¿Es suficiente “creer en Jesús” en algún
sentido amorfo que divorcia la “fe” de cualquier doctrina en particular acerca
de él, o es la doctrina – y el
contenido de
nuestra fe – realmente importante después de todo?
La Sagrada Escritura
explícitamente enseña que nosotros debemos ser sanos
en la fe - lo
que significa decir que la doctrina si tiene importancia (1
Tim. 4:6; 2 Tim. 4:2-3; Tit. 1:9; 2:1). Tiene mucha importancia.
“Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras
de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está
envanecido, nada sabe…” (1 Tim. 6:3-4, énfasis agregado).
La sana doctrina bíblica
es un aspecto necesario de la verdadera sabiduría y la fe auténtica. La actitud
que desprecia la doctrina al elevar sentimientos o una confianza ciega no puede
legítimamente ser llamada fe en absoluto, aun si se hace pasar por
Cristianismo. Es de hecho una forma irracional de incredulidad.
Dios nos hace
responsables por lo que creemos así como por el que pensamos de la verdad que él ha revelado.
Toda la Sagrada Escritura da testimonio del hecho de que Dios quiere que
nosotros sepamos y
comprendamos la verdad. Él quiere que nosotros seamos
sabios. Su voluntad es que usemos nuestras mentes. Se supone que debemos
pensar, meditar, y sobre todo, tener discernimiento.
El contenido de nuestra
fe es crucial. La sinceridad no es suficiente.
Considere, por ejemplo,
estos versos conocidos. Note el uso repetido de palabras como verdad,
conocimiento, discernimiento, sabiduría, y comprensión:
“He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has
hecho comprender sabiduría” (Sal. 51:6).
“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Buen
entendimiento tienen todos los que practican sus
mandamientos; Su loor permanece para siempre.” (Sal. 111:10).
“Enséñame buen sentido y sabiduría, Porque tus mandamientos he
creído” (Sal. 119:66).
“Haciendo estar atento
tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, Si clamares a
la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la
buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás el temor de
Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, Y de
su boca viene el conocimiento y la inteligencia.” (Prov. 2:2-6).
“Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus
posesiones adquiere inteligencia.” (Prov. 4:7).
“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos
de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su
voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual,” (Col. 1:9)
“en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del
conocimiento.” (Col. 2:3).
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir,
para corregir, para instruir en justicia,” (2 Tim. 3:16).
La Palabra de Dios deja
abundantemente claro que él quiere nosotros usemos nuestras mentes. Y uno de
los deberes más vitales que cada cristiano debe afrontar – especialmente en una
era (como la nuestra) cuando la iglesia es invadida con ideas contradictorias y
confusión espiritual – es el deber del discernimiento. Como aquellos creyentes
Bereanos fieles de la Palabra (Hech. 17:11), debemos tener el cuidado de
observar nuestras vidas y nuestra doctrina detenidamente (1 Tim. 4:16).
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