Imagen de referencia de Moisés y de Jesús. |
Todo aquel
que quiera entender los profetas es mejor que comience con la Epístola de Pablo
a los Gálatas, donde encontrará que la Iglesia es uno en el Antiguo Testamento
y en el Nuevo, y que la Iglesia del Nuevo Testamento es el cumplimiento de toda
la profecía, la muy última fase de la obra redentora de Dios en la
tierra.
En Gálatas
él descubrirá quien es el verdadero Israel, a quien fueron hechas las promesas
y que no hay otro Israel, no hay cumplimiento adicional de la profecía.
El problema
con los creyentes de Gálatas fue la conspiración para imponer sobre ellos las
interpretaciones Judías de la profecía, y reclamar sobre ellos una prioridad y
privilegio Judío. Pablo resiste esta conspiración con una severidad
sin paralelo.
En esta
cuestión era “Pablo contra mundum” (Pablo en contra del mundo) como más tarde
lo fuera, en otra cuestión vital, “Atanasio contra mundum”. Aun el
mismo [Apóstol] Pedro se vio bajo su látigo- “Pero cuando Pedro vino a
Antioquia, le resistí cara a cara, porque era de condenar.” (Gal. 2:11.) Grandes
hombres fueron temporalmente arrastrados por las pretensiones Judíos de un
privilegio y prioridad perpetua—“aun Bernabé fue también arrastrado por la
hipocresía de ellos” (Gal. 2:13.)
Aquí Pablo
pone su pie, el último hombre sobre la tierra en pararse entre la herejía
Judaica y la seguridad de la iglesia: “a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para
que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros” (Gal. 2:5).
En nuestro
día las mismas herejías Judías han prácticamente aplastado la teología de las
iglesias evangélicas y destruido efectivamente la predicación de la
Palabra. El error ha tomado distintas formas en nuestro tiempo, pero
sus comienzos son de la misma raíz Judaica la cual tienen como terreno fundamental
que el privilegio y prioridad Judío son perpetuos y que la Iglesia del Nuevo
Testamento cuanto más es solamente un arreglo improvisado de la providencia
para cubrir el tiempo hasta que los recursos de una confusa y prácticamente
impotente Divinidad sean reunidos con suficiente fuerza para poder al fin
obligar una solución Judía al problema de redención.
Una simple
mirada a cualquier revista misionera moderna dedicada a la evangelización de
los Judíos puede mostrar esto claramente. Los dichos de los líderes
Judíos presentes son fervientemente citados en justificación a 2000 años de
incredulidad Judaica, como si mostraran que la expectación Judía de un reino
Mesiánico en la tierra, la restauración del templo, los sacrificios, y el
sacerdocio es una verdadera interpretación de la profecía, no obstante,
considerando que fue porque Juan el Bautista y Cristo no proclamaron tal reino
de una gloria y privilegio visible y terrenal que el uno fue entregado
traicioneramente a Herodes y el otro fue crucificado por Pilatos.
Que el
martirio de Juan y la crucifixión del Salvador se erijan por siempre como la
respuesta final a aquella interpretación de la profecía la cual desplaza la
iglesia, relega el evangelio, y establece para “Israel según la carne” un
imperio terrenal y una economía nacional falsamente considerada como “el reino
de los Cielos”.
El hecho que
algunos (pero de ninguna manera todos) los primero teólogos y expositores de la
Reforma han dado alguna tolerancia a este error no es ni de aquí ni de allá [no
tiene que ver]; pues como hombres, todos ellos vivieron antes de que el arreglo
dispensacionalista de la profecía el cual ha tornado el error en herejía.
Con una
alegre falta de consistencia, los primeros teólogos se asieron de sus
enseñanzas postmileniales de la mano de una verdadera interpretación espiritual
de la profecía, no percibiendo que ambas eran mutualmente exclusivas. Sus
oidores al menos tuvieron los beneficios de los dos mundos aunque uno de ellos
había de ser probado falso por el otro.
Hoy, no nos
permitimos aquel lujo. La teoría se ha hecho siniestra y subversiva
a través de su elaboración en una sucesión de “edades” a las cuales pertenecen
bien definidos segmentos de la Santa Escritura, todo siendo combinado para
excluir “la iglesia” de todo excepto un fragmento de la Divina Palabra. La
teoría Judía predomina. Una variedad de segundas venidas y últimos
juicios han sido inventados. La abolición del evangelio ha sido
proclamada con gran entusiasmo ya que es fundamental para el Premilenarismo que
otro evangelio conocido como “el evangelio del reino” tome el lugar del
evangelio de la gracia cuando “la iglesia” sea removida del camino de forma
segura.
Pablo tiene
una palabra para aquellos que proclaman “otro evangelio”, o para quienes proclaman
que ha de haber otro – “el tal sea maldito.. Aunque sea un ángel del Cielo” (Gal.
1:8.)
