ello, este pecado solo lo comete una persona que jamás ha conocido a
Cristo. Este pecado es el que cometieron los fariseos, en Hechos 7:51-52. Es
tener la luz y rechazarla. Porque llega el momento en que Dios dice: ¡basta!,
has rechazado el Evangelio y la luz de Jesucristo. “Y esta es la condenación,
que la luz vino al mundo y los hombres la rechazaron, y amaron mas las
tinieblas que la luz” (Juan 3:19).
Y
es que Dios comienza tu salvación por la fe y nos dice que el justo por la fe
seguirá viviendo (Romanos 1:17; Gálatas 3:11). Por la gracia de Dios yo me
convertí y por la gracia de Dios necesito seguir viviendo. La redención abarca
mi vida pasada, mi vida presente y mi vida futura. Cuando la Biblia dice que
eres salvo implica 3 etapas: fuiste salvo cuando te justificó Dios en tu pasado
de la culpa del pecado (justificación), estamos siendo salvados del
poder del pecado (santificación) y seremos salvados de la presencia del
pecado (glorificación). Cuando Jesús murió en la cruz del calvario, no
solo murió por los pecados pasados, sino por los pasados, los presentes y los
futuros. La Biblia dice que la salvación es eterna, no temporal.
Si
la salvación comienza con la justificación aquí en la tierra, y Dios asevera
que es eterna. ¿Cómo se atreven los hombres a poner esto en tela de juicio? Es
menester reconocer que la salvación es eterna (Juan 3:15; 3:16; 3:36; 6:40;
6:47; Romanos 6:23; 1ª Juan 2:25; 5:11,13,…). Eternidad desde el momento en que
crees en Cristo, pues esta es una promesa de Dios.
Además,
la voluntad de Dios es que ninguno salvo, se pierda (Juan 6.39). Es por ello
que el creyente es guardado por el poder de Dios para alcanzar la salvación (1ª
Pedro 1:5). Dios conserva al santo siempre (Salmo 37:28). Dios nos libra de
obras malas y nos preserva para su reino celestial (2ª Timoteo 4.18).
“Y a aquel que es poderoso para
guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran
alegría” Judas 1: 24.
2ª
Corintios 5:17 dice que el cristiano es una nueva criatura (espiritual). ¿Podrá
algo des-crearlo?
Juan
17:11-12 nos dice que Jesús guardó a los suyos en su vida terrenal, y pide al
Padre que ahora nos guarde a nosotros. ¿Acaso el Padre no concederá las
peticiones de su Hijo? El apóstol Pablo estaba seguro de que Dios lo guardaría
hasta el fin (2ª Timoteo 1:12). Una vez que Dios ha salvado al creyente no
puede volver su Palabra vacía (Tito 1:2). Es más, podemos decir que Dios ve a
los salvados ya como glorificados (Romanos 8:30), pues este es el propósito de
Dios, que en aquel en quién comience la obra salvífica se perfeccione hasta el
día de Jesucristo (Filipenses 1:6).
Si
para mantenerme salvo necesito tener buenas obras, voy a llegar al cielo con
algo en lo que enorgullecerme, pero la Biblia dice que la salvación es de tal
forma que nadie podrá gloriarse (Efesios 2:9). Por esto Dios lo planeó todo,
para que Él y solamente Él fuese el autor y consumador de nuestra salvación.
El
que defiende que la salvación es por gracia, pero que se debe portar bien para
mantenerla, está declarando tremenda herejía. Esto sería ganarnos la
salvación por nuestra propia justicia. Las buenas obras solo serán el resultado
de un nuevo nacimiento, de una fe genuina en un Dios de amor, al que queremos
mostrar un profundo agradecimiento por la inigualable obra de amor que hizo por
sus hijos.
Aborreceremos
el pecado porque amamos a Dios. Como dijo Charles Spurgeon en una de sus
predicaciones: “Si profesamos ser cristianos estamos obligados a apegarnos al
cristianismo”.
El
hombre, sumergido en un mundo perecedero, lleno de vanidades perecederas, solo
encontrará la paz cuando pueda poner su confianza en algo que es eterno, que no
puede perderse, que es superior a todo lo que se encuentra en este mundo. Esto
es la Salvación que Dios nos da.
Por
tanto, el cristiano que verdaderamente haya creído en Cristo y le ame con
sinceridad, esforzándose por andar con toda buena conciencia delante de Él,
puede estar en esta vida absolutamente seguro de que permanece en el estado de
gracia, y puede regocijarse en la esperanza de gloria de Dios, puesto que tal
esperanza nunca le hará avergonzarse (Romanos 5: 2, 5).
A
pesar de ello, esta seguridad en el creyente puede ser sacudida, acortada o
entorpecida por la negligencia de no vivir como a Dios le agrada, contristando
al Espíritu Santo (Salmo 51: 8, 12; Efesios 4: 30-31).
Es
por ello que debemos ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor
(Filipenses 2:12), pues solo así podremos descansar en esta eterna seguridad.
No por temor de perderla sino porque Su gracia nos impulsa a amar y servir a
Dios.
Gracias
Dios porque tuya es la salvación, gracias porque tu poder nos guarda, gracias
Dios porque no seremos avergonzados al confiar en la esperanza que Tú nos has
otorgado. ¡Gracias Dios!
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