OTRO EVANGELIO
Esta
perversión de la Sagrada Escritura, ahora tan destructivamente rampante, está
significativamente a la raíz de todos las “sectas”[cultos] modernas las cuales
han nacido del evangelicalismo de los últimos 150 anos, todos proclamando “otro
evangelio” el cual es invariablemente una finamente ocultada doctrina de
“obras” presentadas en círculos más ortodoxos bajo el bien-sonado titulo
“Evangelio del Reino”.
Ese título
ocurre muy bendecidamente en el Nuevo Testamento, por supuesto, pero en ninguna
parte es separable del evangelio “el reino” el cual no está aquí, ni allí, ni
en Jerusalén, ni en Samaria, ni en Roma sino que está “entre vosotros” (Lucas 17:20-21.) El
“Evangelio del Reino” como es descrito por los premilenaristas es
sospechosamente como aquel que proclama la secta conocida como “Testigos de
Jehová”.
La
inconsistencia de los anteriores (pero de lo contrario sanos) teólogos que
siguieron la fantasía milenarista es testificada por los Dispensacionalistas
hoy que indignamente arrancan de los encabezamientos de los capítulos en la
versión autorizada de la Biblia el Rey Jaime (King James) cualquier referencia
a “la iglesia” encontrada aquellos encabezamientos a través de los profetas del
Antiguo Testamento.
Estamos en
terreno común por lo tanto en reconocer que el milenarismo de los teólogos
antiguos era inconsistente con el Dispensacionalismo moderno y aun con el más
moderado Posmilenarismo. Estos hombres no pueden ser citados como
expertos en la interpretación profética, pero tenemos todo el fundamento para
aseverar que si ellos estuvieron vivos después de la invención de la herejía
dispensacional, ellos hubieran huido de espanto de su casa Milenial y hubieran
gritado ¡desgracia!
Que el Sr.
Spurgeon no pareció percibir esto, puede ser solamente atribuido al hecho de
que él vivió muy cerca del comienzo del nuevo error y estaba muy absorbido
(correctamente) con el reto del nuevo criticismo Bíblico para percibir la otra
“falla” la cual después de su muerte se convirtió en una derrumbamiento, y en
dos generaciones sobrecogió el testimonio evangélico y destruyó la teología y
la divinidad, dejando el evangelicalismo impotente y sin el nervio o tendón
para enfrentar el reto de un ateísmo mundial y soltura Satánica.
Hemos
comenzado declarando que la clave para el entendimiento profético de las
profecías del Antiguo Testamento se yace en la epístola a los Gálatas, una
epístola escrita específicamente para defender a la iglesia en contra todos los
errores e interpretaciones judaizantes.
La iglesia
de Galacia era la más gentil de todas las iglesias del Nuevo Testamento, como
su nombre lo sugiere. Los habitantes de aquella provincia en Asia Menor eran un
segmento de la gran raza Gaélica-Gautica-Céltica de donde la mayoría de los
pueblos anglo parlantes toman su sangre. Es triste el ver que la
herejía Judaica-Dispensacionalista haya encontrado un terreno tan amigable en
esta raza, tal como lo hizo en sus hermanos Asiáticos en los días del apóstol
Pablo. Parece que nuestra raza es peculiarmente propensa a desechar sus
grandes privilegios y poner su mente empeñada en las doctrinas Judaicas. “¡Oh Gálatas
insensatos! ¿Quién os ha hechizado?” (Gálatas 3:1.)
En los días de Pablo vinieron
hombres de Judea a Galacia enseñando que Dios no había desechado ni la nación
Judía ni los privilegios Judíos, y que a menos que los gentiles se hicieran
como los Judíos ellos no podrían ser salvos. Ellos aun insistieron
que los Gentiles debían ser circuncidados como judíos. Contra esto
Pablo tronó “otra
vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda
la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la
gracia habéis caído” (Gálatas 5:3-4.)
Es inútil para nuestros amigos
que nos digan que ese no es su error, pues sus interpretaciones requieren que
su tal llamada Dispensación Milenial los gentiles deban ser circuncidados de
acuerdo a las leyes del “templo” de Ezequiel. Por tanto nuestro
Salvador Cristo, supuestamente reinando en persona en Jerusalén, ha de presidir
sobre la subversión de Su propio evangelio, deshaciendo Su obra de redención en
la cruz y desmantelando aquel reino de gracia y verdad el cual fue el único
propósito de su venida al mundo. En otras palabras, de acuerdo al
esquema dispensacionalista la “segunda venida” des-hará todo el propósito de la
primera venida, y la ley suplantará el evangelio.
Aquellos que rechazan la
verdadera interpretación espiritual de Ezequiel 44:6-9 deben enseñar que “el
extranjero” (eso es, el Gentil) será excluido del santuario a menos que se
circuncide. Este pasaje ocurre en la porción de Ezequiel en la cual el
templo del Nuevo Testamento es descrito pero que nuestros amigos dan el
significado de la actual restauración del templo en Jerusalén durante el tal
llamado reino Milenial de Cristo sobre la tierra. Como ellos
insisten que el templo de Ezequiel ha de ser construido no puede
escapar la conclusión de que la circuncisión ha de ser restablecida en su
milenio, a una escala mucho más extensa que nunca antes; los Gentiles deben ser
circuncidados así como judíos si ellos han de tener acceso a la adoración
divina.
¿Y quién es ahora el hereje ~
nosotros que invocamos una interpretación de la profecía espiritual y de
acuerdo al evangelio, o nuestros amigos quienes restablecen la circuncisión, el
templo, los sacrificios, el sacerdocio Levítico, y abrogan la iglesia y el
evangelio, y ponen a Moisés en el lugar de Cristo? Cuando decimos que la
epístola a los Gálatas fue escrita para destruir este error Judaico, no estamos
exagerando la verdad, como ahora nos esforzaremos en demostrar.
El tercer y cuarto capítulo de
Gálatas son cruciales en la interpretación de la profecía. Tres
cosas son mostradas en ellos:
(1) La iglesia es un cuerpo de
continuidad en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento.
(2) La iglesia del Nuevo
Testamento es el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento
concerniente a Israel
(3) Por eso, la profecía
concerniente al reino prometido debe ser entendida de forma espiritual, y no en
términos naturales.
En el primer capítulo de
Gálatas, Pablo prueba su competencia para hablar con autoridad mostrando que el
evangelio el cual él predicaba y del cual los Gálatas estaban a peligro de ser
subvertido, fue recibido por él como una revelación directa de Dios,
sobrepasando todos los medios humanos, por lo tanto su apostolado no fue
derivado del apostolado de Jerusalén con el cual él había tenido solamente el
más pobre contacto. Pasaron tres años después de su conversión antes
que él visitara a Jerusalén, y aun durante ese tiempo vivió con Pedro por
solamente quince días, no viendo a ningún otro apóstol, solamente a Santiago
(el hermano del Señor.) Su apostolado vino directamente desde el
cielo y su conocimiento del evangelio de la misma exaltada fuente.
El fue el hombre que (si en el
espíritu o en el cuerpo, el no podía decir) fue llevado al cielo y en una
entrevista personal con el Redentor glorificado recibió el conocimiento interno
de la sabiduría divina en el plan de redención que excedía lo que le era
permitido enseñar o escribir (2 Cor. 12.)
En el capítulo 2 él registra
su visita al gran concilio de la iglesia en Jerusalén convocado para tratar con
la diputa Judaica – una disputa satisfactoriamente resuelta a favor de la
libertad de los Gentiles bajo el evangelio: Una libertad sin estorbos por
aquellas observancias Judías las cuales continuaban entre los primeros
creyentes Judíos durante los 40 años de probatoria judía terminando en la
abolición del templo, el código de Moisés, el sacerdocio, los sacrificios y la
sinagoga en la guerra Romana de 70 DC. En este relato del concilio
evangélico de Jerusalén bajo la superintendencia del Apóstol Santiago (Hechos
15), la posición de la iglesia con relación a la ley Mosaica es sellada por una
apelación al veredicto de los mismos profetas. Amós es citado como
representativo de todos los profetas (note el uso plural)- Hechos 15:15. La
cita gobierna el uso correcto de todas las profecías relacionadas al asunto, en
referencia al reino el cual Cristo vino a establecer en su primera venida, y
muestra que el reino es espiritual y no Judaico, del Cielo y no de la tierra, y
que la restauración de la casa de David es cumplida en el perpetuo reinado de
Cristo, comenzando con su resurrección y ascensión hacia los cielos.
Aunque Pablo no recuenta la
historia de este gran concilio, registra el resultado afectando a los
Gentiles. Fue establecido que la salvación de los Gentiles fuera de
la ley y del campamento hebraico era válido, escriturar y eternamente
compulsivo, aunque (como declara Pablo a sus amigos Gálatas) no hubiera
importado a él si el concilio hubiera ido en su contra ~ “Dios no hace acepción
de personas” (Gálatas 2:6.)
Más tarde Pedro vino a
Antioquia y por miedo a la opinión de los emisarios judaizantes de Santiago en
Jerusalén, se comprometió con la facción de la sinagoga y se separó de los
Gentiles. ¡Pobre Pedro! El mismo Pedro que negó a su Señor todavía
le niega a pesar de las teorías artificiales de hombres conferencia que
declaran que Pedro era un hombre diferente después de Pentecostés que lo que
había sido antes.
¡Qué grandor en el argumento
de Pablo! La respuesta final a la herejía judaizante es que la Cruz de Cristo
ha abolido la economía terrenal y temporal Hebraica y ha establecido en su
lugar una economía del Espíritu la cual trasciende lo nacional, lo carnal y lo
externo. “Porque
yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí...”
(Gal. 2:19-20.)
NO HAY RUPTURA ENTRE EL
ANTIGUO Y EL NUEVO TESTAMENTO
Allí sigue el análisis Paulino
de la naturaleza y la historia de la verdadera iglesia, como es contenido el
capítulo tres y cuatro. La primera gran conclusión que Pablo
presenta a los Gálatas es que los únicos verdaderos hijos de Abraham, los
herederos del pacto Abráhamico, las bendiciones y la promesa, son los
verdaderos creyentes, ya sean Judíos o Gentiles: “Sabed, por tanto, que los que
son de fe, éstos son hijos de Abraham” (Gal. 3:7.)
No puede haber apelación a
esta declaración fundamental. En una oración Pablo destruye
enteramente el edificio dispensacional, premilenial y postmilenial. Es
fundamental para estos tres sistemas que el privilegio Judío y un futuro
especial para los judíos deben ser mantenidos sobre la base de que el pacto
Abrahámico era exclusivo para la semilla natural (Judía) de Abraham.
Pero Pablo demuestra en estos
dos capítulos que la “semilla de Abraham” es Cristo, y que aquellos que
son de Cristo (y nadie más) son “el linaje y herederos de Abraham de
acuerdo a la promesa”; que esta “semilla” ha abolido toda distinción de
nacimiento o privilegio, pues “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay
varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal. 3:26,
28-29.) Además, la promesa (de redención en Cristo tomó
–precedencia sobre la ley por 430 años – el lapso de tiempo entre Abraham y
Moisés. La ley misma, con todo su aparato de templo sacerdote y
sacrificio, fue solamente añadida “a causa de trasgresión” para llenar el
espacio de tiempo hasta que Cristo viniera ~ Gal. 3:17-19.)
¿Cómo entonces dicen los
literalitas que el templo y el sacerdocio Levítico y el sacrificio, han de ser
restaurados en el “Milenio?”. ¿Si ellos fueron establecidos
solamente como una disciplina para mantener la iniquidad limitada hasta que llegaran
los tiempos del evangelio, quien va a re-instalarlos sino a costo de evocar
nuevamente el pecado y la transgresión los cuales estos solamente estaban
puestos para retener? ¿Y quién es ahora el hereje?
Pablo sigue adelante y muestra
como por la naturaleza e historia de la verdadera iglesia que no ha ocurrido
rotura alguna entre el Antiguo y la iglesia del Nuevo
Testamento. La Iglesia del Nuevo Testamento es el sucesor legítimo
de la iglesia del Antiguo Testamento.
Pocos capítulos de la Escritura
han sido tan maltratados y distorsionados como lo ha sido el tercer capítulo de
Gálatas. Los expositores Evangélicos han querido mostrar por esta
declaración: “la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo,” que el
Espíritu Santo utiliza la Ley en la conversión evangélica para traernos por
medio de la convicción de pecado a los brazos de Cristo. Ahora,
cualquiera sea la verdad experimental que pueda haber en esto, ese no es el
tema del argumento de Pablo. Los Gálatas nunca estuvieron bajo
“ayo”. El “ayo” es el régimen de la Ley sobre el Israel del Antiguo Testamento
para preservar la nación en su función como Iglesia de Dios en el Antiguo
Testamento hasta “el cumplimiento del tiempo” cuando Cristo vino en su primera
venida ~ “antes
que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe
que iba a ser revelada.” (v. 23.)
Esto solamente puede
significar que la iglesia estaba bajo restricción y administración legal hasta
que llegara el evangelio de la fe, eso es, hasta que el tiempo cuando el
cumplimiento de la promesa en Cristo soltaría el pueblo de Dios de todas sus
restricciones terrenales y legales y los libertaría sin sacerdote, sacrificio,
templo, lavamientos, mandamientos externos o ningún otro “rudimento del mundo”,
para servir a Dios en espíritu.
Cristo dijo a la mujer de
Samaria: “ni en
este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Mas la hora viene, y ahora es,
cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad...”
(Juan 4:21-24.) En estas palabras Cristo abolió el templo, el
sacerdocio, el sacrificio, la circuncisión y todo el aparato del Pacto Mosaico
entero. Aunque por otros 40 años de probatoria estos “rudimentos” le
fueron permitidos continuar (aunque sin fuerza legal) dentro de los Judíos píos
todavía apegados a la nación y la sinagoga, el juicio de la guerra Romana lo
trajo todo a su fin.
Dentro de los creyentes
Gentiles tales regulaciones y requerimientos habían de ser tolerados. El
intento de imponerlos era subversivo al mismo evangelio ~ la creencia tan
corriente ahora entre Cristianos sinceros de que los “rudimentos” del código de
Moisés será esencialmente reimpuesto no solamente en lo Judíos sino también en
los Gentiles, es una herejía que confunde la credibilidad.
No obstante los truenos de la
epístola a los Gálatas, esta doctrina subversiva ha adquirido un fuerte agarre
en el pensamiento teológico y bajo la forma del “Dispensacionalismo” ha
vindicado 2000 anos de incredulidad Judía. Debe ser rechazado y
repudiado con sumo vigor si es que la predicación y la exposición de la Palabra
de Dios han de ser restauradas a la iglesia, y en este ejercicio la epístola a
los Gálatas es crucial.
LA IGLESIA “SE HACE ADULTA”
“Pero
venida la fe, ya no estamos bajo “ayo” (v. 25.) La “venida”
de la fe en el argumento del Apóstol denota la transición de la iglesia del
Pacto de Moisés hacia la economía del Nuevo Testamento. No es una
experiencia individual del pecador viniendo al Salvador, sino un momento en la
historia cuando el régimen de la ley cedió ante el régimen de la fe, y el “ayo”
(el aparato de la ley resumido bajo el término “circuncisión”) entregó su
oficina a Cristo, y la iglesia pasó de ser “menor de edad” a su “mayoría de
edad.”
La conclusión de este capítulo
(vs. 26-29) es el salvoconducto de la iglesia del Nuevo Testamento y el
fundamento para su reclamo invencible de ser el sucesor legal de Abraham, el
verdadero Israel, la verdadera circuncisión (no de la carne sino del espíritu),
el heredero de las promesas y privilegios y esperanza del Israel del Antiguo
Testamento. Por lo tanto- “si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham
sois, y herederos según la promesa” (v. 29.) Esta
gloriosa oración resume el Antiguo Pacto, acaba con la ley, el templo, y la
circuncisión, termina la misión de la nación Judía, termina su derecho y
privilegios exclusivos, y provee la clave para el entendimiento de la Ley, los
Escritos, y los Profetas del Antiguo Testamento.
Esta oración es el golpe
mortal a la herejía dispensacional la cual ha llenado la Iglesia con la basura
de un legalismo desmantelado que apunta a reimponer en una era porvenir todas
esas temporalidades y restricciones por las cuales Cristo murió para abolir de
una vez y por siempre. La sutil doctrina de que el Evangelio de la libre
Gracia de Cristo dará paso a un milenio imaginario de privilegios
Judíos reimpuestos, es reesforzado por la enseñanza de que habrá una “era
dorada” de “otro” evangelio, el tal llamado “evangelio del reino”, el cual,
como quiera que lo miremos, se convierte en un evangelio de obras y no de
gracia.
Rogamos a nuestros lectores
que consideren que todo culto o secta falsa que ha brotado del cuerpo
evangélico en el último siglo y medio, es dispensacional en su naturaleza y
lleva a la conclusión lógica estos principios judíos y rabínicos de un
evangelio de obras. Es proclamado por los “Testigos de Jehová” en
sus muy significantemente nombrados “Salones del Reino”, por los Cristadelfianos
y los Adventistas, y por la recientemente desarrollada secta del Sr. Herbert
Armstrong, un mago financiero que reclama ser el único hombre u organización en
la tierra proclamando la verdad, y por es acreedor de todos los “diezmos”
legalistas del pueblo del Señor. Aptamente ha sido llamado “Sr. Diez Por
ciento.”
Estas imposiciones
atentatorias son evangélicas en sus orígenes y son solo variaciones de aquel
Dispensacionalismo que comenzó a principios del siglo 19, que se popularizó por
la “Biblia de Referencia” del Dr. C. I. Scofield y que desde entonces ha
dominado la escena evangélica.
Nunca podremos proclamar tan
fuertemente los peligros de este sutil e increíble movimiento cual ahora tienen
en grilletes la mente evangélica y destruye toda la verdadera exposición
Bíblica. Es uno de las tareas principales del movimiento hacia la
exposición Bíblica y “Reformada”, el destruir este error. En esa
tarea un arma principal debe ser la epístola a los Gálatas.
ISRAEL EN SU FORMA FINAL
Si podemos demostrar y probar
que la epístola a los Gálatas establece mas allá de toda queja que la Iglesia
es una, una unidad, en el Antiguo Testamento y el Nuevo, y que por lo tanto la
Iglesia del Nuevo Testamento es la forma final de “Israel”, la heredera de
todas las promesas hechas a Abraham, Isaac, y Jacob, el cumplimiento de todas
las profecías del reino que el Mesías vino a establecer, y que de hecho
estableció- nuestra tarea habrá sido completada y nuestros lectores deben hacer
el resto.
Es nuestra contención
deliberada que es esta la misma posición establecida en el próximo capitulo (el
cuarto) de la epístola a los Gálatas, establecido con tal fuerza que puede ser
evitado solamente por la ceguera o una ignorancia culpable en su
naturaleza.
El capitulo cuatro contiene el
argumento final de Pablo, proveyendo estas dos cosas:
(1) Que la obra de “adopción”
realizada en los corazones de todos los verdaderos creyentes demuestra que
ellos son los sucesores legítimos de la iglesia Israelita del Antiguo
Testamento
(2) El reesfuerza esto por
medio de una alegoría construida sobre la historia de Abraham, mostrando que el
[pueblo] Judío natural no es Israel sino que los tales son en realidad
Ismael; Y que la iglesia del creyente Judío y el Gentil es la
verdadera y única y el exclusivo Israel de Dios.
Siendo esto así, las promesas
al Israel en las profecías del Antiguo Testamento han de ser entendidas
espiritualmente aun cuando estas aparentemente hablen de una restauración
literal y material de “Israel y Judá.” Esta es la clave, la única clave, para
la interpretación profética. Procedemos por lo tanto: Gal. 4:1 ~ “Pero también digo: Entre tanto que
el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo.”
Pablo está diciendo que en los
tiempos del Antiguo Testamento la verdadera iglesia, el verdadero pueblo de
Dios estaba en un estado de minoría de edad. No habiendo llegado a
ser “hecha adulta”, ellos fueron tratados como un niño en la casa de un hombre
rico, siendo el heredero de toda la propiedad y privilegios del padre, pero no
habiendo llegado todavía a aquella edad cuando esa herencia podía ser
propiamente conferida. Por lo tanto, el niño-heredero se encuentra a
sí mismo cercado con restricciones y oficiales quienes regulan su vida para que
el no tenga la libertad de disfrutar sus privilegios sino que deba esperar
“hasta el tiempo señalado por el padre.” Esto es expresado por Pablo en las
palabras, “sino
que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre”. (Gal.
4:2)
Los tutores y gobernadores de
la iglesia en el Antiguo Testamento fueron las regulaciones del código de
Moisés. Pablo deliberadamente transfiera la figura del niño-heredero
a la iglesia en su minoría de edad durante el Antiguo Testamento en las
siguientes palabras “Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en
esclavitud bajo los rudimentos del mundo.” (Gal. 4:3.) La
niñez de la iglesia fue en su forma Israelita bajo el Antiguo Testamento. La
“esclavitud” era la sujeción del pueblo de Dios a aquellos “rudimentos” terrenales
del templo visible, los sacrificios, la circuncisión, y todas las otras
observancias legales “en la carne” las cuales constituían una condición
preparatoria para el pueblo de Dios antes de la venida de Cristo.
De ese glorioso evento cuando
la iglesia obtuvo su libertad y pasó de estar bajo la ley a la completa
libertad del evangelio de la fe, Pablo dice “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo,
Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese
a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
(Gal. 4:4-5.)
“El cumplimiento del tiempo”
se refiere a los tiempos del cumplimiento profético de todos los propósitos y
promesas de dios en la redención. El que Pablo se refiera al Evangelio cuando habla
de “el cumplimiento del tiempo” significa que la era del evangelio
es el cumplimiento de todas las cosas las cuales Dios habló por sus santos
profetas desde que el mundo comenzó – Lucas 1:70.
Estos son “los últimos días”
descritos por Pablo en Hebreos 1:2, “el fin del mundo” (Hebreos 9:26), “el último
tiempo” (1 Juan 2:18.) Si estos son los últimos días y el tiempo
final, y el final del mundo, ¿cómo es que dicen los Dispensacionalistas que hay
un “tiempo” depuse del “ultimo tiempo”, otro reino que ha de venir después que
el “reino de Dios” haya corrido su curso, otra era después de la era del
evangelio? Nosotros esperamos con confianza su repuesta.
En estos “cumplimientos de los
tiempos” el hijo de Dios fue enviado, nacido de una virgen, nacido bajo la ley,
para que como uno obligado por su verdadera humanidad y por el tiempo en el
cual apareció, para guardar toda la ley, lo hiciera en la perfección de Su
oficina Mediadora, redimiendo “aquellos que estaban bajo la ley” para que ellos
con nosotros los Gentiles recibieran juntos la “adopción de hijos” la cual nos
pone por encima de la servidumbre de la ley y nos introduce a la herencia
completa de los hijos de Dios. “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros
corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: !!Abba, Padre!” (vs. 6.)
Esta es la diferencia entre al
experiencia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento y aquellos en el Nuevo
Testamento. La diferencia no es una de calidad de salvación o la
naturaleza de la fe, sino el estatus de privilegio disfrutado. El
vivir después del sacrificio de Cristo el cual procuró la total restauración
del alma a una directa comunión con Dios, el creyente ahora recibe el total
testimonio de un hijo y es liberado del servicio de las formas externas y las
ceremonias.
SARA Y AGAR
Después de
haber disputado con los Gálatas por haber cedido tan fácilmente a las
subversiones de los maestros Judaicos, Pablo continúa su argumento en la famosa
alegoría de Sara y Agar. Esto ocupa los versos del 21-31 de nuestro
capitulo y es la palabra final de todo argumento de interpretación profética.
Abraham tuvo
dos hijos- Ismael e Isaac. El primero, que era hijo de la esclava,
Agar la Egipcia, fue rechazado por Dios como no siendo el verdadero
heredero. El otro, Isaac, era el hijo de Sara, la verdadera esposa,
y este fue la verdadera semilla por medio de quien la promesa de Dios habría de
venir. Entonces el argumento del apóstol, viene con el más
sobresaltado revés en la historia de toda la profecía. Agar, la
esclava egipcia es identificada con Jerusalén y el Judaísmo. Sara es
identificada con la verdadera iglesia ~ “la Jerusalén celestial”.
Por lo
tanto, la alegoría declara que el Israel terrenal (las doce tribus) debe ser
considerados como Ismael porque ellos están en esclavitud de la ley y no son
libres. La iglesia de los Gentiles y los Judíos (en la cual toda
distinción de raza, grados y privilegios son abolidos) este es el verdadero
Israel a quien las promesas de Abraham aplican.
Agar e
Ismael representan a la Jerusalén “que es ahora” (eso es, la Jerusalén terrenal
en pie con su templo y sacrificios al momento de los escritos de Pablo.) Sara
e Isaac representan la verdadera iglesia del evangelio, la “Jerusalén de
arriba”. El pacto hecho con Abraham es la promesa del evangelio, y de esa
promesa está excluido todo judío vivo o quien viva jamás excepto que este venga
por al mismo camino de arrepentimiento, fe y regeneración que el creyente
gentil transita.
Pablo
reesfuerza su alegoría con una cita de Isaías 54:1 “Regocíjate, O
estéril [Sara], la que no daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la
que nunca estuvo de parto; porque más son los hijos de la desamparada [el Nuevo
Pacto] que los de la casada [El Antiguo Pacto], ha dicho Jehová.” La
abolición del Viejo Pacto significa la abolición de Israel (Judaísmo) de todos
sus privilegios, y el aparecimiento de la Iglesia del Nuevo Testamento es el
ascenso del nuevo “Israel de Dios”, Judíos y Gentiles, con todas las
distinciones siendo obliteradas, y a quien solamente le pertenecen las promesas
Abrahámicas.
Esto es
abruptamente y categóricamente expresado por el apóstol en las palabras, “Así
que, hermanos, nosotros [la iglesia del N.T.], como Isaac, somos hijos de la
promesa.” Pablo toca en el verso 29 sobre la persecución envidiosa de los
Judíos en contra de la iglesia a quienes todos los privilegios de ellos habían
sido pasados, y lo compara al odio de Ismael contra Isaac y concluye su
argumento citando en contra de los Judíos las mismas palabras originalmente
dichas contra Agar y su hijo Ismael ~ “Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su
hijo [el Antiguo Pacto con el Israel terrenal]: Porque no heredará el hijo de
la esclava con el hijo de la libre [eso es la Iglesia del Nuevo Testamento]”.
(vs. 30.)
El terrible
juicio de estas palabras es inconfundible: Israel es echado fuera y desechado
para siempre como nación. Pablo no da ninguna insinuación de alguna
“restauración” aunque este sería para declararlo, si es que había de haber
restauración. El privilegio Judío ha terminado por siempre. El
Pacto ha pasado a la Iglesia del Nuevo Testamento en el cual Israel no tiene
parte alguna a menos que sea como creyentes individuales.
Este
“desechar” no es modificado por Pablo en ninguna otra parte. Tenemos
en otros lugares demostrado que en Romanos 11 Pablo está hablando de Judíos
individuales y no de la nación, cuando escribe “Porque si su exclusión es la
reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los
muertos?”
Su última
palabra a los Gálatas es “De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino
de la libre” (Gálatas 4:31.) Esto él lo escribe a la más
Gentil de todas las iglesias, mostrando que a [los miembros de] la iglesia
Gentil han sido pasados el pacto, la gloria, el derecho de primogenitura, el
privilegio y la esperanza de redención.
Las
consecuencias llegan más lejos. Se extienden a toda profecía del
Antiguo Testamento en las cuales el Nuevo Pacto es predicho, aunque las
palabras de los profetas son dirigidas a “Israel y Judá”. Ese
“Israel y Judá” es la Iglesia del Nuevo Testamento, y aunque las profecías
están encerradas en términos de la tierra de Israel y emplean detalles
topográficos y geográficos tomados del territorio terrenal de las doce tribus,
estas son “figuras de lo verdadero” de la misma manera que el templo, los
sacrificios y el sacerdocio, la pascua y las fiestas eran “figuras de lo
verdadero”, diseñadas para demostrar verdades del evangelio a aquellos oídos
están abiertos para oír. Debe ser grandemente temido que a muy pocos
de los maestros proféticos en nuestro día pueden ser dirigidas aquellas
palabras: “bienaventurados
vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen” (Mateo 13:16.)
Bien podría
preguntarse acerca de nuestros amigos Dispensacionalistas de hoy – ¿Qué fue lo
que el Señor escondió de los Judíos prudentes de Su día y lo reveló a “niños”
(Mateo 11:25)? Si fueron “las cosas” pertenecientes a Su reino el
cual El vino a establecer sobre las ruinas del imperio Satánico del pecado y la
muerte, entonces el “reino” el cual el “ofreció” a los Judíos fue enteramente
espiritual y no natural, y esta es la razón por la que fue escondido de todos
excepto de aquellos con ojos para ver y oídos para oír.
La razón por
la que los judíos rechazaron a Cristo es la misma razón por la que todavía lo
rechazan hoy – es decir, porque ellos esperaban un reino terrenal, y Cristo no
les trajo esto. Sin embargo, las teorías proféticas prevalecientes,
insisten que Cristo en realidad “ofreció” este reino a los judíos y porque
ellos rechazaron la oferta, el evangelio fue traído como una ocurrencia tardía
o como un substituto. Lo que la teoría dispensacional está diciendo
es que Cristo ofreció a los judíos el mismo reino el cual ellos esperaban,
¡pero ellos lo rechazaron! Al final, dice esta teoría extraordinaria, Cristo va
a rendirse y va a dar en realidad a los judíos el mismo reino por el cual ellos
le crucificaron por no haberlo establecido en Su primera venida. Por
lo tanto, la teoría dispensacionalista vindica el Judío por 2000 años de
incredulidad y al mismo tiempo se contradice a sí misma alegando que el reino
el cual los Judíos rechazaron fue el mismo reino por el que le crucificaron por
no haberlo ofrecido pero el cual ha de ser conferido a ellos gratuitamente en
el futuro próximo como el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham.
Si nuestros
amigos no pueden ver su desesperante dilema en el cual su teoría les envuelve,
solamente podemos asombrarnos ante el éxito de tal error del Dispensacionalismo
por medio del cual los poderes del mal han tenido éxito al prácticamente
destruir la exposición de la Escritura y su entendimiento.
La
verdad es que no hay ni un aliento de sugerencia que Cristo jamás
haya “ofrecido” a los Judíos ningún otro “reino” que el evangelio:
que eso es realidad el reino el cual Juan el Bautista vino a presentar bajo la
palabra clave “arrepentíos”, el cual Cristo mismo presentó con la misma palabra
clave “arrepentíos”, que el Sermón del Monte el cual fue introdujo formalmente
Su misión fue de hecho una exposición del texto “Arrepentíos porque el reino de
los cielos se ha acercado.” En ese gran sermón Cristo no le prometió
u ofreció nada a ninguno excepto al “pobre de espíritu”, el “enlutado por el
pecado”, el “manso”, el “quebrantado de corazón”, y aquellos que tienen “hambre
y sed” de verdadera justicia.
El
Dispensacionalismo enfrentado a la vergonzosa realidad que estas disposiciones
en el alma están notablemente ausentes en la ocupación Palestina de los Judíos
de nuestro día, han descendido a crear la idea de que los Judíos deben
volver a Palestina en incredulidad aunque esta fue la misma razón
por la cual fueron echados de Palestina. La teoría enseña que la
Segunda Venida de Cristo ha de convertir los Judíos “en un día” a pesar del
hecho de que ellos no deben ser convertidos a las concepciones de un reino de
Cristo terrenal, siendo que ellos crucificaron al Salvador por no haber
establecido esa misma cosa.
La teoría
dispensacional de hoy día está alabando jubilosamente el prospecto de un
cumplimiento de expectación judía de un reino terrenal con el
Mesías. Los teoriítas exceden los rabinos el entusiasmo, ya
que es de las fuentes rabínicas que estas teorías han sido
manufacturadas. En realidad ellos le dicen a los Judíos en su
presente ocupación de Palestina, en un estado de amarga hostilidad hacia Cristo
y el evangelio Cristiano, es el cumplimiento de la profecía y que su celo impío
en contra de Cristo y la verdad ha de ser recompensado prontamente por Dios con
una fe instantánea y que esto es extraordinariamente un acto de la
voluntad de Dios para cumplir las promesas hechas a Abraham.
Pero Pablo
en Gálatas ya nos ha dicho quién es la simiente de Abraham, a quienes fueron
hechas las promesas, y el no menciona ni una palabra acerca de la restauración
de Palestina, sino que lo edifica todo sobre la naturaleza de la Iglesia. Él
mantiene, como hemos visto, que la Iglesia es la continuación legitima del
Israel del Antiguo Testamento y la heredera del Pacto Abrahámico y las
promesas.
Preguntamos
a nuestros amigos Dispensacionalistas que consideren lo que será de su posición
si la presente ocupación Judía termina en un desastre. Mientras
ellos comienzan a formalizar su respuesta, nosotros hemos de señalar a los
lectores que en vez de convertir a Israel y establecerles en la tierra, la
segunda venida de Cristo les tomará a ellos (y al mundo) “como ladrón en la
noche”, en el cual los cielos pasarán con grande estruendo y los elementos
serán desechos con fuego ferviente, y la tierra y todas las cosas que en ella
hay serán quemadas (2 Pedro 3:10.)
Pedro no
sabe nade de otra “segunda venida” a no ser aquella la cual acaba con los
cielos y la tierra en una estupendo incendio. ¿Dónde está pues el
reino que Cristo ha de traer a los Judíos, y donde está el “reino” de los
Testigos de Jehová, el de los Cristadelfianos, el de los Adventistas y el de
los Armostrongitas? Tememos por la compañía a la cual nuestros
Dispensacionalistas mantienen y vigorosamente le imploramos que consideren la
interpretación de Pablo sobre ¿quién es Israel, que son “los dos pactos” y cual
es la naturaleza de“la promesa” hecha a Abraham?
Nuestra
palabra final es aquella de Pablo, que significativamente encontramos en la
conclusión a su epístola escrita específicamente para librar la Iglesia de su
error Judío y de su orgullo Judaico:
“Pero lejos esté de
mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo
me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús ni la
circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a
todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al
Israel de Dios. De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo
en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.” (Gálatas 6:14-16.)
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